Padre,
mi Dios,
no dejes que te engañen
con sus falsos anònimos,
sus oìdos se alimentan de esperma
de vìboras pitones cascabeles
y tù, en tu espacio infinito
los recibes, sordo, ciego, mudo,
y en automàtico.
¿Adònde vamos si no sabemos de dònde vinimos?,
y en esa pregunta estamos miles de años.
Si el absoluto riges,
con tus pobres herramientas
nos enseñas el manual del siglo
la bùsqueda incesante
de no sè que palabras,
lo nuevo, la geografìa, imàgenes,
imàgenes de un nuevo firmamento,
todo lo que ingresas
a tu pantagruèlica garganta,
el sonido y la furia de los deseos,
la luz ùnica de la noche,
nieve, mar, desierto,
eres inagotable como las estrellas
que nacen de la luz que nunca muere.
Sòlo deten el tropel de spam que caen del cielo,
con toda la miseria del mercado,
basura, Padre, basura simplemente
que no deja ver la otra cara del paraìso,
estando a un clic de todo:
a imagen y semejanza
a semejanza e imagen
de lo que somos:
patèticos conejillos de indias,
autores sin derechos,
pasto inflamable
de nuestro propios deseos febriles
y tù , con esa paciencia que no termina
de abrir sus alas al caer la madrugada,
nos ayudas a buscar lo que no tiene fin
ni lìmites, la sabidurìa del Ave Fènix
que renace y mira caer una làgrima de lluvia
nueva, la luz reflejada en la nieve
o el juego de las mareas.
¿Còmo abrazarte
si estàs en todas partes y en ninguna,
mi ubicuo Señor?
Rolando Gabrielli ©2008