......mi primera visión de Bolaño en México, como un joven salvaje al que yo no le atribuía mayores habilidades detectivescas, pero que acabó teniéndolas y formidables. Era un detective extraordinario. Carlos Monsivàis
Carlos Monsivàis tenía dibujado en su huellas dactilares el mapa de México. Al menos eso noté cuando le di la mano. Su obsesión era su México lindo y querido, donde se durmió finalmente, pero no ignoró las entrañas mismas de la nación ni fue un maquillador de la realidad o un ficcionador del alma azteca en todas sus interioridades, subjetividad y realidad. Croniqueò un México al desnudo, profundo. DeFoliò el distrito capitalino, cada día escribía una nueva hoja, página que no pasaba de moda, con todas sus moscas, aire enrarecido y amebas. Respiró con sus ensayos y por su gran patrimonio que es el pulmón histórico, vivo, cultural, de un país de dimensiones desconocidas para los propios mexicanos. Todo lo que olía a México le interesaba y de alguna manera registraba una visión crítica, creativa e ilustrada, con su palabra. Monsivàis formaba parte de la geografía popular mexicana. Su cuerpo y mente estaban hechos en México y de México. Dejó impresas las voces y ecos, la razón de ser, gozos y desencantos, tristezas, la creatividad, vida y muerte del pueblo azteca. México ha sido un imán para grandes escritores, artistas, músicos, intelectuales de varios continentes, ayer, hoy y mañana. En su geografía se escribieron Cien años de Soledad, El Volcán y Los Detectives salvajes, para no desmenuzar más de lo necesario.
No sé si Monsivàis escribió sobre este curioso fenómeno mexicano de atraer cultura, como si la que tuviera le fuera poco. Imposible olvidar la ola de españoles post Guerra Civil con León Felipe a la cabeza, quien hizo camino en el país azteca, entre decenas de artistas e intelectuales españoles.
No me he detenido en la inmensa, profunda y necesaria obra, el ejercicio diario sobre la vida que hizo y ejerció sistemáticamente Monsivàis sobre otros autores, en especial los extranjeros, algunos mencionados, pero si recogió con discreción absoluta, algunas opiniones sobre el chileno Bolaño, quien trabajó, a mi manera de ver, su literatura, como un viaje iniciàtico, obsesivo, en permanente renovación, sin fronteras ni concesiones. Bolaño cita de paso a Monsivàis en Los Detectives Salvajes y el cronista de México, comenta esa obra y dice de su autor: “La influencia de Bolaño al mismo tiempo resulta inevitable y sorprende. Es un autor que se ha ido destacando de forma acelerada. En los últimos años, se ha convertido a tal punto en una referencia y, por eso, me planteo la pregunta qué hay después de Bolaño".
Curiosamente es la misma pregunta que le hice a Piglia y fue censurada. La borraron en el diario y enganché con otra. Pero Piglia también está extrañado, no sabe que viene y si lo sabe, calla y si calla otorga algo de alguna manera, porque Bolaño trazó una tercera orilla.
La pregunta es válida, los provocadores en el buen sentido de la palabra, no abundan en estos tiempos. Más y más escritores se apegan cada día a la sorpresa del terror, al golpe efectista, a la banalidad envolvente y no a la literatura como fenómeno de reflexión. Están más cerca de la editorial y del agente que del lector.
Monsivàis recuerda al autor de 2666 "en actitudes de provocación que, en ese momento, me parecieron sólo provocaciones, pero que acabaron respondiendo a toda una estructura del pensamiento; siempre acompañado de otros jóvenes que igualmente parecían ser sólo irrupciones en el escenario." Bolaño no abandonó este talante, aunque con actuaciones menos de perfomance callejeras, no dejó de dispararle al establecimiento, al mono literario, en especial chileno. Le sobreviven a estos desplantes, su erudición, lecturas y la literatura escrita, que al final de cuentas es lo único que respalda a un escritor. Ese es su capital, en definitiva. Lo demás son deudas impagables. “Le recuerdo también, insiste Monsivàis, en conversaciones que tuve con él, como un hombre profundamente obsesionado con la literatura. Concretamente, con la idea de que no le iban a engañar; de que la literatura no era lo que le decían, sino lo que estaba ahí en la página." Eso lo demuestra su pulcritud ante la página en blanco y el ordenador, la revisión permanente de sus borradores, la selección de sus materiales, el repaso de sus papeles. Se erigió como un fiscal de su propia palabra, un juez kafkiano, pero que iba hasta el final o un detective bolañiano, minucioso, dedicado, insobornable.
Lo cierto es que Bolaño sigue en cartelera. Fue una idea notable crear La Cátedra Roberto Bolaño en la Universidad chilena Diego Portales. Casi un acierto frente a la mezquindad histórica con los escritores de la diáspora chilena, cuyo ejemplo más patético es el recobro de la Mistral a través del más grande puzzle de la historia literaria chilena, durante décadas, para que fuera conocida casi en su integridad en Chile.
Ignacio Echeverría, critico español, amigo de Bolaño y editor de 2666, acaba de visitar la Cátedra R. B., el pasado 11 de noviembre donde disertó sobre La Lengua de los novelistas. Nunca nos enteramos del contenido de estas conferencias. ¿No se editan? ¿Los diarios comentan los chismes, declaraciones vagas? ¿Son solo para iniciados? ¿Son el secreto mejor guardado de la literatura chilena? ¿Para qué sirve la tan alabada Internet? Bolaño, en su adolescencia literaria, tenía que robarse los libros de las librerías del D.F. Hoy Internet populariza un poco más la lectura, pero hace falta un empujón de mayor actualidad y selectividad. Para Echeverría la obra de Bolaño comenzó a conocerse primero en España, donde residía, que en América latina y después en Estados Unidos. Difiero, me parece que el gran detonante de Bolaño fue el Rómulo Gallegos, premio emblemático venezolano a su novela Los Detectives salvajes (1999), que ganaron los maestros del boom latinoamericano Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes. Y aún así le costó remontar en el reconocimiento en la península. El olfato de Herralde-Anagrama fue proverbial, soberbio, de lince en la llanura. Un año antes la había editado y se consagró en Caracas meses después. Sorprende que en su reciente visita a Chile, Nicanor Parra le haya dado a conocer a Echeverría al poeta Enrique Lihn, tan citado por Bolaño e importante en la toma de decisiones en su vida literaria. Además de la inmensidad poética de Lihn, editado en España hace décadas de décadas y vamos, no necesita presentación un intelectual de su nivel. Lihn también estuvo en Barcelona. Aunque, en poesía nada debiera sorprendernos, un género sospechoso, incierto, ninguneado, algo reiterativo, salvo honrosas excepciones.
Lo interesante es que se ha comenzado a escribir la primera biografía de Bolaño y está a cargo de la periodista y poeta argentina Mónica Maristain. Fue directora de Playboy para Latinoamérica. Seguramente nos presentará un Bolaño al desnudo y lo sacará como un conejito de su manga o sombrero. Son las sorpresas de la literatura y de autores míticos que disparan las más diversas opiniones y sensaciones entre sus lectores y detractores.
Monsivàis, no tenía complejos, decía lo que pensaba y escribía. Le llamó la atención la relación que calificó de áspera entre Bolaño y Paz, aunque no creo se vincularan mucho por la disparidad de edades y estatus. Pero Bolaño terminó por reconciliarse con el personaje mexicano de mayor reconocimiento internacional y peso específico en México. Con Neruda, Bolaño no dio tregua. Dijo que solo escribió tres libros válidos. Una boutade, porque la obra de Neruda es lo que es. Pedro Pàramo, le bastó a Rulfo para pasar a la inmortalidad; con Ficciones Borges; Cien años de Soledad, Gabriel García Márquez; Rayuela de Cortazar; Ulises de Joyce etc.
"Monsiváìs tenía su opinión sobre Los Detectives Salvajes, obra que aún no lee Carlos Fuentes. Dice él. Realmente, esa obra me pareció rápida, iconoclasta y consolidadora, escrita con esa furia que ahora, injustamente, se considera también la buena literatura, sin respeto por lo que entonces era canónico y sin saber que se convertiría en canónico”.
En el itinerario Bolaño, surge el mito, que según algunos fue prefabricado en Estados Unidos y que el autor de Estrella distante, es producto del mercado, de un cambio por el gusto de las lecturas latinoamericanas en Norteamérica. Se va más lejos en esta tesis, que circuló en una universidad de Nueva York y que sostiene que se ha reemplazado las lecturas sobre Isabel Allende e inclusive Gabriel García Márquez que copó la banca literaria en Estados Unidos durante décadas. El ex presidente Bill Clinton, le recitó de memoria pasajes al propio Garcia Márquez de 100 años de soledad, durante una visita del colombiano al país del norte. Esta tesis habla muy mal del público lector norteamericano, de las editoriales, de los manipuladores del mercado y refleja una suerte de estupidez colectiva. No olvidemos que el mercado norteamericano, sus editoriales, han privilegiado su propia literatura y la de habla inglesa, y que América latina, forma parte de la orilla que el río inunda y hace desaparecer.
El mito, según, esta visión se debe a su muerte prematura, biografía, experiencia personal en el golpe militar de Pinochet. El mismo Bolaño se encargó de restarle importancia a su incidente histórico con la dictadura militar, porque es ridículo ante los miles de muertos, secuestrados, torturados, desaparecidos, exiliados. "Los descubridores del mito Bolaño", dicen, apostaron a su pasado hippie, filosofía contestataria, (que dicho sea de paso la conservó hasta el final de sus días) y a una suerte de desadaptado joven intelectual en el DF y vagabundo por Europa, aunque todo eso tuvo sus tiempos limitados, porque en México leía como un condenado a muerte y en Europa escribía y leía como si fuera la ultima noche. Lo de la adicción a las drogas, un acento norteamericano al parecer indispensable para el glamour del escritor maldito, me parece bastante antojadizo y corre por cuenta del marketing descarado. No era un Rimabud latinoamericano, ni un Teillier, que vivió en el límite y una cuarta más. Algunas notas norteamericanas sobre la obra de Bolaño lo comparan con el cantante Kurt Cobain, quien fue una leyenda de la música, murió joven, se dice de un disparo por su propia mano en la cabeza y que sí vivía el mundo de las drogas. Susan Sontag, una de sus más grandes admiradoras, lectoras y descubridoras, recomendó traducir el Nocturno de Chile. (New Directions en Estados Unidos) Fue al meollo. El Bolaño chileno. Ahí hay que bucear y reconocerse en el Chile pinochetiano, y no por casualidad ese Nocturno se iba a llamar Tormenta de Mierda. Alguien maquilló el título como si pensara en José Asunción Silva, pero la mierda siguió cayendo durante largos 17 años y medio, hasta que por fin el mundo sacó paraguas.
Bolaño fue rebelde en México, etapa de su juventud, donde la mayoría lo es de alguna manera, lo vital es que noveló y bien esa época. Le dio un sentido a su vida y no estiró la cuerda hasta el final como su amigo el poeta co fundador del infrarrealismo, Mario Santiago Papasquiaro. (Ulises Lima en L.D.S). Murió en el mito, pero la obra no relumbró, fue más personaje que literatura.
Ciertamente se nota un deseo de presentar alguien más allá del escritor y su literatura. Algunos viajeros me comentan que es de snob leer a Bolaño en Estados Unidos y he dicho que es estùpido, porque es un escritor que va más allá de la moda o de un manoseo mercachifle. Lo interesante es leerlo. ¿Lo estarán leyendo? Hay 45 millones de personas que hablan español en Estados Unidos y los 260 millones restantes inglés, el mercado es por partida doble. Otros tantos son bilingües. la literatura de Bolaño puede ser interesante para cierto lector norteamericano porque es fronteriza, como ocurre con paisajes de Los Detectives salvajes y 2666, para no entrar en más detalles. Realidad vecina
Bolaño fue un parricida a tiempo completo, no solo un contestatario, más que un parriano. Enfiló sus cañones a los selectos hombres del boom latinoamericano, en especial los tres sobrevivientes, y al pope de la poesía chilena y latinoamericana: Neruda, ya fallecido, oleado y sacramentado por la crítica, el público lector y el pueblo. No tuvo reparos ni reparó en su cometido: descabezar e instalarse con su propia música, con menos refinamiento que Nicanor Parra, pero en su estilo. Le salvó lo escrito y su erudición, pero no disfrutó su merecida fama en vida, muy poco, alcanzó a olfatear mejores tiempos que se venían en una avalancha de nieve cálida. Por ahí hay mucho que biografiar, su estadía en España, no del todo satisfactoria para decir lo menos, incómoda. El mito hay que desmitificarlo y ahondar en sus realidades y época. Habría que hilvanar esos días en que firmó más de 20 contratos cuando le acechaba su ceremonia vikinga, su último cumpleaños, el viaje de despedida a Irlanda y la consagración que debió dispararle todos los sentidos como suele ocurrir en el último viaje, con millares de mariposas revoloteándole el estómago y un hígado moribundo.
A un autor del tamaño de Bolaño, de su impronta, le seguirán lloviendo halagos, criticas, denuestos, porque el espejo de la literatura depende del cristal con que se mire. Algunos hablarán del joven Bolaño de vida insurrecional, poética; del pendenciero, irascible, cagafiesta, porque dio un paso más allá del tradicional intelectual aguafiestas, del escritor doble perno, atornillado a sus obsesiones- enemigo de sus enemigos-; del trotskista-anarquista indefinible, mitad Lautreamont y Borges, en la doble ceguera de la videncia. Bolaño es un escritor chileno, hecho en México y España, pero de corte rioplatense, por su visión crítica, irónica, erudita, de tanto acercamiento a Cortázar, Borges, Lamborghini y con un lenguaje siempre "atemorizante" en la audacia personal, en la manera de ver la vida. A pesar de esta "ortodoxia literaria" de clásicos vivos y muertos, sobresalía en él una auténtica marginalidad, una búsqueda del otro en la ausencia de un todo. Su revolución estaba en el cambio permanente desde su esquina y sombra. Es allí donde boxeaba mejor. Daba sus mejores golpes. Hacía sentir el peso de sus palabras. Se descubrió asimismo como anarquista, de tanto arar por el centro de las orillas. En esta filosofía se identifica con Nicanor Parra, demoledor de sistemas establecidos y un francotirador que dispara a todo lo que se mueve. Detrás de toda la puesta en escena literaria de Roberto Bolaño, en definitiva está un poeta, el poeta que él fue irremediablemente.