viernes, enero 28, 2011

Les va este pez


Les va este pez
sin agua,
del rìo al mar,
muerto en la pecera.
Mi infancia
lo atribuye todo
a la falta de amistad.
Rolando Gabrielli©2011

jueves, enero 27, 2011

Hola, ¿cómo vas?

Hola, ¿cómo vas?
Arando en el mar
la piedra filosofal
que descifraràs.
¿Y tù?
En el desierto
mirándome en el espejismo,
a ver si me  pasas
a buscar.
Rolando Gabrielli©2011

martes, enero 25, 2011

Fuga, deserción, olvido/desde el Sótano kafkiano

Se sumergiò y consumiò en  sí mismo como el pez banana. La realidad busca explicaciones màs allà de sus capacidades. El silencio nos hace pensar equivocadamente que las palabras sobran. Es un dicho viejo y pegajoso, repetido. Me distancio de las palabras que sobran. J.D.S, terminó aparentemente con todo lo que le sobraba, la vida que no quería cargar como un cuerpo independiente, silvestre, al aire libre. Se encajonó en su propia distancia y  se ausentò hasta el final de sus días, a su manera. Casi lo volviò a ver solamente su espejo y su contacto mayor, màs íntimo, pasó a ser su inodoro. Ese mismo que se subastó reluciente como si nada hubiese pasado, despuès de su muerte: flamante, útil y que podrìa transmitir lo que sus fanàticos seguidores buscaban  en un Salinger que no necesitó de despedidas para cumplir con el ritual del misterio. No borraba huellas ni pistas, simplemente guardó el mundo en la caja vacía de los recuerdos por olvidar. Al final solo vimos un inodoro blanco, albo, tradicional, como si todo lo escrito despuès de El Guardiàn entre el centeno(The Catcher in the Rye) lo hubiese lanzado por el desague de la vida. Nadie debiera rendir cuentas a nadie, si no es un funcionario público. Y desde luego son los que menos rinden cuenta. Y un escritor, despuès de todo cuando  hace uso público de su palabra, ya no puede borrarla. ¿Este es el pasajero que debiera entrar en el tren de Kafka?  ¿Viajar como la nube errante que tambièn te lleva a paraderos desconocidos? ¿El no espacio, no lugar, no tiempo.? Nadie debe escribir por ti la última palabra. ¿JD Salinger convirtió en humo sus palabras? El mito crece a expensas del misterio, de lo no dicho ni actuado, aparentemente el rumor es la ola que se apodera de lo que pensamos es o se ha transformado el personaje.
El era pasajero de su propio misterio, huía de sí mismo, no solo de la gente y ni a él parecía importarle lo que venía por delante después de entrar a la gloria literaria, que abandonó por sentirla un compromiso quizás más pesado que la Segunda Guerra Mundial, donde combatió y se trajo todo el abandono que pudo acumular y vivir por el resto de su larga, compleja, frustrada, impenetrable solitaria y huraña vida. ¿No saliò de de asombros abismal? Quizás comprendió que la deshumanización del ser humano que pobabla la humanidad y se sacaba sus ojos cuervos en el frente de batalla y en los sórdidos campos de matanza y concentración, era una realidad que tomaría cuerpo, no de paz, precisamente, con el correr (roer) de los años.
Toda descripción especulativa afirmada en algunas anécdotas, declaraciones, desplantes del personaje, puede terminar en retórica pura , aunque los hechos sean reales, se repita hasta obsesionar al público lector o a quien realice una pesquisa para descifrar algo que pertenece a una compacta madeja de hilo.
Yo esperaba El Tren de Kafka, cuando El Sótano adquiere su verdadera y real personalidad y  comienza a soñar la sombra como si la luz existiera para contradecirla o justificarla. La máquina circular de la infancia resoplando un viaje a la gran memoria donde el oso hiberna y sueña blancos sueños sin un libreto que los respalde. Una cosa es la etiqueta y otra que lleva el envase, que sucede cuando se agita y pasa el tiempo. Cada cerebro tiene su manera de procesar el medio que le rodea, sirve y agrede. Hay un gran depósito, bolsones diseminados de  soldados post conflictos armados que navegan con sus antiguas brújulas, sobrevivientes tocados por el mortal y esquizofrènico gusano de la guerra. Deambulan en psiquiàtricos, bares, en sus  hogares  solitarios y suelen atacar en supermercados, universidades, escuelas, aeropuertos o aviones. No se descuelgan jamàs del frente de batalla, la trinchera perdida, la selva, el desierto, los lugares màs extremos donde se pierde casi todo cuando se termina con vida.
JDS cuando  regresò de la segunda gran  guerra planetaria, probablemente le preguntaba a cada día cuando se miraba al espejo que hacìa  ahí acompañándole con exactitud y puntualidad. Especulo sobre su encierro y la patada que le dio al mundo despuès de la gran fama que tuvo con la venta del Guardiàn. Imposible saber donde se perdiò o recobrò finalmente, por què huyó sin parar desde que se subiò  al Queen Elizabeth en 1951, rumbo a Londres,  cuando su libro entraba en la ruleta  del azar del mercado. Todo fue tan exitoso que no lo aguantò.  No puedo saberlo, si desconozco por què  no encuentro el otro par del calcetìn aun que he comprado  varios pares iguales. Aùn asì pierden a su hermano. Son los misterios màs simples.
Yo recuerdo haber perseguido una vez por la carretera aledaña al Canal de Panamà al Queen Elizabeth, el crucero que cruzaba por las Esclusas de Pedro Miguel, como si llevara  flotando una  pequeña ciudad por las aguas. Ahora se que ahí estuvo J D Salinger,  en una fuga sin fin. A mì el verano se me descolgaba por las orejas. El trasatlántico, que formaba parte de la saga de las  Queens, flotaba, solo flotaba ante mis ojos fluidamente y unas manos se despedìan desde  lo alto de la cubierta. ¿Todos somos pasajeros kafkianos? Atràs, la selva nos recordaba que estàbamos en tierra. Todo esto es parte de la memoria y el paisaje. Se cumpliò un año de su muerte, nada sabemos si escribiò algo màs, y Kenneth Slawenski acaba de publicar  una biografía  en la editorial Galaxia Gutenberg. El título de la obra es casi un chiste: J.D. Salinger: una vida oculta. Y ese fue su ejercicio de vida, una constante en la espiral de su silencio, esconderse, taparse con su sombra y crear una atmósfera de misterio alrededor de él y su obra. ¿Què estarà escribiendo y haciendo Salinger?, se preguntaba la prensa y la gente e inclusive sus amigos que fueron quedando en el camino. Algunas vagas señales rescataban los paparazzis, como esas fotos que reflejan la angustia del solitario personaje, algo  le molestaba aparentemente y el gesto lo traducía.. Quienes se han detenido en sus personajes y en el mismo, atrubuyen su comportamiento a los traumas de la guerra, a una visita que hizo a los campos de concentraciòn nazi, a su concepciòn del arte: literatura y espiritualidad, porque Salinger  se sumergiò  en  El evangelio según Sri Ramakrishna, y  aprendió el Vedanta y la meditación. De esto da cuenta en una nota Daniel Verdu. A su regreso del horror, se casò con la alemana  Sylvia Welter y  a los ocho meses cancelò ese compromiso. Una relaciòn  fulminante. ¿No estaba preparado para tanta realidad? ¿Ya afloraba el irascible, dìscolo, huidizo, gelatinoso JDS? Entraba y salìa de un imparable proceso de fugas y contrafugas contenidas por  la fragilidad misteriosa  de si mismo. Verdú precisa,  citando tal vez la biografia : "Salinger se peleó con su mentor Whit Burnett, quien había publicado The Young Folks, su primer relato; se enemistó con medio gremio editorial, exigió que su foto no apareciera en la contracubierta de sus libros y acabó enfadado con sus mejores amigos (como su editor inglés James Hamilton). Al publicarse la novela, se pasó las horas deseando que desapareciese de las listas de los más vendidos."
Difícil dar con la cara de la moneda de algunas personas. Desbrozó un bosque de 36 hectàreas en Cornish  en búsqueda de sol y paz. Ahì se atrincherò con Claire, su segunda esposa, y dos hijos. Se relacionò con los jòvenes de su entorno, apunta Verdú, -ya lo sabìamos, es historia vieja, la de un soldado agotado por su existencia y fama,- y al ser traicionado por un estudiante que publicó un trabajo destinado para una escuela, volviò a su concha. Su misticismo para algunos, olía a enajenaciòn. Sentìa el medio hostil que se filtraba por sus coyunturas y no podìa ablandarse ante las amenazas de muerte. Rechazò una invitaciòn de Jacqueline Kennedy a la Casa Blanca, lo que no es poco decir, y seguramente, ya estaba ausente. Su ego, de acuerdo con sus lecturas Zen, rechazaba esos actos mundanos, quizàs. Pero una frase Zen tambièn dice que cuando llegues a lo alto de un montaña, sigue ascendiendo. Todos los fuegos ya eran artificiales probablemente para JD Salinger.
(Una biografìa son datos, pesquizas, revisiòn de la obra del personaje, todas las anotaciones y superficialidades posibles sobre un autor. Se ahonda solo en lo que se ve. Lo que està detràs del espejo, resulta ser lo màs valioso en un autor. Jerry, al parecer, de acuerdo con una conferencia revelada  `despuès de la biografìa, no era una persona tan huidiza, se relacionaba con sus vecinos hasta donde pudo, seguramente,  y viajaba a fiestas con un amigo en Londres. ¿Màs letra menuda para el mito?)
Las fotos robadas a la imagen de Salinger, dan la impresiòn que querìa darle una patada en el culo al mundo. Se distanciò del mundo y del mercado. Puso las vallas interiores contra las de la publicidad. Difícil entrar en ese  cuerpo largo, huesudo, apartado del mundo exterior, vivo como un àrbol alejado del bosque. Sonny o Jerry, le decìan  algunos de sus allegados, que cosa tan rara o comùn, en verdad da lo mismo. Lo que debemos atender finalmente, es su obra. Que haya tenido de novia a la frívola de Oona, hija del dramaturgo Eugene O Neill, a quien no amò y despuès se casó con Charles Chaplin, es màs bien anecdòtico. Pesa, tal vez, a la hora de los recuentos frustrantes, y porque  Carlitos Chaplin, fue un personaje grande en su siglo que pudo haberle irritado. No debiò ser pena de amor, sino simple ego. En esa època podìa tenerlo.
Curiosamente, en el anecdotario referido a Salinger, el asesino de John Lennon, Mark Chapman querìa ser famoso y hacerse notar. En la mañana del 8 de diciembre comprò en Nueva York un ejemplar de El Guardiàn entre el centeno- tenìa varias copias- e hizo guardia en el edificio Dakota. Lo demàs es historia.
Nota:
Otros articulos del autor sobre JD Salinger
JD Salinger, el emperador del olvido
Salinger, la muerte del pez banana
¿La última palabra de Salinger?


lunes, enero 24, 2011

Limbo city day/desde el Sótano kafkiano

Se sentía màs identificado con el nombre de Rolando Denver. Eso sí, estacionado en Limbo city. Las leyendas nacen en los àmbitos desconocidos. Un punto geográfico pasadillo para no ser descubierto o conocido. Siempre se identificó con los caminos que se bifurcan. Las encrucijadas le permiten escoger hasta al Águila. El Cóndor, en cambio, lanza su aeroplano mayor sin ninguna otra alternativa que atrapar con sus feroces  garras la presa en turno. El aire se corta en un chasquido de dedos. y el eco es como un bostezo. Así el tiempo, las cosas, lo que va y viene, el viento de la  literatura se convierte en realidad cuando no existe. Todo era posible hasta lo imposible, ni lo que llaman regularmente la buena fortuna. Lo que se  dice corrientemente al alcance de la mano.  En Limbo city se puede caminar al revés y nadie lo nota. No es ninguna cábala ni tiene resultado respecto de la prosperidad ni lo que llaman la buena fortuna. Eso no se lo deseo a nadie, es absolutamente aburrido, idiota. No existe dirección alguna y cada movimiento contradice a otro, como las señales del tránsito. El humo tiene una mayor consistencia.  El mundo allí, en Limbo city, también se filtra por alguna de las rendijas digitales.  Su consistencia es gelatina  frágil. Es divertido verlo desde allí., como un caleidoscopio negro que se regula por la humedad y las lluvias. Es una película propia, este L.c.. Aquí no ha pasado nada. Los muertos se entierran en todas partes mirando el màs allà. De una orilla a otra orilla se llega sin respiraciòn finalmente. El gusano se arrastra de la misma manera.
No era necesario ser un clàsico, vivir en NY o Parìs, RDenver, para presentarse  ante este oficio desnudo y dejar correr el libreto de la realidad como si fuera escrito por uno mismo. Bajo la lluvia, que lava todo o en verano, sol de febrero, pueden ocurrir el mismo puñado de cosas sueltas que no se atan fàcilmente y vuelve a ti como la imagen de un desconocido frente a tu espejo. No quiero decir estas cosas y tampoco otras. Existe un orden, probablemente, una manera de reagrupar los sueños que la memoria repasa y no olvida. Es cierto, pero el caos es el orden verdadero. Anoche soñè con la ciudad prometida bajo la nieve que la cumbre por esta època del año. Una profesora, con quien alguna vez crucè unos mensajes, bebìa un cafè en un local àrabe y leìa un libro que habìa escrito para ella. Sonreìa como si conociera las palabras. La ventana descubrìa su rostro que aún me hechizaba detràs de la nieve y  lo iluminaba  una boina roja que no se habìa desprendido de su cabeza. Nunca le habìa visto tan dichosa. Su blujeans, de un azul intenso, tenìa una rotura a la altura de su rodilla. La moda le asentìa como a una adolescente.  Evitè caer en el sentimentalismo y me salì del sueño. Por esos días, Rolando Denver leìa J. Kerouac y dormìa con un hermoso sueño complemetamente sin sueños. Recorría las calles que tal vez nunca conocerìa. ¿Esas son las inolvidables? Dejar huellas sobre la nieve no es nada definitivo. El viento suele expresarse de una manera parecida. Hay señales que uno reconoce dormido.

domingo, enero 23, 2011

Diario a fojas cero/del Sótano kafkiano


La rata de enero roe el calendario y maquilla su sonrisa detràs de su larga cola, la estaciòn ha vuelto a su verano con hojas sueltas, tiempo a fojas cero. Es como en el principio, lo nuevo, el gas del universo,  la fragancia en el rosal  que esconde la espina. El tren de Kafka pasó con un pasajero. Lo soñé así. "En un andén que era un viejo aeropuerto, apareció la estación Kafka con el pasajero kafkiano sentado como maquinista, conductor de su viaje, destino que no era otro que dar vueltas circulares en el Sótano. Por eso lo vi frente a mì, vestido impecable de negro como si presidiera el ataúd del mundo. Oye, Franz, dinos unas últimas palabras para los ciudadanos de Limbo city. (El tren seguía en círculo sin detenerse como en la infancia  y su conductor lo guiaba con una gran maestría como si conociera todos los laberintos del universo) Mi voz no le llegaba porque en los sueños màs bien se susurra y las palabras viajan por un pozo sin fin.  Lo que se escuchaba con claridad absoluta como si llenara la noche, era su risa, se reía a mandíbula batiente. De pronto sacaba unos letreritos luminosos. Kafka anda de viaje. Súbase al tren kafkiano. Después de mì, todos somos kafkianos  ".