LA PALABRA COPULA EN EL CÁLIDO LECHO DEL POEMA
Rolando Gabrielli
Presentar la obra de un poeta a través de la reflexión de un sólo poema, es
a todas luces un acto deliberadamente arbitrario, aunque legítimo como toda
crítica u opinión que se funda en el gusto y placer del texto. Hacerlo con
la poética de Oscar Hahn, no es recomendable por la complejidad, calidad,
riqueza y originalidad de su obra. Detrás del lenguaje de Hahn, como el
espejo de Alicia, encontramos no pocas sorpresas, y sobre todo, un trabajo
rigurosamente personal, donde la palabra vive en verdadera y permanente
fiesta. Nace y renace, el verbo muere y resucita en sus propias cenizas: La
palabra es como el calamar en su tinta, en manos del llamado "vero
artista
de la palabra", como le calificara Enrique Lihn.
Hahn es aprendiz y maestro de su propia palabra, un eximio organizador de
formas, discípulos de escuelas y maestro de la propia, ejerce el oficio
para
desmantelar, instalar, expandir, restaurar, recrear, hacer, fundar, con
viejos materiales, reencantar el pasado que es siempre presente en el
poeta,
y algo del viajero inmóvil dentro del lenguaje y su geografía fructuosa.
¿Por qué escribe usted?, se pregunta en un poema del mismo nombre de su
libro "Estrella fijas en un cielo blanco".
Una vieja interrogante de todo
poeta que se estime. Porque escribí, estoy vivo o viva, coincidieron,
palabras más o menos Lihn y la Mistral en las antípodas de la poesía
chilena. Las explicaciones, reflexiones y justificaciones son múltiples,
verdaderas confesiones, que sólo cobran fuerza con el peso de la obra en el
tiempo. Hay quienes escriben por placer. Es un acto tan personal, como
múltiples las motivaciones de su realización.
Hahn nos responde a su manera: porque el fantasma porque ayer porque
hoy:/porque mañana porque sí porque no./ Porque el principio porque la
bestia porque el fin:/porque la bomba porque el medio porque el jardín.
En su segundo cuarteto sigue respondiendo la pregunta que se hace desde el
principio de la escritura el hombre y se pregunta aun hoy el público, y
desde luego, el poeta.
Porque Góngora porque la tierra porque el sol:/ porque San Juan porque la
luna porque Rimbaud/Porque el claro porque la sangre porque el papel:
porque
la carne porque la tinta porque la piel.
Hahn es doctor en literatura, un conocedor de ella, sin duda, lector
apasionado y aprovechado en el buen sentido de la palabra. Sus recursos son
vastos, como la historia misma de la poesía y no escatima enganches con el
pasado, lo barroco, clásico, popular, medieval, y el atroz presente que
enarbola su arte como conciencia colectiva.
En estas respuestas está su visión poética y de qué materiales está hecha
su
poesía. Escribimos por muchas razones, una y todas, hasta porque sí, ya que
la poesía es vida y nosotros parte de ella, y la poesía un recurso para
develar las cosas y la existencia.
En lo que debemos de ir poniéndonos de acuerdo, es que Hahn busca un camino
propio, en un arte de lo suyo archi manoseado, donde lo sublime y ridículo,
como lo retórico sin una pizca de búsqueda personal, abundan como mala
yerba
y suele sentarse en primera fila en el pobre escenario literario.
Y vienen los tercetos: Porque la noche porque me odio porque la luz:
/porque
el infierno porque el cielo porque tú/Porque casi porque nada porque la
sed:
Porque el amor porque el grito porque no sé/Porque la muerte porque apenas
porque más: porque algún día porque todos porque quizás.
Están casi todas las respuestas al por qué de la escritura y oficio.
El poeta-profesor conoce no sólo de escuelas, sino de reglas, de los
esguinces del idioma, del lenguaje, y nos da la impresión que su vicio es
copular con las formas y las palabras, y vaciar el contenido en el cálido
lecho del poema.
Veamos en "La expulsión del paraíso". Tu lecho es el jardín de
las
delicias//encarnas en tu cuerpo a las tres gracias/con tus flores y frutas
me acaricias/y de mi ser más íntimo me vacias. Después cuando mis ramas
quedan lacias/en otros ritos del placer me inicias: con tus lenguas de
fuego
me suplicias/y somos el jardin de las desgracias. Rodamos por oscuros
precipicios/y oficiamos diabólicos oficios/en dormitorios de incendiadas
camas/Y cuando huimos de esos maleficios/nos espera el la puerta de los
vicios/un ser alado con un lirios en llama.
Oscar Hahn pareciera decir que en el amor como en la poesía no todo está
escrito, ni dicho, afortunadamente. Aunque esta afirmación parezca un
cumplido o cliché, es preferirle hacerla que callarla, en justicia con el
poeta, su obra y la poesía.
Su poética pareciera responder a un movimiento perpetuo, honrando un propio
texto intitulado de igual manera: Al son de un suave y blando
movimiento/arroyos vas pisando de dulzura/Tus pasos pisan pasan por la
oscura/región de mi memoria: ya no siento/ ni el ruido de la puerta ni el
lamento/ del lecho al irte:pasa tu hermosura/se pierde en el umbral: tu
mano
pura/cerró el vestido./Piénsanme dormido/tus pasos pisan pasan por mi
mente/igual que ayer: mi pobre
pensamiento/que sólo está que sólo estoy
tendido/mirándore partir perpetuamente/al son de un suave y blando
movimiento.
LA LENGUA ADOBADA EN SAL
En Hahn la palabra muda, transmuta, es alquimia de su propio verbo y crece
a
despecho de su uso siempre peculiar, innovador, de búsqueda y transgresión.
Lenguaje que se sirve asimismo, y no sirviente de ninguna causa.
Reconocidos escritores han dicho cosas rotundas sobre la poesía de Hahn,
poco habituales en el gremio. Mario Vargas Llosa, el novelista peruano
nacionalizado español, dijo: "La obra poética de Oscar Hahn es
magnífica y
verdaderamente original y es lo más personal que he leído en poesía de
nuestra lengua en mucho tiempo". Jorge Edwards, narrador chileno y
recientemente premiado con el Cervantes, sostuvo: "Oscar Hahn es uno
de los
muy pocos poetas vivos de nuestra lengua que tiene un verdadero pensamiento
poético".
Waldo Rojas, poeta y un estudioso de la poesía chilena, profesor en París,
sostiene que el libro "Mal de amor"
de Hahn es "poesía de amor, sin lugar a
dudas, y en la mejor tradición de algunos libros fundadores de un género
que
en Chile inauguran los inevitablemente célebres" Veinte poemas de Amor
y una
canción desesperada" de Pablo Neruda. Poesía que admite sin mayor
remilgo,
agrega Rojas, una lectura que se deslice por la sola superficie exterior de
los textos. Como en el caso de los Veinte poemas nerudianos, hay en efecto
una "historia" subyacente susceptible de reconstruir
fragmentariamente, y
ella se estampa y encaja en el molde de algún arquetipo. El poeta cumplido
y
justamente reconocido que es Oscar Hahn ha puesto algo de su arte de
afinada
maestría en hacer posible tal lectura", concluye Waldo Rojas.
Enrique Lihn, poeta, narrador, ensayista y un lúcido estudioso de la poesía
chilena nos entrega no pocas luces acerca de la poética de Hahn, sus
antecedentes, que no parecen fijos como una pieza de trofeo muerta y
embalsamada. Hay lecturas y lecturas asimiladas y reencauchadas, sobre
Villon, Jorge Manrique, un Rimbaud que no es dice Lihn, el apropiado por
los
surrealistas, sino por Neruda "inmediato y directo", Góngora,
Garcilaso de
la Vega. En Chile, Lihn, emparenta al "atípico Hahn", digo yo,
con Armando
Uribe Arce y Alberto Rubio, dos formidables poetas chilenos, aunque Rubio
escribió un solo libro: "La greda vasija",
que 30 años después transformó en
un segundo con Trances.
Volvamos a la poesía de Hahn con un poema peculiarísmo, donde el poeta le
entra a fuetes al propio lenguaje. "Invocación al lenguaje" Con
vos quería
hablar, hijo de la grandísima/Ya me tienes cansado/de tanta esquividad y
apartamiento.
Increpa al lenguaje, lo llama tal por cual, porque sabe de cuan difícil es
encontrar la palabra exacta y poner andar el reloj de la poesía en el
poema.
El poeta está cansado en este intento, reconoce, y lo califica de àspero,
huraño, desdeñoso.
Con tus significantes y significados, en suma, está harto de los signos
linguísticos, de la propia materia prima con la que trabaja el poeta. Y tu
látigo húmedo/para tiranizar mi pensamiento. Un poco de sado masoquismo,
pero de mucho gozo, en este acto reproductor de la palabra. Ahora te quiero
ver, hijo de la grandísima,/porque me marcho al tiro (de inmediato en
chileno) al país de los mudos/y de los sordos y sordomudos. El poeta
ironiza
su oficio, y quiere estar donde el lenguaje no es necesario y no tenga
utilidad, ni significado alguno, al menos el verbal de viva voz, aunque los
sordomudos pueden leer. Allí van a arrancarme la lengua de cuajo: y sus
rojas raíces colgantes/serán expuestas adobadas en sal/al azote furibundo
del sol. Una autoflagelación del propio verbo. Con vos quería hablar, hijo
de la grandísima, vuelve a increpar al lenguaje, con lo que le queda de voz
al poeta y permite el poema.
LOS FRUTOS MADUROS DE LA POESIA DE OSCAR HAHN
Exorcisemos el año con poesía, pero aquella que se inscribe más allá de la
superflua retórica que todo poema bueno o malo tiene en la íntima raiz de su
permanencia u olvido. La poesía está en la sombra del reflejo de las cosas o
en ese rayo de luz que recogen y amasan las palabras, las que no se lleva el
viento. La poesía no lo ha hecho, ni lo hará, tapar el sol con las palabras
o algunos versos más o menos bien hilvanados, escritos con la imprudencia de
los sueños o la certeza de los malos días o de ese caballo que no cesa de
galopar hacia el futuro. Desde luego, la poesía no arrastrará a las grandes
mayorías o masas, a restablecer ningún orden o desorden, en la conciencia de
las gentes. Por favor, optimistas, pero no ridículos, pesimistas, pero no
fantasmas de nuestras propias pobres sombras.
Ella, convidada de piedra, permanece en la cantera de las palabras.
La poesía no es la varita mágica del convulsionado, díscolo y ciego siglo
XXI, que decidió precipitarse de las más altas torres, y bajar sin freno la
montaña rusa, que despojarse la burka instalada en el vértigo globalizador y
de la desesperanza acuñada en la casa matriz de la usura.
La poesía hoy, en este mundo que clona ovejas descarriadas, es una joven
provinciana que no ha superado la taquigrafía en materia de posmodernidad, y
que alucina cuando se encuentra con la leyenda de la dueña de Harry Potter,
el pequeño mago del marketing.
Prefiere, la poesía, sentarse frente al balcón de su inédito paisaje, y
soñar con el eco de la luz del Big Ban, que ver pasar el cadáver de su
enemigo o buscar esa aguja en el pajar, que podría resultar ser la viga en
Exorcisemos este año y siglo, donde la usura echa a rodar las monedas
fenicias de nuestro porvenir en una esquina cualquiera, y nos pide la vida,
Por eso, estas notas las comienzo a escribir instalado en el lobby de un
banco, el sitio perfecto para perder e intentar recobrar el alma en la
silenciosa bóveda, donde por osmosis se multiplican los billetes e
intereses, y uno amanece cada día más desnudo de pobreza absoluta, esa que
los indicadores internacionales recogen como burbujas bursátiles sobre el
polvo que vuela y no regresa.
La poesía es vida, lenguaje todo terreno, y su tema es cuanto ocurre en el
camino de la vida, alrededor de ella, y sucede al hombre. El amor, la muerte
y la política, son tres grandes asuntos clásicos y universales. Sobre esa
cantera temática, el poeta decanta la palabra que trabaja sobre la pétrea
piedra del inagotable lenguaje. La página le devuelve con igual dureza y
rigor, los resultados que sólo obtendrá, si logra trabajar la palabra con la
solidez de la piedra y la permanencia de la cantera.
Allí cava la vida y la muerte, el amor, sobre la fosa común de la palabra,
hueso a hueso, sitio donde el poeta chileno Oscar Hahn erige su escenario de
preguntas y respuestas sobre el amor, y en 25 versos resuelve, a su manera,
"Elevación de la Amada" es el título del poema escogido para estos
comentarios del libro Arte de Morir, (1977), que contiene otros 41 textos, y
que respiran la temática haniana desde su primer poemario "Esta Rosa Negra.
Oscar Hahn es uno de los poetas chilenos vivo más originales del habla
castellana. Hace 40 años editó su primer libro, Esta rosa negra", y no ha
dejado ser fiel a su peculiarísima escritura, que parte de escuelas clásicas
y no pertenece más que a su propia palabra. Es autor de un puñado de libros
(Agua final, Mal de amor, Flor de enamorados, Estrellas fijas en un cielo
blanco) que entraron por la puerta ancha de la poesía universal y de algunos
sonetos perfectos. Poeta inclasificable, no pertenece a escuela chilena
alguna, ni a grupos y no ha dejado de caminar con la original suela de sus
precocez 17 años, cuando se inició en el género de la poesía. Poeta
esencialmente chileno, no escatima en buscar la apalabra exacta, la
atmósfera única y reveladora del poema, que se rehace desde adentro como si
mudara su propia piel. Hahn nació en Iquique, norte de Chile, luego de
recorrer la geografía chilena se instaló como catedrático universitario en
Estados Unidos, como exiliado pos golpe de estado del 11 de septiembre de
1973. Primero estuvo en Maryland y luego en Iowa, donde ejerce el magisterio
y ha confesado sentirse en casa. El poeta define su obra como una summa, "es
todas las voces pero ninguna. Es ninguna, aunque parezca paradójico, es mi
voz". El trabajo poético de Hahn ha sido silencioso, aparentemente lento,
pero seguro. En 1967, dijo al diario El Siglo de Chile, citado en la
antología de la Poesía chilena contemporánea, por Alfonso Calderón:
Generalmente me demoro mucho en terminar un poema. Si no tengo nada,
simplemente me callo. Por eso escribo muy poco. Qué podemos decir, la poesía
de Hahn apela al lenguaje, a la vida, principalmente, convierte la escoria
en una nueva retórica, al igual que trabaja con el pasado y los nuevos giros
coloquiales del idioma de hoy, porque si no reciclamos las palabras,
terminaremos por oxidarnos junto a un presente vuelto chatarra y nos
paralizaremos definitivamente. Se declara afin, devoto, de la música de los
Rollings Stones y reconoce sus influencias. En la actualidad se confiesa
fanático de Miles Davis como de Duke Ellington. Anuncia un nuevo libro de
poesía en España y quizas ya se haya editado: "Apariciones profanas". Está
por editar un texto de ensayos bajo el título "Magias de la escritura."
Cuatro interrogantes abren el poema "Elevación de la amada". Es un intento
desde un inicio por restar aparente importancia y minimizar, o desalentar
posiciones existencialistas a cerca del hombre, la muerte, los dioses y el
amor. Alejarnos y aproximarnos al mismo tiempo, en la profundidad del
cuestionamiento. Las preguntas cavan aun más profundo sobre esas obsesiones
humanas desde tiempos inmemoriales, y que son como pasajeros detenidos
siempre en una misma estación. ¿Qué es el hombre para que de el tengáis
memoria?, nos pregunta, se interroga Oscar Hanh. Y la duda queda en el aire
y se va reforzando con otras para ir adquiriendo los contextos necesarios.
Para que de ella tengáis olvido ¿Qué es la muerte? ¿Los dioses qué son para
que de ellos tengáis angustias? ¿Qué es la amada para que de ella tengáis
insomnios?. El hombre y su existencia, la muerte, la religión y el amor.
Cuatro trazos señalados de la especie. Como una res el hierro marca la
Hahn vuelve a interrogarnos en el primer verso de su segunda estrofa,
cuarteto: ¿Cuál silencio puede ser más hondo? ¿El que brilla en las llagas
de la nada o el que fulge después de tus sollozos/como una lámpara
invisible?. Sencillos y hermosos versos, aleccionadores en la textura de su
contenido, y todo pareciera girar entorno al tema del amor, a una manera
particular de iluminarnos con lo que se ve y no se ve. Silencio que brilla
en las llagas de la nada o el que resplandece después de tus sollozos. Ambos
son fruto del sufrimiento.
El poeta retorna en sus cinco versos siguientes en su tercera estrofa, a la
amada, y luego de un enunciado genérico: Dulce es la aurora de las
madreselvas/, reconoce en ella que Dulce es el beso de la amada/dulce es,
reitera, Cuan dulce eres tú oh hurtadora de mi agónico sueño.
Pareciera una contradicción con la interrogante del primer cuarteto, cuando
se pregunta ¿Qué es la amada para que tengáis insomnios?. Pero no, va más
lejos, porque el insomnio es intranquilidad, desasosiego, perturbación del
sueño. Mientras que el acto ilícito de la amada, de hurtar, se produce en la
agonía del inconsciente que es el sueño. Dramático, desde luego, robar ese
gozo íntimo, personal, único en cada ser humano, como son los sueños. Llegar
hasta ahí, sólo puede hacerlo el verdadero amor, ese que no habita
precisamente en el rencor, ni en la solapa de algún traje gris o en el
patètico egoìsmo del yo-yo.
Todos los adioses están escritos en el viento, subraya Hahn, y no deja de
tener razón, porque son partida veloz, pequeñas e intensas fuerzas
inasibles, raudos movimientos de pañuelos, que sólo saben desprenderse y
De alguna manera y sentido, responde a las cuatro interrogantes primarias
del texto "Elevación de la amada", porque hay un vacío casi irreparable, que
viene de unos dudosos orígenes de la importancia de la existencia y de los
mitos que perduran sobre la vida humana cotidiana hasta nuestros días, y que
suelen ser el pan diario de miles de millones de personas.
Reitera en el verso siguiente: todas las palomas llevan adioses en las
alas/todos los ojos guardan un llanto no vertido/y he aquí las palabras que
no te he dicho. Comienza a resolverse el poema, a tomar sentido tras un mar
de interrogantes y aparentes vacilaciones, dudas, incógnitas.
El amor rompe leyes, afirma rotundo Hahn/nada contra corrientes y sus ojos
escuchan. Es la innegable fuerza de todo verdadero amor y la fuerza misma
del amor. Sin embargo, advierte: De rebeliones y quebrantos está hecho el
Las afirmaciones y explicaciones no terminan allí, continúan, en el terceto
que cierra el poema junto con un verso final: Hacia lo alto van los frutos
maduros/hacia la tierra el vuelo de los pájaros/pero su condición no
El verso concluyente es una coda iluminante, revela todo, explica, otorga
sentido al viaje poético, arriba como un golpe de conejo: De nosotros dos