Uno va ascendiendo por una escalera empinada a algùn punto del cielo sobre una edificaciòn de corredores que fueron construuidos por los conquistadores españoles en la segunda ciudad de Panamà, el Casco Viejo,(Antiguo) despuès que el pirata inglès Henry Morgan saqueara Panamà La Vieja (1671) y en medio de la refriega se incendiara la primera urbe colonial en tierra firme en el Pacifico latinoamericano. Se asciende con el vértigo y la historia pisàndole los talones y en estos poco màs de tres siglos cùantos pasos se habràn dado y quiènes fueron los que subieron a estas habitaciones, donde el pintor y arquitecto chileno, Carlos Peña tiene su taller, un espacio para reencontrar su propio espacio en el arte. Mientras subìamos pensaba que Carlos venìa de trabajar en Nueva York, en una reputada firma de arquitectos donde se hacen rascielos en el país de los rascacielos, una ciudad que se inventa asimisma las 24 horas del dìa, porque no tiene horarios, si no, habrìa la hora 25 para la Gran Manzana. La humedad del sitio me habla que hubo cuerpos, sòlo estoy aferrado a imàgenes de un pasado que imagino, sin memoria, no estuve allì, y lo màs real es una botella de vino argentino con dos copas para escuchar al pintor, ver la obra que està haciendo, cuàles son sus proyectos, ideas y celebrar este encuentro en la noche panameña, uno de tantos azares. Las paredes recuerdan el pasado, no està totalmente intervenidas, muestran su historia, heridas, trazos de la piedra a flor de piel, quienes respiraron antes que nosotros.
Siempre me ha marcado la arquitectura, reconoce Carlos Peña, quien estudiò en la Universidad de Artes y Ciencias de la Comunicaciòn en Santiago de Chile y un dìa decidiò partir a Nueva York a buscar y realizar un sueño, conocer y vivir con esta muñeca de mil cabezas, que es tambièn la paleta del pintor. En Nueva York, New Haven, East Village, NYC, Manhattan, recuerda Peña pintaba en un Sòtano y trabajaba en las alturas. En Panamà, hace un gesto de sorpresa como si el destino construyera su porpia agenda, trabajo como arquietcto en un Sótano y pinto en un tercer piso, en esta especie de palomar de la Bell Epoque colonial. Vivo un ciclo al revès, gatilla el pintor, una palabra que le gusta usar, es como un potente clic para la acciòn y la dinàmica de la imaginaciòn. Los espacios se han invertido, las ciudades de son otras, los colores, olores, el clima, la gente, una ciudad que hospeda al mundo y otra en trànsito permanente, aunque cada vez màs cosmopolita. Los ciclos son personales, agrega el arquitecto Peña, que prefiere ser Artista, aunque-sostiene- cada creador posee su propio ciclo y las influencias que tengo devienen de otros pintores que siempre vuelven. Matta, un referente importante de Peña, habla de un lenguaje, nos cuenta, no es un pintor, su arte representa los diferentes lenguajes, las matemàticas yal mismo tiempo crea en sus cuadros personajes y ficciones a travès de la pintura. "Una mancha habla y traduce lo que busco: mi propio lenguaje" Hay juego e intimidad en la pintura,a cota, se da una seducciòn definitivamente, aparece y desaparece lo que buscamos. "Siempre habrà una bùsqueda", enfatiza. Este es mì perìodo de los Ciclos. Antes buscaba un lenguaje y ahora defino màs mi temàtica. Busco mi objetivo y le doy consistencia, subraya Carlos Peña, señalando su màs reciente obra: Ciclos
La pintura comenzò en la Universidad en Santiago, hace un poco de historia y revela antecedentes, de còmo se iniciò y què le motivò a buscar y dirigirse con su propio lenguaje en el mundo de las personas y cosas. Cuando ingresè a la Universidad, un profesor y arquitecto me dijo: salieron del colegio, deben volver a pensar y a escribir. Asì encontrè el Arte, explica Carlos Peña, de manera simple y tambièn la historia, añade. Un profesor me motivò, pero el ruido estaba allì, pareciera decirnos. Hechos que me abrieron un camino y comencè a pintar en las madrugadas, en las horas en que solo los sueños nos despiertan.
Tres ciudades persiguen las huellas de Carlos Peña: Santiago, Nueva York y Panamà. Todos los extremos y las distancias, nada màs parecido que las diferencias. ¿Què ha significado Santiago?, le pregunto, y me imagino la ciudad con su rìo atravesàndola y montaña nevada, los escombros que atraviesan mi memoria, trazos hundidos en la infancia, paredes ciegas, inanimadas. ¿Cuál es el color de Santiago? Verde amarillento, me responde. Chile es un paìs para crear, sostiene. ¿Y Nueva York? Gris oscuro, tintes rojos, ciudad de la energìa, de las razas y sexos. Una ciudad maravillosa que me quiere expulsar y cada vez màs me retiene, revela el pintor, su verdadera identidad con NY. "Es una escuela, una ciudad increìble por su grandeza. Ciudad grande en una Isla pequeña", la define finalmente. Y llegamos a Panamà, la última parada, el lugar de esta conversaciòn, el que menos conoce. El color del istmo, para Peña es amarillo verde intenso.Panamà es un lugar de pocas distarcciones, te eprmite concentrarte en lo que quieres, sostiene el artista. Ese es el ojo del pintor, como siente y ve la geografìa, el espacio y respira tambièn la atmòsefra de kos lugares donde piensa su pintura y traza sus caminos. Nueva York, subraya, "significò concretar mi creatividad, asumir, enfrentar la ciudad, porque eso era hacerlo tambièn con mi existencia, propia vida." Hay que dejar algo en los lugares. Mi bùsqueda es interpretar los actos humanos, puntualiza. "La pintura es mi motivaciòn principal, un factor determinante en mi vida, presente, y sobre todo, futuro. Es mi medio para expresar mi libertad". Rolando Gabrielli©2011