Cuando Kafka dormía,
soñaba como Kafka,
escribía como Kafka
sobre una cubierta lisa
en las madrugadas,
el insomnio de Kafka
era el dios único de la noche
y de las palabras de Kafka
escritas sin miedo, con libertad,
muy lejos estaban del fuego
que no naciera de la imaginación
de las propias palabras de Kafka.
Todos sus papeles, borradores,
la más mínima palabra,
respondía a los sueños de Kafka,
vivían sus palabras el reino de Kafka,
único fantasma que interpretaba
sus sueños kafkianos.
Cada palabra se iría
a reunir con sus lectores,
finalmente,
por iniciativa de Max Brod
y no con las cenizas
que Kafka pidió kafkianamente
para sus libros.
Rolando Gabrielli©2013