A, B, C Y ZLa escritura se reb(v)elaNo tenía intención alguna de escribir este sábado. Un día que se supone para otras cosas. Los días con el tiempo y nuevos días, no tienen el mismo uso. No hacen la diferencia en la hoja de la semana de un calendario. Este sábado se expresó de manera distinta, porque volvió a florecer el Guayacán y sembró de flores amarillas el jardín frente a mi ventana. Un hecho singular y bello de la naturaleza. No tiene que ver con la escritura, ni los días. Los días tienen su propio remolino, vértigo, pausa y lecturas. Días ordinarios, monótonos, despeinados, vulgares, mal vestidos. He estado leyendo una novela hasta ahora latosa, absolutamente aburrida, despiadadamente monótona, muy típica de lo que llaman autores de culto y que quizás sean incomprensibles para mí. Voy poco menos de la mitad, pero no hay nada aún en el tintero para untar la pluma. Es un éxito de narrar cosas sin mayor importancia. Mucha biografía directa, pero irrelevante, anecdóticamente superficial. La mandé a buscar a Chile, por lo que no debo quejarme o debiera no hacerlo. Pero ese no es el tema, sino la escritura misma, el oficio, la manera de hacerlo o respirarlo. Definitivamente no hay fórmula, ni receta.Si las hay, muchas, y continúan fabricándose. Talleres, academias, escuelas y los mismos escritores trazan su formulario. El recetario es viejo y los consejos abundan, buenos y malos. Difícil tarea para un iniciado y pregunta recurrente para un periodista: cómo escribe, cuándo, dónde, lee, que hace para encontrar la musa. La escritura es felicidad, es terror, es de lo mejor y peor. Un montón de frases desvencijadas, huecas, para la galería.Un montón de frases desvencijadas, huecas, para la galería. Habría que preguntarse a quién le importa, qué y cómo escribo, si los libros rebotan en los estantes de las librerías. ¿Alguien se llevará el mío para leer? Ese es otro tema. (La idea era llevar el día como un paréntesis) No siempre es posible lo imposible y si lo es porque no era imposible. Dije, el día podía esperar otro día. El día tenía riendas propias.No basta encerrarse en un cuarto para escribir como Proust. Ni ser abogado tuberculoso y transformarse en Kafka. Ir de caza y ser Hemingway. Hacerse una casa en Isla Negra y ya eres Neruda. O ciego, Borges. Estudiar en Oxford no te convertirá en Nicanor Parra, ser rico, en Huidobro o vivir en un prostíbulo, Faulkner. Ni drogarse, ser alcohólico, nacer en París, ser gay, lunático, declararse maldito, o simplemente viajar a Florencia para escribir La Divina Comedia. Aracataca no dará otro García Márquez, aunque a Macondo le crezcan las alas de las mariposas amarillas y vuele por el mundo. Es más prudente enfrentar la página en blanco con voluntad, tenacidad, perseverancia y algo de resignación, porque sabes que ya no la abandonarás. Todo sirve frente a la página, vida y lecturas, ocio, memoria, sueños, plagios a la realidad, a la biografía, los fracasos, las derrotas, éxitos, frustraciones, las inoportunas nostalgias, un puñado de arena, la rotura del tiempo, todos los pasos en falso, sin tiempo, un camino al revez y al derecho. Lo cierto es que no hay nada escrito para escribi. Hay una lista de buenos propósitos, orientaciones personales, hábitos, cábalas y experiencias personales. El fruto está en el trabajo y hay que saber llegar a él luego de pelar la ociosa cáscara. Eso lo aprende cada quien a su manera. Sin pautas, sin pausa. Indudablemente hay lecturas, la imitación es el primer paso, el olfato, observación, pasión, amor, y el absoluto irrespeto a todo lo establecido en materia de literatura. No hay tales normas, ni comportamientos. Hay grandes devoradores de libros que son extraordinarios escritores: Pound, Joyce, Borges, Pitol, Teillier, Bolaño, por citar algunos. Y ahora me sorprende Hanif Kureishi, narrador británico a quien no conozco, y es muy elogiado, a quien su mujer le dice en una reciente entrevista: te conozco hace años y no te he visto leer un libro. H.K, es quien ilustra con sus pelos parados, esta nota y está invitado como escritor estrella a la Feria del Libro de Argentina 2006. Harold Bloom recomienda dos clásicos: Shakespeare y Cervantes. Pound, en su ABC es muy preciso con su definición de la poesía, inolvidable, para no buscar más definiciones: lenguaje cargado de sentido. Y define al escritor como un científico que examina su presa. Pound sabía lo que decía. Kureishi dice, es su fórmula al parecer: "Me encanta ver la tele por la noche, bien tarde. No leo a Dostoievski antes de acostarme. Estoy seguro de que alguna gente lo hace, pero a mí lo trivial me gusta porque vacía mi cabeza, y una vez que uno tiene la cabeza vacía empieza a entretenerse con las cosas que le rodean. También me encanta leer los diarios. En parte porque son triviales, en parte porque las historias que cuentan son increíbles, uno no podría inventarlas tan absurdas. Así que reconozco que mis fuentes de inspiración no son particularmente profundas". Parece irreverente y simple, epro cuando le rpegunta por la escritura, sostiene: "Ah, ahí sí que soy muy metódico. Aun en los períodos en los que sé que no me va a salir nada, voy a mi estudio y me siento a trabajar como si tuviese algo en mente. Mi estudio está en el primer piso de mi casa, donde tengo dos viejas computadoras y estoy ro-deado de libros, compact discs, fotos, dibujos de mis chicos y retratos de mi padre que hizo mi madre. Tengo docenas de bolígrafos, algunas lapiceras viejas de mi padre que disfruto limpiando y recargando de tinta, y que uso bastante porque me gusta escribir a mano; me parece que el garabato es algo más íntimo y natural que la letra de molde. Todas estas cosas son hábitos, obviamente. A muchos artistas los rituales que rodean su arte les resultan tan importantes como el arte mismo y, como Beckett, al escribir estoy lleno de estas pequeñas obsesiones que eran su estética de repeticiones fútiles. Pero creo que si uno no es un obsesivo, no puede ser un artista por más imaginativo que sea." Ha dicho la clave, H.K, la obsesión es parte fundamental para desarrollar el arte.
Para ganar dinero fácil, escribía libros eróticos bajo un seudónimo femenino, se confiesa, y eso es parte de la escritura y de lo que vino después con su otra literatura, que lo llevó a ganar un Oscar. Hanif Kureishi nació en Londres en 1954, de madre inglesa y padre nacido en la India pero que se consideraba paquistaní. H.K. se declara admirador de Gabriel García Márquez, el gran fabulador, porque recupera la capacidad de la novela de contar historias , como de Vargas Llosa, Fuentes y Borges. Todos son grandes lectores y abrazaron la literatura como un acto de vida. Borges era un hombre-libro. García Márquez leyó a los 9 años Las Mil y una Noche. Bajo un árbol de mango, cuenta Dasso Saldívar, uno de sus más destacados biógrafos, desmontaba como un relojero a Faulkner, Dos Passos, Capote, Anderson, Huxley, Caldwell y Virginia Woolf. Y leído también Proust, el Siglo de Oro Español, Neruda y Darío. Sus primeras notas periodísticas, cartageneras, revela Daso Saldívar, en su mayoría, de un estilo empedrado de metáforas rebuscadas y chocantes, pescadas en el río piedracielista, y una sintaxis sinuosa, que muchas veces encalla en lo inverosímil, pues el articulista no logra aún el empalme convincente entre literatura y periodismo. No siempre escribió bien y su estilo claro, ordenado, musical y sugerente es producto de una ardua y larga búsqueda, concluye su biógrafo. No hay fórmulas, sino trabajo definitivamente.
(Las declaraciones de Kureishi fueron tomadas de la entrevista al autor firmada por Juana Libedinsky en el País Cultural de Uruguay.)
Rolando Gabrielli©2006