jueves, diciembre 15, 2011

A las ciudades les pertenecen los sueños



A LAS CIUDADES LES PERTENECEN LOS SUEÑOS


Si tú no estás en Nueva York,
En Nueva York no hay nadie

Ernesto Cardenal

ROLANDO GABRIELLI

Nueva York, (es un paréntesis) crucificada en sus rascacielos, en plena gloria, derrumbada en sus Torres Gemelas, tan llena de libertad, busca, siendo Babel, salir de su monólogo. Recurre a la literatura, al Arte, las palabras, para romper el cerco de hierro, la auto asfixia, esa página amarilla muda, insomne. La Gran Manzana, en estos tiempos huérfanos de poesía, de literatura real, vuelve con la alegría y esperanza de las palabras.


Silencio en el corazón del mundo. No hay olvido NY.


Hay Babel dentro de la Babel, los poetas nunca brillarán por su ausencia. Sorprendente este paréntesis. Aquí está la poesía en la calle, en tus manos, Lorca, Whitman, Lihn, Neruda, Cardenal, tocaron en profunda cuerda las hondas aguas del Hudson, las aceradas calles invernales y sus primaveras que no sabían que hacer con tanta belleza muerta en Manhattan.


Augusto Roa Bastos, que ya dio un paso al frente silencioso, advertía: Estamos caminando sobre la cornisa de una casa muy alta y no sabemos cuántos metros de profundidad tiene el abismo. Podemos resbalar en cualquier momento.


¿La poesía cae de los rascacielos? ¿O sube por las escaleras de servicio? Ciega aúlla en un sótano, y el Alcalde decreta un minuto de silencio por las víctimas de la palabra. No es una censura, sino un acto de fe. La moda está en creer, tragarse una rueda de carreta, el Caballo de Troya y soñar con el mito bajo de las sábanas. Se sienten millones de remos al mismo tiempo, el gesto mudo de la paciencia, avanza más lejos la noche que el día. La más global, se siente sola, la ciudad de los cien idiomas, como la poesía de nunca acabar, yace en una banca del Central Park, dándole comida a las palomas que se saben un símbolo de la paz vencida por la memoria.


Muchos nombres en NY. Un gran elenco y parloteo babélico temas individuales, voces también aisladas, en un mundo fragmentado, polarizado, dormido, anestesiado, secuestrado en su silencio, aterrorizado, paseado por el limbo universal.


Sitio de negocios, Arte, un lugar de reencuentro de los dos idiomas vecinos y allende los mares: castellano e inglés. Un corredor natural para el Verbo común. No vayamos tan lejos, si estamos aquí, al lado.


Nueva York, mi memoria está en tus calles desconocidas. Se vuela el poema en el cementerio urbano de la ciudad. El alba es el alba, en poesía no hay antes ni después. Es reflejo de neón, sueño de víbora, la palabra se arrastra en su paraíso perdido, inútil y no es posible reciclar su escombro. La lengua se aturde y el poema es el acto y supremo elogio a lo inefable, lo que se nombra porque no existe.


El poema Es también lo que Es, y nace de la Noche de la Noche, hijo de todas las oscuridades, en su secreto afán de Ser. Después de todo, su principal razón. Siempre es nuevo, no se parece ni así mismo. Pero también es pasado. El futuro es lo que le espera realmente si es verdadero.


El Verbo no es prisión eterna de su espada. ¿Cuántos filos tiene un poema? ¿O es hacha? ¿Un poema se poda así mismo T. S. Eliot? El tiempo es nómada y el poema su vasallo. ¿Dónde crece el viento, se reafirma el poema? ¿Tiene la raíz del aire? ¿Tiene la raíz de la raíz o de la palabra? La palabra tiene su casa matriz en el poema. Allí se enseñorean, rebuznan, cantan.


Estos poemas me nombran y son memoria de sus propias palabras. Tienen rótula, coyunturas, piel, pequeñas sandalias que se niegan a entrar al Infierno. Un poema es la superficie del carozo de su fruto. El poema no tiene corazón, porque debe latir por todas partes. Se sabe escrito por la yema de los dedos. Nunca niega lo que es, ni su reflejo y menos lo que no dice.


La poesía es un estado de muchas cosas repentinas, acumuladas, sorprendentes, obsesivamente, registradas y rumiadas. Todo está en gestación frente al poema, latente. No hay gracia, sino un panal lleno de palabras. La poesía carga sus dados y juega. Si el poema es redondo como un cuadrado, gana el lector. La X del poema nunca se despeja. El poema siempre interroga. Hilo suspendido en el Verbo, lenguaje de relucientes opacas monedas, madera húmeda, la red se atrapa así misma, en la palabra que la convierte en mariposa.


Nueva York, quise avisarte y no pude, esta noche no estaré en Nueva York. A las ciudades, a veces, les pertenecen los sueños.


.N.YORK

Nueva York, los edificios crecen
bajo la sombra de otros edificios.
La ciudad es una espiral
o duerme, dicen, somnolientas
sombras del atardecer y más.
La noche ya nos devuelve su cara
y le sonrío a esta virgen puta santa.
Con su velo de diosa cae el alba,
los escalones fríos que llevan sus tacos
y la veo correr en el Central Park,
loca, le digo, no dejes tu cintura
al viento, boca abajo sopla,
arriba el techo vuela estrellas,
un, dos, tres, cuatro pasos resuenan,
los días que no vuelve, vuelan,
la ciudad cruza la acera, un helado,
el frío no inmoviliza las palabras,
la ciudad es de risa, un cuerpo
inmóvil de cera, abrázame,
en el violeta la pared devora el graffiti.
Es el turno, la hora sin emergencia,
no me pidas un epitafio,
ahora quiero bailar.
(Rolando Gabrielli)


KGB BAR


Este poema es confidencial,
la huella blanca de Siberia
se recuesta en la noche, aquí
en la 4ta. Calle del este 85,
en Nueva York
y un oso duerme detrás
de la Barra de KGB Bar.
Lo delata la respiración blanca,
un profundo sueño de invierno lejano.
Dan, un whisky en la roca,
dos vodkas y tres margaritas,
Glenn y Lincoln Bennet, close
la puerta roja en el 85,
es nuestra seguridad.
Denise debiera estar en Odessa,
descifrando el mensaje
de este poema.
Johnny, Jennifer, Kim,
que todos beban gratis, esta fría guerra
ha terminado.



BABEL N.Y.


Un cajón no me devolverá
el secreto, ni el origen
del cuerpo que se lleva,
ni de sus palabras.
Lengua, mi idioma es otro,
si el sol sale al revés.
Qué rápido pasa el tiempo
En Nueva York.
Oh, Gran Manzana
apiádate de este frustrado viajero
que cansado vaga por tus postales,
y no confundas su poesía con otra poesía
y que no sea su memoria
como una maleta vacía.


 
Libertad
La libertad
es una golondrina
y hace verano.


MADAME NUEVA YORK

Olvìdame Nueva York,
no somos nada,
màs que tú y yo,
frente a un mar de cristales
crispados por la distancia,
amantes del mar y sus aguas,
un museo flotante, rascacielos erizados
como si la noche descendiera a volarnos de su altura
inverosímil escrita en el infinito abecedario,
de tus palabras rentadas
para la ocasiòn
Sospechas que las deudas sobrepasan
la realidad y nada ilumina màs
que la oscuridad en medio de la luz,
donde queman las entrañas
esas falsas monedas
falsas de W.S.
Multitudes sin aire respiran
una misma burbuja soleada,
horadan con sus pies la huella de Nueva York,
nieve oscura sobre el espinazo tibio
extranjero
Cabes apenas en un recorrido de mi memoria
de gourmet de provincia,
me digo,
flor de las distancias, alas pàjaras
tu opulencia de sacerdotisa mundana
babilònica gastronòmica histriònica
llena de basura mi nostalgia
este desconocido noviembre
No me pongas a prueba
con tus diamantes desgastados
Alguien nos ha engañado
con pasos que en alguna calle
resuenan en mi memoria
A nadie le sobra tiempo
para ver la nieve pàlida,
detràs del vidrio la cara
del poeta en Nueva York
Y venir hablarnos sus perros,
de la sombra, de sus dìas
ladràndonos
Par de desconocidos,
cada uno caminando
a la inversa
de nuestras historias
por el Central Park
al lado de nadie,
como en el cine mudo
flotando con el aire
de las carcajadas
Madame Nueva York,
por tu ombligo
de moneda corriente,
te amo.

 Rolando Gabrielli©2010

WHITMAN EN N.Y.

Las calles de Manhattan están vacías de poesía.
Un poema no es una tienda o un policía a caballo,
ni siquiera este aroma de rosas náufragas
que alguien cuelga en sus manos y camina,
o la piel de un traje de estación
y estas muchachas que alumbran con sus risas
las vitrinas doradas de la Gran Manzana.
Nueva York, más bien le ha dado la espalda
a Walt Whitman, quien puso nombre a la poesía
sin nombrarla.
Las palabras están en todas partes y en ninguna,
la gente camina sin saber a dónde va,
es el principio de un poema y de una gran ciudad.
Una campana se queda en el eco de un nuevo silencio,
un poema puede encontrar su rostro en los cristales rotos
de una fachada, detrás de una ventana.
Respira mejor cuando nadie sabe que tú y yo respiramos aquí,
diosa pálida, poesía,
flotamos hoja madura de calendario.
Qué raro es estar sin ti a la hora del almuerzo,
mirar la mañana amarilla del otoño,
ver que no se detiene un segundo la ciudad,
y sus espaldas adolescentes cargan mochilas
y todo seguirá su curso en la nueva estación.
Whitman arrastró el poema como un servicio público,
enfermero, bombero, albañil, conductor, amante de la Nación,
voceó el poema a los cuatro puntos cardinales,
su cuerpo humeante fue la poesía
y repartió la palabra sin un Dios conocido.
Nadie que lo haya leído podría decir:
Whitman no sudó, vivió, disfrutó el aire.
Nació en Nueva York, donde hay poesía,
pero no poetas que bajo la noche,
detrás de los espejuelos del sol,
o donde el invierno puede llegar a tener sus propios árboles desnudos,
lloran los ojos rosados de la nieve,
la inmensa lluvia del poema.
Así creció la barba de nieve de Whitman,
la noche blanca de Manhattan, la noche negra de Brooklyn,
un pedazo de cielo dobla una esquina
y la historia se muda, sin barbas, muda de espanto.
Whitman recorrió las calles rosadas de San Francisco,
sn religión,
sin partido,
con convicción.
Siempre se confundió con el Hudson,
nunca estuvo al otro lado del río.
Todos saben por donde iba cantando

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Nota
 Estos textos fueron pensados sobre  una ciudad desconocida por el autor, imaginada, soñada. No es cualquier ciudad o espacio. Todo lugar tiene una historia y de él  poseemos una percepción, aún a la distancia. Hay sitios imanes, emblemàticos, que forman parte de la memoria aún sin conocerlos. Imágenes que traen  otras imágenes como si alguien nos dibujara un sueño. El tiempo  trabaja como un doble a sueldo de la imaginación y nos repite  sensaciones desconocidas, únicas, irrepetibles. La ciudad nos habita por lo que es y no es. No existe el tiempo, ni el paso de las horas, sino el lugar, que fue y volverá a ser con o sin nosotros. El pasado en las grandes ciudades pareciera no existir por un presente absorbente que debora e interpreta el eco de nuestros pasos en otra calle. Lo anónimo y vital, adquiere la forma de un sueño irrealizable, la perfomance perfecta de la ausencia.
Estos textos hablan de lo vivido detrás del espejo, quizás pensando que así ocurrió o que podría suceder. ¿La historia puede llegar a superar su propia historia? Es parte de un principio. ¿O todo es una película, un terrible mal entendido? Sí, es cierto,  hablo de Madame Nueva York, la Gran Manzana, un fruto apetecido por millones de extranjeros en la menos extranjera ciudad quizás del mundo. Son palabras sobre palabras acuñadas en el tiempo, mientras veo caer  el silencio blanco de la nieve como si el tiempo se ilusionara con un espacio nuevo, ignorado, por venir.
 Estos textos circularon en Nueva York, New Jersey, Connecticut, Chicago, Miami, hace una semana, el pasado viernes 9 del 2011. Fueron anunciados en noviembre por el mensuario RAPANUI TIMES   que recorre las calles y negocios de Nueva York y estas otras ciudades que menciono. Fueron escritos para un lector desconocido, pero  estas palabras les pertenecían. (RG)

miércoles, diciembre 14, 2011

Académica

Me dejaste sin voz
me tapaste la boca
me dejaste mudo
Sin habla
sin lengua
sin palabras
Còmprate un diccionario,
me dijiste.
Me hormiguea la lengua
dormida en tu pozo,
No puedo seguir hablando.
Rolando Gabrielli©2011

martes, diciembre 13, 2011

Martes 13



Martes,
13 en el número,
cábala en la cábala
del poema, la palabra
es azar, cuatro hojas.
Rolando Gabrielli©2011

lunes, diciembre 12, 2011

La belleza

La belleza,
pasa, pasa,
no se detiene.
En algún lugar,
permanece,
definitivamente.
Rolando Gabrielli©2011

domingo, diciembre 11, 2011

El pesado fardo de ser Marilyn

 "Hollywood es un lugar donde te pagan 1.000 dólares por un beso y 50 centavos por tu alma. Lo sé porque rechacé la primera oferta bastante a menudo y cobré siempre los 50 centavos". Lo sé porque rechacé la primera oferta bastante a menudo y cobré siempre los 50 centavos". 
 MY Story, MM   ( editada ahora en España por Global Rhythm )

El mito, el mito no deja de crecer. Tiene combustión propia. Arde en la memoria con el paso del tiempo. Nos mira desde su propia óptica y recuerda  que toda  orfandad corre el riesgo de encontrarse a sí misma. El mito puede llegar a superarse también así mismo. Y permanece allí en la distracción de la propia imagen  casi vencida ante el silencioso heno. Es Norma Jeane Mortenson, convertida en hija de dios como  Norma Jeane Baker y reconocida por el séptimo arte verdaderamente como Marilyn Monroe. Iba a ser una estrella en un mundo de estrellas, la pequeña  huerfanita inundaría con su luz la gran pantalla y las esferas de poder de  Estados Unidos.
La foto es de Milton H. Greene, traída a  colación por el diario El País de España, con una nota sobre la actriz que revolucionó Hollywood, su tiempo e hizo historia hasta nuestros días como un simbolo sexual violado desde la inocencia. Bastaría una chispa para que su vida ardiera como el seco heno de los últimos años de su atribulada vida. En el 54 ya vivia su amor secreto con el famoso escritor Arthur Miller, quien despùés sería su marido por seis años. Los Kennedys, después de su divorcio, se conformarían con las "sobras" que había dejado el emblemático dramaturgo . Una vida agitada por todo lo alto la hija de Gladys Pearl Baker, una cortadora de negativos de una productora de cine.
Impresiona la foto como una vastedad de la derrota en medio de la espiral del triunfo. Algo discutía  en la psiquis de Marilyn Monroe por esos días y no se ponían de acuerdo. Tal vez nunca lo lograría, como en efecto pareció suceder. ¿Como bajar de la cima sin caerse? Arthur Miller, cuentan, le dio estabilidad emocional y posiblemente alas  a su  inquieta imaginación de lectora, pero todo se derrumbó, también dicen, por la personalidad  autodrestructiva de la  Diva.
A mí me sigue impactando su fotografía leyendo Ulises de James Joyce. Sentada con su exótico traje de baño en un  tobogán de  la playa de Long Island, Nueva York, MM, viaja ensimismada por las páginas finales del gran novelista irlandés. Se encuentra absorta en el famoso monólogo de Molly Bloom. El rostro de Marilyn es de incredulidad ante lo que lee en palabras de Joyce. Quizás no entendiò el lenguaje, pero una mujer abandonada por su madre, vuelta a encontrarse en un y otro lugar de la vida, con una confusa  identidad hasta el final de sus días, sabía de la existencia humana, conocía de la riqueza y fracasos del hombre.