En unas horas los suecos deben dar el premio Nobel de literatura. Me
tiene sin cuidado. Estoy viendo esta imagen del muro fronterizo de Mèxico y Estados Unidos. La soledad
de la implacable soledad que
impone el muro al lugar y a quienes
vemos la fotografía y la soledad de los inmigrantes.
Los muros se han
multiplicado por el mundo desde que derrumbaron el muro de Berlín, el más
desacreditado y publicitado de todos. Parecía un muro solitario, único, acomplejado, pero no. Son muchos ahora
los muros que se hacen compañía y responden a
un objetivo común: no dejar pasar personas, exiliados, inmigrantes,
extranjeros.
El muro norteamericano es el líder de todos los muros, por su
extensión, tamaño, antigüedad, repercusión y
porque está haciendo sus trámites en el congreso para buscar fondos y
seguir creciendo por la infinita frontera. ¿Un
muro puede estar insatisfecho por su tamaño? Quizás lo que se le critique sea
su ineficiencia, incapacidad de contención, una cierta inutilidad ante quienes demuestran sus puntos débiles. ¿Un muro puede ser invencible? ¿Cuántas
preguntas se hará un muro en la soledad, cuando siente en su lomo que alguien o muchos lo han
traspasado?
El muro está preso, estático, inmóvil, no es mucho
lo que puede hacer. No tiene autonomía. Està prácticamente sujeto al azar, como
el inmigrante. No corre ningún riesgo, en verdad, porque su presencia es inmodificable.
¿Qué piensa el muro? Quizás que lo utilizan para una mala causa y que está cansado de estar en el mismo lugar obstaculizando al hombre y a los animales, no dejando tampoco circular el viento. Siendo quizás parte de un paisaje transplantado o puede llegar inclusive a sentirse extranjero.
Un ser artificial, tal vez, provisto de algunos materiales que podrían tener una mayor utilidad constructiva y social.
El muro no lee, lo leen cuando grafitean sobre su fachada. Tiene su gracia, pone su cara , al menos, y permite expresarse a la gente. El muro es un grito al silencio frente a la intolerancia. El muro cuenta solo con los materiales con lo cual le han construido y se sabe un accidente, poderoso, pero inerme al mismo tiempo.
No todo es democracia en este mundo. La gente necesita expresarse, los canales están cerrados o suelen estarlo para quienes se representan a sí mismos o a barriadas marginales, ajenas a los escenarios que mueven los hilos del bla bla bla.
El muro parece tonto, y no lo es, se hace, porque siempre permanece ante el sol, las lluvias y nevadas, inconmovible, nadie lo mueve de su mismo lugar de guardián solitario, cuyo destino no ha escogido por voluntad propia. Un muro es algo extraño en el siglo XXI, extranjero, su lenguaje es de hierro, concreto, acero, de materiales duros, y quizás represente alguna lengua que se expresa desde la marginalidad en estos tiempos hostiles.
¿El nuevo Nobel será tan famoso como todos los absurdos muros? Mire, amigo, que han hecho historia: ¿Cuántos muertos? El absurdo pertenece más bien al ADN humano, no quiero que los muros me malinterpreten. Sí, de ninguna manera. Estoy seguro que ellos no se sienten orgullosos de su destino no buscado. Si se quedan sin habla, generalmente.
¿Seguirán creciendo, me preguntas?
No sabemos en verdad, al menos este cronista que interpreta lo que el viento se va llevando y desconocemos también hacia dónde. ¿Siempre hay una agujero mágico?
Si los muros hablaran, digo, es un decir, como dijo el poeta andino.
¿Qué tiene que ver
todo esto con el Premio Nobel de literatura, se preguntará usted querido
internauta? Probablemente, nada. Solamente reflexiono para qué sirven las palabras, si los muros nos hablan de este silencio que imponen las fronteras artificiales.
Rolando Gabrielli©2017