Mis compañeros de juego,
en su futura infancia,
viajarán en el carrusel de la pos verdad,
bajo el vértigo de palabras,
escritas en lenguas desconocidas
por una nueva realidad.
Partirán tal vez con sus engañosas naves,
hacia las inocentes estrellas,
que alguna vez divisaron brillantes, lejanas
y no reconocerán jamàs que la distancia
produce el placer de lo inalcanzable.
Ya no distinguiràn una puesta de sol,
ni volverán a sentir el rocío del atardecer,
en sus distraídas manos infantiles.
Sè que nada les importará,
están llenos de vanidad.
Nada les importará,
ni el bien, ni el mal,
serán un difuso juego
de probabilidades,
allá en lo ignorado,
una aventura más,
del paisaje recreado.
Algunos seguirán viajando sin sentido,
a la eternidad,
con sus dulces de algodón
y globos de hidrógeno,
sonrientes ante el misterioso vacío,
distraídos,
a conquistar
nuevos mundos.
En los tibios pañales de la historia,
los niños y los pueblos ingenuos,
serán frágiles cáscaras de nueces,
peces que ya habrán mordido el anzuelo
y bajo las aguas turbias y oscuras,
simularán que van nadando
a contracorriente,
como peces en el agua,
pero no volverán a nacer en el mar,
ni en los ríos.
El cielo quedará poblado de los viajes
que todos soñamos algún día
y no supimos materializar.
Rolando Gabrielli©2017