Es muy tarde para hablar de Roberto Bolaño. La madrugada tropical con luna llena de un noviembre que ya se aleja del calendario. Hoy la ciudad se lavò la cara con una descarga de agua traìda y llevada de todos los cielos. Pero igual las noches son màs frescas por esta època siempre càlida en la humedad de los tiempos y el frì que se hace sentir del Norte.
El poeta y narrador chileno, RB, se ha transformado en un habituè en las páginas de este Blog y pienso que no se siente incòmodo. No existen pruebas que se haya ido o despedido quizàs màs exactamente. Desde su agonìa en el hospital catalàn, se multiplicò el cuerpo del delito: su literatura, la existencia real de su escritura. Su sombra abandonò el cuerpo fìsico y el Bolaño real asumiò el escenario de su propio juego. Estamos en su tablero de ajedrez viendo como mueve las piezas que aùn le quedan. Alfiles y reina parecieran ser sus favoritas, en medio de unos peones casi indefensos o a la espera de alguna jugada maestra para bloquear. El estado Bolaño, la atmòsfera Bolaño, el tiempo Bolaño, y siento que Bolaño se presenta asì mismo cada vez que revuelven sus cajores, escritorio y sabuesean su ordenador con olfato `de un tìsico. Y Bolaño se revela, deja hablar su silente, parlante caja de Pandora. ¿Le faltò tiempo y ahora lo sabe? Me siento casi obligado a transmitir estas palabras. ¿Uno no solo debiera hablar por uno mismo?
¿Un autor màs borgeano que los personajes borgeanos que copiaban el Otro Borges? Bolaño, presiento, no se resigna a no seguir seduciendo con los misterios de su palabra, aquella que aguantò bajo llave, que le acompañó como un silencioso paso de ballet hasta sus ùltimos dìas. Le faltò tiempo al adelantado de Santiago de Chile, con asiento en el DF y Blanes, escalas en Viña del Mar, Quilpué, Valparaíso, Cauquenes, Los Àngeles, Concepciòn, El Salvador, Castelldefels en las cercanìas de Barcelona, vagabundeos por Europa y un viaje iniciàtico a Chile 25 años despuès.
La geografía es tambièn la memoria, un tiempo vivido, observado, el espacio-lugar-entorno unido al pasado. Un escritor nunca abandona eso pozo sometido a ese tamiz, fina telaraña de acero que el tiempo no olvida, màs bien recauda como un avaro inspector de impuestos o comerciante de sedas de Oriente.
Bolaño leìa boca abajo como un pez y le sacaba la suerte a la realidad vivida. Cargó en su mochila todas las geografìas visitadas, los lugares, las gentes, historia, sumò autores, viviò el insomnio fantàstico de la palabra. Buscò la Utopìa que cargamos en la caja de Pandora que la vida nos pone en la mano y frente a una realidad que suele superarnos por fantàstica. El detective salvaje se subiò a su unicornio y viajò dentro del poema. Nos dejò un saco de piedras en el camino de la literatura para buscar un nuevo camino, como el cuento de Hansel y Gretel, todo es posible a partir del hallazgo. Lo de Bolaño nunca fue un cuento de hadas ni de duendes, el escritor combatiò con los restos de su inmensa nave poètica en la Isla Bolaño. Como todo escritor que se aprecie viviò montado en la ola del naufragio. Cada día un nuevo diluvio y el Arca sobre las aguas naufragando, frente a un horizonte que siempre se aleja un paso más. Así es la realidad. Todo lo demás es ficción.
La noche aquí crece desde un sótano, aunque las estrellas formen parte invariable de la bóveda de una superficie más elevada que crece a lo infinito, alumbranda aparentemente una historia de ciegos que buscan la aguja en el pajar de la palabra. Así se invoca la página en blanco o el silencio, ejercicio y aventura. Bolaño nos noveló fragmentos importantes de su accidentada y truncada vida. Al menos nos dijo que siempre fue feliz, algo imposible de no creer en un guerrero feroz. ¿La literatura hace feliz o es un infeliz ejercicio de la realidad?
Bolaño ha vuelto. Nunca hizo las maletas definitivas. Se anuncia para enero del 2011: -cuan lejos estamos del 2666- su más reciente libro: Los sinsabores del verdadero detective. Un título rocambolesco, anuncia la periodista de El País, Amelia Castilla. Me trae en el recuerdo la colección de Rocambole de mi padre en el ropero de su cuarto, que leía en los inviernos santiaguino. Dicen, los que seguramente han tenido algún acceso a la obra, que son las pistas, los primeros zurcos, pasos que conducen a su mega novela 2666. ¿Son restos del primer naufragio que le llevó a puerto seguro finalmente? Bolaño era, por lo que hemos visto en estos últimos siete años y meses de su aparente partida, un auténtico corredor de fondo. Miraba solo para redoblar el paso. En algún momento se enteró que corría contra reloj. No apra ganar, sino saber llegar.
Herralde, el sabueso de Los detectives salvajes y de este Bolaño que se niega a ser póstumo, anticipó que "La calidad de este nuevo libro es prodigiosa y sin lugar a dudas está a la altura de 2666". Este nuevo libro se lanzará en español, inglés, francés, italiano y alemán.
Amelia Castilla concluye su nota con un dato conocido y vislumbrado: Salvo Los detectives salvajes y 2666, sus libros en España no han pasado de los 15.000 ejemplares. Digamos que esto es pecata minuta, avaricias de las editoriales, no de la lengua, rica en sus múltiples degustaciones. Afortunadamente las traducciones en chino, inglés, alemán, francés, le han roto el culo a esta cicatería localista tan nuestra, fronteriza, aldeana.Sin duda es mejor leer a Bolaño en su idioma en el DF, sentado en el parque Forestal de Santiago, en Blanes, en el desierto de Sonora o en una Isla del Caribe, como si nada fuera más importante que correr la aventura de los personajes y las palabras.