Ey, Limbo city,
aquí no ha pasado nada,
ni la absurda realidad
se sentaría a contemplarte
como lo hago yo esta tarde
de verano espléndida,
lejos de tus entrañas
hermosamente podridas,
sin Musa ni museos
en esta hora del ocaso tropical,
me veo en la necesidad
de contemplar una estructura
de metales inacabados
que mejora la luz de mi espalda,
ahora frente al océano.
Y nada pasará
màs que el agua
por el cedazo
del agua
y el resto de los días
la misma gota adentrándose,
como en los primeros tiempos,
en el gran océano
que algún día respirará
en la otra orilla
Todo fue y es tan perfecto
y nada será igual a nada,
vieja ecuación del bien y el mal.
Yo me quedo a la izquierda del mar,
en tu orilla imperturbable
y dejo pasar los pelìcanos grises
que descienden detrás de un pez
Se repite la estrofa
del himno en alguna parte,
como si los versos
fueran para los oídos
del algún idiota.