TRES MOSQUETEROS EN BÚSQUEDA DE UN DETRACTOR (con el sello de Borges, Neruda y García Márquez)
Neruda, Borges y García Márquez son animales sagrados de la literatura que pueden descansar en paz. Les une la universalidad, pero son fetiches insuperables, antropófagos de la atmósfera literaria en sus respectivos países. Los fantasmas de los poetas chileno y argentino, décadas después de muertos siguen siendo los emblemas nacionales más poderosos desde sus distintas orillas en sus respectivas naciones. Lo que Borges no vio lo palpó Neruda y viceversa. Vecinos del Sur, en primera y última instancia, no dejaron de serlo. Siguen anclados en el futuro de sus nuevos lectores y detractores. Son la pasión más grande de la escritura y pasión de colegas y críticos. Neruda, tal vez más recreado como personaje, odiado y amado por su militancia, presencia en los foros, la popularidad de su poesía desde los años 20, muy temprano en su caudalosa vida literaria. Borges es más de “salón” en Argentina, y Neruda, de “batalla”, en Chile. Es notoria la “agresividad”, “conmoción” que produce el Vate de Isla Negra, después de casi 33 años de desaparición física. Han biografiado su vida de pies a cabeza y nunca pareciera estar todo dicho, ni mucho menos. Su amigo Volodia Teiteilboin, se aproxima al personaje total, integral, íntimo desde al complicidad de una vieja e inmortal amistad. Su otro amigo y compañero de diplomacia, Jorge Edwards, le da una de cal y otra de arena, desde su propia perspectiva y visión. Enrique Lafourcade, un declarado e irónico enemigo, arremete contra el político, el poeta, y sólo deja intacto prácticamente. Al Neruda de la poesía amorosa. Roberto Bolaño, un admirador incondicional de Nicanor Parra, le dedica un libro, critica, ridiculiza y también lo considera una “Vaca Sagrada”, un intocable. Hay quienes hacen antologías A Partir de Parra, en oposición al largo período nerudiano. Pero siempre el referente está ahí. ¿O Neruda es muy grande o Chile muy provinciano? Pero Isabel Allende escribe sobre la portada de un libro de Neruda y siempre cuenta la misma historia que Neruda no le dio una entrevista y que le dijo que no era buena periodista y mejor se dedicara a novelista. Antonio Skármeta hace un libro y una película: Il Postino y es premiada en Hollywood. Hernán Loyola, no ha abandonado la obra y vida de Neruda en 50 años. Acaba de editar: Neruda. La Biografía literaria. (primer tomo). Loyola que conocía a fondo a Neruda y su obra, revela nuevos episodios de la vida de este inagotable personaje. Es su más fiel y conocedor tal vez biógrafo y crítico. Jorge Teillier, solía decir que: ”A Neruda le saco el sombrero.” Inclusive hay una foto en el Sur, ambos con abrigo en un invierno y Teillier se está quitando el sombrero frente al mítico personaje. Neruda venía de feroces batallas poéticas desde muy joven con sus pares: Vicente Huidobro y Pablo de Rokha. Con Huidobro se reconcilió al final de los días del autor de Altazor, pero a De Rokha, nunca lo perdonó y llamó Perico de los Palotes, un don nadie en Chile. Fue amigo de sus amigos y enemigo de sus enemigos. Llegó a representar la chilenidad de un tiempo ya pasado, donde derechistas y comunistas se tomaban un café en la amabilidad de la atrde santiaguina. Flor de tiempo que conserva algunas espinas.
Borges, del otro lado, conservador, nacionalista, anglo-sureño, siempre argentino, orillero, universal, agnóstico, irónico, antiperonista, fue un mito viviente, ciego de la dictadura militar y sus horrores. Dijo y se desdijo, un cuentista y ficcionador extraordinario. Paseó su frágil y ciega y lúcida figura por Buenos Aires y el mundo, su clara inteligencia, la visión de su mundo y lecturas, y se tomó los escenarios de la academia y de los periódicos. Ironizó de su país, la democracia, los negros, la guerra, el amor, de todo. Odiado y amado, no tan leído como debiera, pero siempre en la primera línea de fuego. Nunca dejó de ser Borges, el Otro, el mismo, ese que se sorprendía así mismo frente a sus odiados espejos. Amó quizás tanto a la Argentina, aquella que encontró eterna, que decidió dormir su última noche fuera de su territorio y para siempre. ¿Borges se sorprendía así mismo? Se dejó condecorar por Pinochet y sepultó, hizo polvo su candidatura para el premio Nobel, que merecía hace años. No le preocupó. Tal vez, no habría sido Borges. Estuvo más cerca del papel que de la carne, todo lo contrario de Neruda. Muy admirado Borges en Chile, muy admirado Neruda en Argentina. La novela latinoamericana está en deuda con ambos escritores y otros poetas. Borges nunca escribió una novela. Dijo que no leyó Cien Años de Soledad. Al final de los militares, comprendió la tragedia y lo reconoció. estaba ciego, pero no tanto.
Gabriel García Márquez está vivo, el único de los tres y es colombiano caribeño, muy diferente temperamento al de sus pares de esta nota. Sin embargo, es un clásico vivo y muy amado y odiado en Colombia. Se les parece en eso. Un icono. Animal político, se ha hecho de enemigos. Se fue de Colombia hace décadas a México para salvar su vida. Retorna eventualmente con devoción a Cartagena de Indias, su lugar sagrado, como un misterioso viajero, pero retorna a sus lares. Supersticioso, mamador de gallo, amigo de sus amigos, no le gusta dar entrevistas, él siendo periodista. Vive en un semi retiro después de una demoledora enfermedad, de la cual es un sobreviviente. Tempranamente obtuvo el Premio Nobel y no aceptó un premio más. García Márquez y Neruda, amigos en vida, comparten su pasión por la vida, la materia, el hombre, sus circunstancias y futuro. Ambos conjugan el verbo participar. Los tres autores pertenecen a sus tierras íntimas, la ciudad, sus calles, el pueblo, el lugar, sus patrias. García Márquez creó el mítico pueblo de Macondo que en realidad existe y es Aracataca, pero él lo ficcionó e hizo universal. Neruda en su mítica Isla negra, que no es isla, ni es negra, pero fue su mundo poético. Borges, no necesitó más que ser porteño, recrear el mundo de esa portentosa ciudad, capital poética de la prosa. Borges es la punta del iceberg. García Márquez está un poco más solo sin pares notables, fuera de su amigo Alvaro Mutis, el narrador y poeta, que también vive en México. Muchos hoy viajan contra la literatura de García Márquez, el llamado realismo mágico, no sólo en Colombia, sino como lo hizo Bolaño, desde Europa. Ver rodar la cabeza de un padre o de un clásico es una delicia para quienes ponen en alto la vara de su propia escritura. Es una tradición, un deber, una necesidad de los ciclos, cambios, de la naturaleza humana del Arte de la supervivencia. La obra de estos Tres Mosqueteros de las Letras latinoamericanas e Hispano americanas, ya está hecha. Macondo es un mito; Isla Negra, también y Buenos Aires, sin duda.
Lo que los escritores deben acompañar a sus palabras públicas, son sus obras. Ellas son las que inclinarán la balanza a uno u otro lado. Lo nuevo siempre pugnará por vivir, es un acto esencialmente humano. García Márquez pareciera ser el más descuidado con su futuro y patrimonio literario. No existe una Fundación que lo proyecte cuando no esté con sus lectores. Neruda y Borges cuentan con sus fundaciones. Quizás es prematuro para el aracateño o sea su manera de ser, de ver la vida sin aprehensiones futuristas después de la muerte. Borges legó en vida, al aparecer, todo a su joven viuda, María Kodama, el día que se casó furtivamente en Paraguay y huyó a Suiza, donde tenía un compromiso irrenunciable con la muerte. Neruda había dejado un testamento, mucho antes de morir en manos de la dictadura pinochetista que prohibió su obra y conculcó su casa de Isla Negra. Son tres autores biográficos de sí mismos, por distintas vías. El yo inmenso nerudiano, su universo amatorio y material, y eterna apuesta por la vida y el hombre, conforman su perfil público y privado. Borges, lo escribió trazó desde el desdén, como si no le importara más que las dos fechas, como dijo poco antes de partir. Se biografió en Buenos Aires, sus calles, barrios, café, sueños, historia, con sus amigos, en la memoria del olvido, aquellas esquina que dobló en silencio con su luz amarillenta en los ojos en el pálido atardecer porteño. Borges apostó contra su grandeza. Se hizo invisible hilo e la red de su tiempo y de los porvenir. A nadie le era más indiferente Borges que el propio Borges, y por eso estaba seguro que otros le continuarían en el tiempo. García Márquez es periodista, biógrafo por naturaleza y su historia ya estaba escrita por los gitanos de Cien Años de Soledad. Su mundo mágico e historia personal, protagonista, testigo de excepción de la historia y la política, de los grandes acontecimientos, le permitieron Vivirla para Contarla.
Los tres autores viajaron lo que los pies le permitieron, Neruda y García Márquez más bien tomando el pulso y participando en el escenario político, y Borges, en el coche de salón, desde el penhouse de la política. Hicieron su trabajo a imagen y semejanza de lo que fueron y son: escritores comprometidos con su mundo, el que alentaron, sobre el que escribieron y acuerparon con la palabra y hechos. Vivieron un tiempo común y Neruda fue el primero en abandonar el carrusel de la vida, el más polémico de los tres porque mayor fue su compromiso con una época dividida en dos grandes bloques. Participó activamente en el primer experimento socialista democrático a nivel mundial y eso lo estigmatizó en uno y otro sentido. Poeta de Utilidad Pública, se autocalificó en un discurso en Valparaíso, adjetivo inocente para los que recibió de sus detractores. García Márquez era el más joven y sigue viviendo, aunque no es la sombra del periodista y escritor andariego, comprometido con lo socio-político que fue durante varias décadas. Su afinidad con Neruda era innegable, como su amistad. Los tres sin embargo, son clásicos en el idioma castellano.
Son tiempos distintos, y pareciera que cualquier disparo o cañón de bolsillo apaga la voz de un escritor. ¿ Para qué desgañitarse en el desierto o arar en el mar? El sepulcro pareciera estar al final de la esquina para la palabra y su verdad.
Rolando Gabrielli©2006