Susan Sontag no pudo equivocarse tanto al recomendar la traducciòn e introducciòn de las obras de Roberto Bolaño en Estados Unidos. Ni los lectores dispersos por el mundo pudieron ser tan ciegos o dejarse seducir estùpidamente al mismo tiempo por sus historias. Es comprensible el malestar para escritores norteamericanos e hispanoamericanos, que la obra de un latino no residente en Estados Unidos, haya subido como la espuma en ese mercado anglosajòn, tan cerrado, "autárquico" y estanco a la literatura latinoamericana y española. Las crìticas eran de esperar y se están enfocando a que la literatura de Bolaño es "un arreglo de sus editores con el mercado"
El mercado editorial tiene toda la capacidad para inventar autores y crear espacios donde se repite una y mil veces la misma imagen. Pero la literatura de Bolaño ya tenía un lugar cuando apareció en Estados Unidos. No estamos tan distantes geográficamente, y Roberto Bolaño ya había obtenido un premio consagratorio para Los Detectives Salvajes con el Rómulo Gallegos de Venezuela además de otros éxitos no tan resonantes, pero que marcaban una trayectoria y camino a esta estrella distante de la generación del boom. Antes de depedirse tempranamente en el Mar Mediterràneo, el 2003 en Sevilla, sus pares lo ascendieron al altar de la gloria en un reconocimiento poco habitual para un escritor vivo, aunque èl ya estaba en carrera mortal hacia la inmortalidad. Se estaba despidiendo y esta vez era definitivo.
Siento que Bolaño ejerciò su propio pasado, presente y futuro literario. Lo ordenò en su alfabeto personal. El resto le queda a sus lectores para descifrarlo de acuerdo con sus intereses.
Bolaño fue borgeano y cortazariano, parriano hasta la muerte, y pocos narradores entienden la influencia de la poesìa en la narrativa como èl que era poeta. Se apoyò en el rigor, la excelencia de Borges, me parece, y en la imaginaciòn, el desprendendimiento del lenguaje cortazariano, como si reforzara su doble espejo en alguna casa abandonada. Lo de Bolaño fue no atarse a ninguna frontera, menos la del lenguaje, ni a camisa de fuerza alguna.
Se lee en América latina, España, en las cofradías literarias, universidades, círculos de lectores solitarios, mucho antes que lo descubriera el principal mercado anglosajón y le abriera sus puertas como rara vez lo hace a un latinoamericano o hispano no residente. Ya llegò a la India. Y así ocurrió como este autor de culto, referente de su generación, se instaló a regañadientes para algunos en el cotizado y jugoso mercado estadounidense.
Bolaño, poeta y narrador, polemista jodedor y con conocimiento, ya encabezaba su generación y la desprendía de los grandes mitos de la narrativa latinoamericana. Era leído con devoción años atrás, de México al Cono Sur. Los Detectives Salvajes lo consagraron definitivamente por reconstruir, presentar y recrear el poderoso motor de la vanguardia literaria) que existió en México) de los infrarealistas. Bolaño se instalò medio a medio del DF, y se puso a contar su historia, a su manera, y entrò en las venas de la sociedad mexicana y tuvo tiempo para otros paisajes que encontraron nombres e historias.
La aureola maldita del drogadicto que algunos ven en su vida y privilegian ante su literatura, se desvanecerìa por completo si no se sostuviera con una obra. Por ahì no va su gloria. Como un "asesino serial" nos fue dejando pistas y nuevas historias. Su poesía es una de las grandes pistas de su novelística y aunque él se sentía devoto poeta, en verdad es un narrador a tiempo completo. Su poesía son historias, diálogos, monólogos, algo que contar, desde la simple anécdota.
Hay libros, autores, en que los lectores pierden la cabeza y se sumergen en sus páginas olvidados de sí mismos. he sido testigo de un acto casi involuntario de alguien que entró en el túnel iluminado de una novela de Bolaño. Esa entrega, ensimismamiento que refleja el peso de un cuerpo sobre unas páginas y que los ojos devoran. Dos huecos fijos que son meros intermediarios de un cerebro con apetito voraz, motivado, eso sí por un interés específico: conocer una historia, aventura, identificación o quizás puro placer.La lectura es un acto de amor, entrega absoluta o abandono, como en el amor no se pueden soltar las páginas.
El lector (a) de Bolaño, al que me refería, abandonado como en su propia isla en las páginas de Los Detectives Salvajes, es un ejemplo decomunicación real entre una novela entretenida y su lector. Es probable que el libro lo escoja a uno, ya sea por elección directa o porque alguien te lo recomendó o regaló. El azar pudiera asociarse al deseo, pero no es lo mismo. ¿Alguien hace clic por nosotros? Hay un misterio, aventuras, vida, personajes, geografía, sentimientos, que el autor descubre para nosotros. Podríamos ignorar cada una de las propuestas o simplemente asumirlas com opropias, ser parte de la (a) ventura, comprender los sueños que seguramente tienen los personajes independientemente del autor y de nosotros mismos.
Los fantasmas de la duda tienen derecho a pasearse en sábanas y buscar una presencia material. ¿Es cierto que el mercado no soporta una vara y una cuarta más, porque su medida es ancha y ajena? Los dueños del mercado le atribuyen una propiedad impensable décadas atrás: el mercado no tiene fondo. Es un estómago gigantesco como un túnel con paredes de chicle. El mercado lo consideran simplemente insaciable. Engulle todo lo que se le presente con un buen envase. Traga sin discriminar el mercado, por sibarita, ciego, banal o porque no tiene otra posibilidad para ser más selectivo?
Todo esto puede ya ser bizantino, inútil, vicioso y estéril por si fuera poco. Un pequeño salto al vacío. Algunos libros pasan a ser portadas silenciosas. Otros vitrinean con bombos y platillos.
Escribo estas líneas sobre un avión. Apoyo restos de papeles en mi memoria. Atrás queda una isla, alguien sigue leyendo a Bolaño.
Rolando Gabrielli©2009