Hoy lleguè a casa
y no vi televisiòn.
Ayer hice lo mismo
¿Còmo es posible?
Hacìa quince dìas
que no observaba la pantalla
y comencè a mirarme el ombligo
recostado sobre un sofà
de viejas pesadillas y sueños
en aquellos antiguos medios dìas
y malas noches,
las paredes sin ojos ni oìdos.
Pero comencè a descrubrir el mundo.
Al otro lado està la ciudad,
a mis espaldas el rìo
que aùn persiste
a pesar del verano
y de los insaciables corredores
de propiedades,
que una pulgada de tierra
la confunden
con un bloque de cemento
o el hierro de un cascaròn
de barco herido
o el cristal
de un sueño roto.
¿Por què se pierden las llamadas
en los celulares?
En un manglar era un pez
que me cubrìa del dolor del mar
el aceite irrespirable
que arrojan las naves.
El bosque dejò mis alas
libres volar
o mis manos tocar
o mis ojos ver.
Divagaba, era el colonizador
de mi propia colonia en esta Amèrica,
la colmena del olvido
y de los sueños frustrados,
una pelusa en mi profundo ombligo,
pensè en la pluma de Forrest Gump.
Un ombligo es un caleidoscopio
que se comunica desde la propia
profundidad de la piel,
un paisaje diseñado por la imaginaciòn
El dìa habìa estado muerto,
colosalmente aburrido
y como si te invitara a hacer el amor
en una bodega de provincia,
entre el pajal y los tanques de aceite,
sintiendo el trote
sobre tus ancas,
recobrando el Sur perdido.
El abanico daba vueltas
con sus aspas
en la misma direcciòn
de cada dìa
sin derramar luz sus bombillos.
Una casa vacìa
es un acierto.
Al costado,
los pinos Caribe,
adivino mecièndose
bajo una luna llena
de tomate de estaciòn,
inflada, colosal, sonriente.
Las paredes blancas
como debe ser una noche
verdaderamente oscura.
Pensaba en el caleidoscopio
de mi ombligo hundido
en un pozo oscuro lleno de luz,
como si dos vientres
pudiesen existir al mismo tiempo
y encontrarse a uno
y otro lado
en una misma direcciòn.
La caverna es un sueño,
un punto de partida,
una verdadera oscuridad,
una luz por conocer,
mi semejante
buscando pan y abrigo,
lamièndose las entrañas
y todo por conocer
como el primer dìa.
Què bestias somos
din darnos cuenta.
¿Còmo se habrà hecho el mundo?
¿De una esponja màgica
adherida a algùn
silencio de roca,
ahì estaba la vida?
Los vigìas son los primeros
en ver el peligro,
sentir con sus ojos
la muerte o el inicio
de una gran batalla.
El abismo enseña
a caer libremente.
Màs lejos no se puede ir.
¿Para què brillar
en dos esferas,
si una es màs potente?
Dejè la puerta abierta
para observar su bamboleo
con la brisa del verano hùmedo
para que entrara la luz de la noche,
todo lo que se esconde
en la oscuridad
y llenara mis sentidos.
El dìa habìa sido
un inmenso miserable,
ruìn rufiàn especulador,
rata vestida de soldado
y me hizo recordar
cuando le dieron por el culo
a la primavera en 1973,
esos carniceritos del Sur
y antes, desde luego,
a tantas cosas buenas
que quedaron a la deriva
del camino,
como piedras santas
que iban barranco abajo,
silenciosamente
inmaculadas,
con el destino
ya marcado,
dados sin nùmeros,
signos leves,
cosas sueltas
que finalmente fueron
a parar
a las fosas comunes.
Yo, por aquellos dìas,
escribì el Manifiesto Comunista
y me vestì de Rosa Luxemburgo,
los muros se empequeñecieron
màs que Parìs o Roma.
Aquello no fue diferente
al cambio de otras historias
sòlo porque algunos comenzaron
a tocar un cuerno
con un sonido diferente.
El curso de un acontecimiento
puede ser una sigilosa manecilla de reloj
desplazàndose a cualquier hora
o un simple golpe de mano.
La historia no es una pulgada
o peldaño màs alta
de lo que es.
La guadaña
se presenta
cuando menos
es esperada.
En Wall Street
sigue nevando
y un loco cuenta hasta tres,
no sè si va a salir corriendo
en direcciòn contraria
de los nùmeros,
pero ignora que su mano
tiene màs dedos
que la desesperada cifra
que busca su cliente
confundido en las cerezas
que se van derramando
de una inocente cesta.
¿Islandia existe
o no existe?
¿Drinks o dreams?
Un paìs se puede borrar
con un tsunami
o una jugada de casino.
No es que la Musa no encuadre
en esta historia,
puede estar en otro baile
o de paseo cortando el viento
con su Chrysler blanca
en alguna carretera nevada,
bajo la bruma de enero o febrero.
Meses, todos los que vengan
con sus dàis escritos
bajo la almohada
de una noche nevada.
¿Los meses sòlo cambian de nombre?
El cuadro existe en el rollo,
es lo ùltimo que se pierde
en toda pelìcula
que cuente con un buen editor.
Los nùmeros impares
y que se repiten como mellizos
con los mismos ojos
abiertos cada mañana,
son un acierto de la naturaleza,
sin ser algo nuevo,
me asombran,
un gesto se repite,
como dosgotas de agua.
Cosas sueltas,
no olvides,
un color,
una palabra,
el dolor,
un mensaje bajo
un manzano,
la orina cada mañana
al inicio de un dìa
cualquiera,
la mano sobre la mano
puede abrir una montaña,
una ciudad,
es inmenso el rìo
aùn detenido,
uno adivina
la corriente,
escoge el sentido.
Para mì el rìo
es una palabra,
nace y nunca
se ha detenido,
una piedra
aùn olvidada
conoce su destino.
El celular suena
porque alguien
se ha confundido.
Una llamada
es para pedir auxilio,
las lìneas se congestionan,
¿es tù nùmero o el mìo?.
ring. ring, ring,
los celulares suenan
de otra manera,
todo està cambiando, cosas sueltas,
pero estàn ocurriendo.
Rolando Gabrielli©2009