Anoche soñé que arrastrabas mi país,
a mí en esa larga sombra de tu cuerpo,
poesía,
tan quebrada y angosta la palabra,
un río, piedras, nieves eternas.
Al principio,
el desierto, todo seco, salado,
el cuerpo vacío del descubridor,
Chile torturado.
Nadie sabía de nadie,
era un sueño, aparentemente,
cerros, inmensos cerros
y el mar protegiendo,
la soledad colosal
de Chile,
un hilo quebradizo que se aferra
por todos nosotros,
como si al suelo le abrieran un ataúd
con el sueño de Chile
y nos acunara la historia
con su pulso de golondrina,
en la telúrica abismal noche
de Chile.
El viaje debía seguir.
Rolando Gabrielli©2013