Durante el 24, 25 y 26 de este mes, poetas del mundo, especialmente franceses, chilenos, la uruguaya Sofía Rosa, entre otros, se presentarán en vivo y en directo en jornadas de día y noche en diversas comunas de la capital chilena.
El Festival, que ya es una tradición desde el 2018, se inaugurará en los jardines del Instituto de Estudios Avanzados (IDEA de la Universidad de Santiago de Chile), entidad pública, cuyas raíces provienen de la Escuela de Artes y Oficios fundada en 1849.
La poesía chilena tiene alguna fama internacional, sobre todo en el mundo de habla hispana, por sus dos premios nobeles, uno en el Norte, Gabriela Mistral y otro en el Sur, Pablo Neruda, pero su historia es mucho más rica y variada por su temática diversa y la integran numerosos y sobresalientes poetas: Huidobro, De Rokha, Parra, Teillier, Gonzalo Rojas, Lihn, Hahn, Díaz Casanueva, Rosamel del Valle, Barquero, Anguita, Arteche, Uribe Arce, Rubio, Rolando Cárdenas, Gonzalo Millán, Manuel Silva Acevedo, Floridor Pérez, Oliver Welden, Omar Lara, Waldo Rojas, Zurita, y otros más que recorren con la palabra la loca geografía chilena. Son los de mi memoria y tiempo, los más nuevos van galopando y tienen por delante toda la geografía nacional con sus montañas, volcanes, valles, desierto, lagos, región antártica, ciudades, viñedos, minas, mar y mar, para ejercitar su palabra y sueños. No nos olvidemos que Chile surge de la fundación épica de La Araucana, del poeta español don Alonso de Ercilla y Zúñiga, quien inmortalizó a los originarios Mapuches (araucanos).
No olvidar, diría:
Chile, fértil provincia y señalada
en la región antártica famosa
de remotas naciones respetada
por fuerte, principal y poderosa;
la gente que produce es tan granada
tan soberbia, gallarda y belicosa,
que no ha sido por rey jamás regida
ni a extranjero dominio sometida.
Ahí, frente a los precipicios, las araucarias y el sur infinito, los Mapuches se jugaron el origen de la nación, sus tierras, lagos, volcanes, la geografía, cultura, los confines de una patria que se desangraba para vivir, nacer.
Los señoritos de Chile y Europa, intrigaban en los pasillos de la historia para apoderarse del paisaje y las riquezas de la profundidad de la tierra y de los mares, del inmenso silencio de la historia.
Es la poesía, su palabra, la que funda y nombra las cosas.
El mensaje de este Festival quiere decir que la poesía está, sigue y continuará viva mientras nuestra civilización respire, porque la palabra no solo es comunicación, es la lengua que nos habla y convoca a pasar revista a nuestras tradiciones, memoria, futuro, atizar el presente si es necesario, y atravesar de la mano con nuestra historia. Son nuestras ideas, costumbres, conocimientos, los que se tomarán el escenario, la vida pública, y la poesía viajará de voz en voz, estará absolutamente viva, al alcance de la mano, haciéndose cotidiana como el pan y el agua. Es, me parece, una invitación para leer, hablar de poesía, atrevernos a cambiar de lenguaje en estos tiempos distópicos de vidas paralelas que no terminan de juntarse.
El poema es esencialmente fuego que arde en su propia llama, madera y metal que permanece sin fundirse en los tiempos, palabra franca que humaniza al hombre y libera el mundo.
AH, LA POESÍA
(La canción de Chile y otros poemas)
Un poema no va a salvar el mundo, me dijo una mujer cuando iba leyendo un libro en el Metro, que ella descifró como un poemario, y yo me dije, esto es performance, la poesía puede brillar en las alcantarillas de la ciudad o morir en los museos de la academia.
La mujer cargaba una mochila, hoy la gente se desplaza para una aventura, estamos en guerra, sobreviviendo un virus, el cambio climático, el desempleo, todas las miserias reunidas en nuestras plagas egipcias. Sentí que los poemas, las palabras, me refrescaban, producían las dosis de oxígeno correspondientes a la travesía que estaba haciendo por la ciudad. Cada día es una carrera de obstáculos, agazapado en silencio, casi inmóvil, mudo, arrebatado de cualquier expresión corporal, protegido por una mascarilla y una careta de plástico que aún ficciona más nuestra realidad.
La mujer descendió en una estación cualquiera y se evaporó en la multitud como un poema que no busca pasar a la posteridad, ni cambiar el mundo, solo encontrar un lector que sienta que su vida ya no es la misma.
Ya no recuerdo la ciudad en que ocurrió esta situación, los sueños suelen ser no tan claros, a veces, enigmáticos y nos proyectan por cualquier lugar del mundo. Lo importante es que al poema le espere un lector.
Es tan simple
Es tan simple,
Poeta,
-y el lector lo sabe-
La raíz del poema
está en la palabra.