jueves, septiembre 25, 2008

Mi penúltima palabra


Parra, Neruda, Bolaño
Roberto Bolaño fue un provocador a tiempo completo. Bueno para la literatura, vértigo constante para su juego lúdico y chocante para sus pares. Erizó, el autor de Los Detectives Salvajes, la literatura chilena, en especial, y la hispanoamericana. Un autor equivalente con su prosa, al antipoeta Nicanor Parra, en poesía. Neruda es otra cosa. No tocó fondo, en el buen sentido de la palabra. Tocó cuerdas, incontables cuerdas su poesía.
Neruda fue uno de los protagonistas de la llamada Guerrilla Literaria y se enfrentó a sus pares: Huidobro y De Rokha.
Parra, a principio de los setenta sostuvo un duelo personal, de francotirador sin dios ni ley, con el sistema, luego de una inmolación por una visita a la Casa Blanca.
A Neruda no le perdonaron haber comido unos huevos fritos con el exPresidente peruano, el arquitecto Fernando Belaúnde Terry, en el palacio presidencial de Lima.
La Guerra Fría imponía normas y convivencias, actitudes y conductas. Dime con quien andas y te diré quien eres.
El verso, al parecer, para algunos, no podía caer impunemente del pasto al rocío.
Historia, vidas, escenarios, épocas diferentes.
Neruda fue un joven y talentoso poeta en los albores de su adolescencia provinciana. 20 Poemas de Amor y una Canción desesperada, marcó tempranamente la cancha poética chilena y definitivamente las Residencias nerudianas. El Idilio amoroso se sostiene hasta hoy dentro de las fronteras del amor.
Parra arrancó con su libro estrella Poemas y antipoemas (1954) y comenzó a ver la luz entre los grandes poetas grandes de Chile tras largos 17 silenciosos años y a marcar puntos como un boxeador que venía por su corona en los tinglados universales de la poesía en habla castellana. Parra, con su Cancionero sin nombre, no era nadie en poesía a mediados del siglo pasado. Arrancó el profesor de física y mecánica racional, con los antipoemas y se fue abriendo paso a codazos y patadas limpias. Bolaño, gran admirador del autor de Versos de salón, tuvo que empujar su sombra, abandonar su patria de origen, real, y las adoptivas, México y Estados Unidos tangencialmente, y asaltar concursos de provincia a diestra y siniestra, en el reino de España, para poder sobrevivir el vendaval de su propia palabra. Primero le llegó la enfermedad y después la fama.
El hígado real le tocò la puerta a Bolaño, antes que comenzara escuchar el eco de los aplausos y viera brillar el brillo de su estrella distante y más.
Parra de tanto alejarse de Neruda, se acercó a su propia poesía. Lihn se expresó sorprendido que Neruda le haya cedido el liderazgo a Parra. Neruda seguía siendo un referente por encima de su propia sombra. El Vate, Neruda, era el "continuador" de Rubén Darío, con su propia poética, porque abandonó el modernismo definitivamente con Residencia en la Tierra y posiblemente con anterioridad. Darío-Neruda y Parra, son los períodos innovadores en la corriente mayor de la poesia castellana. Sobre el impacto Darìo, Jorge Luis Borges dijo:"Todo lo renovó Darío: la materia, el vocabulario, la métrica, la magia peculiar de ciertas palabras, la sensibilidad del poeta y de sus lectores. Su labor no ha cesado ni cesará. Quienes alguna vez lo combatimos comprendemos hoy que lo continuamos. Lo podemos llamar libertador".
Mientras Neruda escribía en Isla Negra, editaba en cada cumpleaños un libro, Parra "era un verdadero zapador del orden poético establecido" y "sus aspiraciones eran no dejar títere con cabeza". Éstas pudieron ser palabras suyas, pero son de Neruda, contadas por el propio Parra, cuando Neruda conoció los primeros antipoemas del cuentista, narrador, Nicanor Parra. Con los Artefactos esperaba dinamitar una suerte de statu quo poético, a pesar que el patio contaba con más habitantes poéticos: Rojas, Lihn, Teillier, Hahn, Barquero, Anguita, Uribe Arce, Millán etc. etc.
Bolaño no existía en ese escenario de turbulencias poéticas. Neruda y Parra no estaban sólos, aunque fueran los últimos dos grandes mohicanos enfrentados en silencio, como esos elefantes que se niegan a ceder su espacio a la muerte. Detrás de la puerta de la poesía, se escuchaban nuevas voces y ecos a lo largo y ancho de la angosta faja de tierra chilena. El Norte y el Sur son un pretexto de los puntos cardinales.
Los tres, Neruda, Parra y Bolaño, pusieron en marcha sus propias cajas de resonancia en sus respectivas épocas. Neruda y Parra coincidieron en un mismo tiempo y escenario. Neruda contó con la Historia, ese gran escenario trágico de la Guerra Civil Española y de la II Guerra Mundial, su Partido, viajes, la propia realidad política y social chilena y desde luego su poesía que no tenía límites geográficos ni literarios. Escribió de todo cuanto pudo de Chile a la China. Parra, atrincherado en la Universidad, trabajó más a capella su nueva poesía, pero también viajó a Estados Unidos, Cuba y Rusia, se asoció a importantes universidades y casi siempre se comportó como un discípulo díscolo de si mismo, de la ruptura constante y no dejó de pronunciarse hasta hoy día, sobre lo humano y lo divino. Bolaño, el más joven, poeta, pero conocido como narrador (cuentista y novelista), tuvo que arañar más el precio de la fama y trabajó como un Samurai herido de muerte, como si la posteridad fuera un incesante presente perpetuo.
Los tres lucharon cuesta arriba por sus propias convicciones, aunque Parra es el único que sigue vivito y coleando, a sus 94 años. En el tiempo de vida le sacó ventajas a ambos: 44 años a Bolaño y 25 años hasta la fecha a Neruda. La literatura o el Arte no se mide en años, sino en la obra realizada, sin embargo, el tiempo pesa, a uno u otro lado de la balanza. El tiempo, si se toma en serio, sirve para ir acomodando mejor la obra, dejándola respirar y ese espacio permite una proyección más prolija, siempre y cuando se tengan cosas que decir.
Neruda después de la Guerrilla Literaria, mantuvo batallas como poeta y político de izquierda, participó y abogó por muchas causas y tuvo una gran desilución y malestar con una carta que le enviaron los escritores cubanos, cineastas y artistas, donde se cuestionaba y criticaba la visita del Vate al Pen Club de Estados Unidos en 1966. Neruda no olvidó ni perdonó esa misiva. Después, se concentró en su poesía y actividades partidarias, viajes, reuniones en Isla Negra y en la vida cotidiana. Siguió siendo blanco de moros y cristianos, por "burgués y comunista" Neruda ya era un Budas inmortalizado por su palabra, mantenía un hígado privilegiado para las fiestas y ataques, no se inmutaba y construía su mundo poético. Siempre estuvo en el centro de la geografía Sur y Norte de Chile, aunque el país está determinado por su condición Sur. Era un gran lector de novelas policíacas y estoy seguro que hubiese aplaudido sin reservas, a Los Detectives Salvajes. Bolaño disparó a boca de jarro al Neruda postmorten y terció por Parra y su obra, que calificó de la más importante.
Parra, con su propia guitarra, al otro lado de la Cordillera de la Costa, en las faldas de la Cordillera de Los Andes, preparaba su artillería, y contaminaba la poesía chilena, latinoamericana y norteamericana, con la Antipoesía. Su secreto consistía en distanciarse de Neruda, "un monstruo de mil cabezas", verdadero Dragón de la retórica del siglo XX. Se instaló con lápiz y cuaderno en mano a conversar con su Hablante, Parra salió a la calle, a dialogar en la antigua Plaza Pública de la Poesía, y se mantuvo en comunicación constante con los jóvenes. Había que hacer algo nuevo, distinto, apropiarse de este escenario psicológico del Hablante en curso que elaboraba con la mímica de Charles Chaplin, la mueca en el laberinto kafkiano y toda la ironía y carcajadas de ambos personajes. (recuerdo una conversación sobre Chaplín de Lihn con Parra y un Mimo chileno en su casa, un día que coincidimos de la mano del azar y del absurdo) Carlitos se presentaba en el irrepetible cine mudo de esa época. El tiempo doblaba sus sílabas en los setenta.
Parra mantuvo una fuerte polémica y enemistad, por años, con Gonzalo Rojas, un poeta consagrado a nivel internacional, aspirante al Nobel al igual que Nicanor.
Bolaño nació en Chile en 1953, vivió sus primeros 15 años, abandonó a esa edad el colegio, viaja a México y después de un año, vuelve a retirarse para siempre de los estudios formales. Vuelve a Chile en 1972 y lo vuelve a abandonar en 1973, después del Golpe de Estado. Deja México y llega a España en 1977. En 1998 comienza su verdadero reconocimiento con la premiación de Herralde de Los Detectives Salvajes y al año siguiente el Rómulo Gallegos de Venezuela. Primero escribió cinco libros de poesía y ciertamente no pasó de ser otro poeta chileno en el exterior. Su relación con Chile e historia literaria es muy diferente a la de Neruda y Parra, que siempre viajaron y volvieron a Chile y desde allí montaron su propia retórica. Ni mejor, ni peor, sino otra andadura. Neruda también escribió a la distancia poesía en general y sobre Chile. Algunos libros se gestaron en el exterior. Parra, lo más probable, en el mismo curso, podrían estar las Canciones rusas.
Bolaño vive, lee, escribe, piensa allende las fronteras chilenas y no es que olvide Chile o no atienda su temática. Para empezar, un ejemplo: Nocturno de Chile y Estrella distante. Sus influencias parrianas y lihneanas, demuestran en parte estas afirmaciones. En narrativa se decantó por Borges, Cortázar, Joyce etc. No se alínea con narradores chilenos. Su paisaje, pulmón, pasión, es México, el DF. En la Feria Internacional del Libro de Colombia, donde Chile era país invitado, me impresionó que lo dejaran por fuera del afiche de los iconos de la literatura chilena. Una obra del tamaño de la de Bolaño, no se puede borrar de un plumazo ferial. La burocracia literaria, ninguneadora, es universal, un imperdible en la sociedad global que rima con medieval. Bueno, ni García Márquez, Carlos Fuentes se dieron por aludidos de la existencia de Bolaño, sólo Mario Vargas Llosa, reconoció y elogió su obra. Nada nuevo bajo el sol de los señores generadores y dadores de vida.
Todo el boom literario latinoamericano reconoció en su momento, sin embargo, la influencia de Pablo Neruda en la nueva novela. Gajes de un mismo oficio para un tiempo y otro. Licencia de los tiempos. La narrativa, quizàs, de Bolaño aún está verde y si bien, al autor se le encienden velas, falta por estudiar a fondo su obra, impacto, la onda de expansión de la piedra lanzada sobre la superficie del agua. Se escribe sobre un castillo de viento, en el laberinto de Kafka y Borges, con los espejos de Alicia, el déficit de las hojas del calendario, como lo hizo finalmente Bolaño, sin más precipicio que el abismo personal, con la fe puesta con alegría en una derrota conocida de antemano.
Al dar vuelta la hoja, aparece Parra, como al revés del espejo. Dijo el propio autor de los antipoemas: "Una de las características de mi poesía es que su unidad esencial no es la palabra, ni la estrofa, ni la frase que sufre las inflexiones del ritmo. Mi unidad es el verso, que en mi poesía aparece como aislado, como una serie de pedradas lanzadas al lector". ¿La Obra Gruesa de Parra, son los cimientos de una nueva Poesía? Parra irrumpiò en la poesía chilena y latinoamericana en 1954 con Poemas y Antipoemas y se hizo un espacio en el escenario para sentarse definitivamente a la mesa de los poetas mayores. Pero no le fue fácil el reconocimiento, como suele ocurrir con los grandes cambios, el paso de una época a otra y así llegó, accidentado, el período Parra. Poeta de varios pisos psicològicos, culto, pero también de lo popular, sembró sus propias margaritas y regó el jardín, la parra, de su antipoesía.
Parra escribe Cancionero sin Nombre, advierte el crítico Jaime Concha, en tiempos de las Residencias nerudianas y la muerte de García Lorca, con la influencia de ambos poetas. Bolaño y Lihn, dos críticos sin cuartel de Neruda y su obra, reconocen su fascinación por Residencia en la Tierra, inclusive el autor de Amuleto, dice cuando le piden a escoger un poema de ese libro, cualquiera, que es todos. Parra, entre ironías, juegos de palabras, malabares parrianos, siempre reconoció la obra de Neruda y él màs que nadie descubrió que el Vate de Isla Negra puso el listón alto en materia de poesía. Las tardes crepusculares de Maruri, una calle de Santiago, iluminaba la poesía de Neruda, a pesar que decía: Tengo miedo. La tarde gris y la tristeza/del cielo se abre como una boca de muerto. Su poesía arrastró cadenas y libertades.
El registro de Neruda es ancho y no ajeno a las geografías que recorrió. Piano de muchas teclas. Residencia en la Tierra es un montón de versos de gran monotonía, casi rituales, con misterio y dolores, como lo hacían los viejos poetas, describe Neruda su libro desde Colombo. Tenía 25 años. 2O Poemas de amor y una Canción desesperada y las Residencias en la tierra, son los clásicos nerudianos indiscutidos que cada generación leyó y memorizó en su momento como himnos. El poeta mexicano José Emilio Pacheco dijo que Residencia en la Tierra es el mejor libro surrealista escrito en cualquier idioma. No es poco decir, pero tiene mucho de exitencialismo el poemario residenciario.
Son tres iconos de la literatura chilena e hispanoamericana, innovadores, con Residencia(s) en la Tierra, Poemas y antipoemas y Los Detectives Salvajes, y su obra en general. Pusieron a girar a su velocidad, ritmos, intensidad, con su visión, las manecillas del reloj de la literatura castellana. En Poesía es más complejo el tema en Chile, por la calidad y diversidad de sus poetas: Vicente Huidobro, Gabriela Mistral, Pablo De Rokha, Gonzalo Rojas, Rosamel del Valle, Díaz Casanueva, Enrique Lihn, Jorge Teillier, Oscar Hahn, Gonzalo Millán, Manuel Silva Acevedo etc.
En prosa chilena, junto a Bolaño, José Donoso, Carlos Droguett, Jorge Edwards, La Difícil juventud de Claudio Giaconi... cuentos de Skármeta, en la bruma narrativa, agreste paisaje, desde luego una flora y fauna con distintos matices. Tema espinoso el de la prosa.
Tres personajes singulares que pusieron la literatura chilena e hispoamericana en el mapa mundial. Neruda y Parra habían tenido fuerte impacto en Estados Unidos y seguidores, y ahora Bolaño, revive esos viejos tiempos, con su narrativa, aunque Donoso era conocido por su trayectoria novelística y como profesor en Princenton. También Fernando Alegría, profesor en la Universidad de Stanford. Ariel Dorfman en la Universidad de Duke y dramaturgo en Broadway. Y el fenómeno de Isabel Allende, que más allá de toda opinión, es el segundo Best seller de la literatura hispanoamericana, después de García Márquez. Lo de Bolaño es otra cosa: arrasó con la crítica oficial de Estados Unidos. Ramas de un mismo árbol, troncos que tomaron sus propios caminos. En esto de las afinidades y diferencias, si bien Neruda viene del simbolismo francés, Darío; Parra, Aristófanes, Luciano, Gesta Romanorum (textos medievales que influyen en Boccaccio) los poetas ingleses, ambos coinciden con Whitman y Cortázar, y Bolaño también recala en el argentino. La diferencia es que Cortázar reconoce la influencia de Residencia en La Tierra en Rayuela.

miércoles, septiembre 24, 2008

Pasajero

Pasajero
Soy pasajero,
viajero,
subo a un bus,
un tren
un avión y permanezco
con mis pies
empujando hacia
adentro de ti,
mi sombra, mi luz,
mi nacimiento.
Rolando Gabrielli©2008

martes, septiembre 23, 2008

Amor con tinta verde

Amo lo que no tiene sino sueños. Pablo Neruda



PIDO SILENCIO
AHORA me dejen tranquilo.

Ahora se acostumbren sin mí.
Yo voy a cerrar los ojos
Y sólo quiero

cinco cosas,
cinco raices preferidas.
Una es el amor sin

fin.
Lo segundo es ver

el otoño.
No puedo ser sin
que las hojas vuelen y vuelvan
a la tierra.
Lo tercero

es el grave invierno,
la lluvia que amé, la
caricia
del fuego en el frío
silvestre.
En cuarto lugar el

verano
redondo como una
sandía.
La quinta cosa son

tus ojos,
Matilde mía,
bienamada,
no quiero dormir
sin tus ojos,
no quiero ser
sin que
me mires:
yo cambio la primavera
por que tú
me sigas mirando.
Amigos, eso es

cuanto quiero.
Es casi nada y casi
todo.
Ahora si quieren

se vayan.
He vivido tanto

que un día
tendrán que olvidarme
por fuerza,
borrándome de la pizarra:
mi corazón fue
interminable.
Pero porque pido

silencio
no crean que voy
a morirme:
me pasa todo lo contrario:
sucede que voy a vivirme.
Sucede que soy

y que sigo.
No será, pues, sino

que adentro
de mí crecerán
cereales,
primero los granos
que rompen la tierra
para ver la
luz,
pero la madre tierra
es oscura:
y dentro de mí soy
oscuro:
soy como un pozo
en cuyas aguas
la noche deja sus
estrellas
y sigue sola por el
campo.
Se trata de que tanto

he vivido
que quiero vivir otro
tanto.
Nunca me sentí tan

sonoro,
nunca he tenido tantos
besos.
Ahora, como siempre,

es temprano.
Vuela la luz con sus
abejas.
Déjenme solocon el

día.
Pido permiso
para nacer.
P.N.

Me pregunto si Chile sigue siendo una Capitanía General abandonada a la suerte de su desierto, mar, cordillera, valles, a los ventisqueros, volcanes del Sur, fiordos, al sueño inacabado de su geografía. Si el país no ha dejado de ser esa provincia dormida en la copa de los Andes o Pablo Neruda, en verdad fue un poeta inagotable para toda nuestra geografía y su palabra se ha convertido en historia cotidiana, un mito que crece con el tiempo a 35 años de su muerte. Se conmemora a Neruda y su poesía sigue conmoviendo a Chile y al mundo, más allá del discutido personaje político, del amante de infinitos amores, del viajero de grandes e históricos escenarios, de los cuales siempre regresó para participar en las jornadas sociales y compartir con el pueblo la madera del profundo Sur de su poesía.

Neruda murió en circunstancias especiales en Chile, bajo el terror, fue acosado por el Ejército de Chile en su casa de Isla Negra y su casa de Santiago, La Chascona, donde un 23 de septiembre como hoy sería velado entre escombros, fue saqueada e inundada por las aguas de un río desviado por los asaltantes y verdugos. pocas veces la historia ha recogido momentos más tensos, el día de su entierro rodeado de policías, cuando el pueblo lo llevada a un nicho anónimo del Cementerio de Santiago. Neruda ya era un poeta que no necesitaba más historia, había escrito El Canto General, Residencia en la Tierra, Odas elementales, 20 Poemas de amor y una Canción desesperada, El Hondero entusiasta, Memorial de Isla Negra, Estravagario, Tentativa del hombre infinito, había sido Senador de la República, exiliado, candidato presidencial, enemigo del stablishment y obtenido el Premio Nobel de Literatura, entre otros reconocimientos.

Esta historia que vivió Neruda es parte del currículum de atropellos y vejaciones al pueblo chileno a lo largo y ancho de los tiempos. Capítulo negro del inefable capitán General de la Capitanía de Chile y de quienes le acompañaron en esta parte oscura y dolorosa que marcó a hierro a toda una generación.

Los huesos anónimos de Chile/ oscura arena de ojos muertos/ hierros oxidados de la noche/ silencio de estos muertos/ventanas de vacías calles/los cuerpos sin memoria/ascienden con su luz/pálidos, huérfanos/ Luto de Chile es la estrella negra/ lamento del firmamento.

El autor de las residencias, el viajero inmóvil, el poeta de la materia y del amor, no sé, con un nuevo libro se le bautizaba una y otra vez, a quien naciera en un polvoriento pueblo de la zona central de Chile y emigrara al Sur, a la Frontera lluviosa de todas las fronteras. En el sur profundo, desolado, abandonado, nació su poesía, contaminada del paisaje físico, de la soledad humana, del amor a la vida y a las cosas. La tierra Sur le biografió, no le dejó más espacio a su poesía que pertenecer a esa orilla de su profundo río marginal y universal. En Temuco creció su cuerpo y larga sombra. Joven se instaló en Santiago y pronto viajó a Rangún, después Argentina, España, Europa, el mundo de ida y vuelta, Rusia, América latina, Estados Unidos, la geografía chilena de canto a canto, no se detuvo su poesía en la tierra, aire o en el mar.

Fue un referente vivo, muerto ni hablar, un Buda que nos mira con su ardiente paciencia, neón para una ciudad moderna, gris, un aeropuerto entrando y saliendo por la noche de Chile, se sigue y seguirá escribiendo sobre su vida y muerte, lo que hizo y no hizo o pudo hacer, sobre su época stalinista, su poesía social y política, sus placeres, errores y amores, su palabra conocida y desconocida. Hay un tiempo para la poesía de Neruda, de Neftalí Reyes Basoalto, Icono, Catedral, Tortuga oceánica, quiso hablar por muchos, tocó puertas, corazones, habló desde el fondo de la palabra, fue amigo de las piedras, insectos, coleccionó juguetes, mascarones de proa, construyó casas, amó como el océano en sus alas, en cada resaca esperó una nueva marea.

The Savage Detectives

BOLAÑO se la jugó
Las portadas y las contraportadas de los libros están hechas para vender. Responden al mercado. Son hijas del mundo ferial. Es legítima defensa, tal vez, de los editores no jugar al azar con su producto para realizar generosas ventas o mantener a raya los números rojos. En esta edición norteamericana de Los Detectives salvajes del narrador y poeta chileno Roberto Bolaño, no se escatiman adjetivos, aunque en verdad ya la novela habia dado más de un puntillazo en América latina con el premio venezolano Rómulo Gallegos y después en España, con el Herralde. Un libro cocinado en su propia lengua. No es poco decir en nuestro saturado mercado. De la ntesala se encargó la fantástica Susan Sontag, quien recomendó a Bolaño y su obra en Estados Unidos. Esta flamante edición popular viajó de Nueva York.
El Cronista de San Francisco, en un cintillo de portada de casi dos líneas, dice, que se trata del más importante escritor emergente de América latina después de Gabriel García Márquez. (Ustedes traducirán mejor, es sólo una aproximación muy personal) Es un primer sacudón para el lector que no conoce la obra de Bolaño y que por vivir en Estados Unidos no ha tenido acceso hasta casi una década después de su primera edición, fundamentalmente por el idioma. No es una exageración llamar a Bolaño un genio. Los Detectives Salvajes pueden garantizarle la eternidad. Bolaño, dicha sea la verdad, se reiría mucho de esta afirmación, porque no creía en la eternidad de la literatura y seguramente de nada. Pero resulta intresante la afirmación, es como lo ven sus críticos, publicistas, vendedores.
Una obra que sobresale, medita sobre el Arte, la verdad y la búsqueda de las raíces. Impresionante esta deslumbrante novela. Este libro ha establecido su fama internacional. (Supongo, la de Bolaño)
Bolaño cuenta la historia de dos modernos quijotes. Los últimos sobrevivientes de un movimiento literario. Los Detectives Salvajes es una exuberante y ambiciosa novela de uno de los grandes autores latinoamericanos, se dice en esta presentación por todo lo alto, de un poeta y narrador que creía en la literatura en su gran y real sentido romántico. Playboy, bajo la firma de Leopold Froehlich, dijo."Una de las mejores novelas de la pasada década en cualquier lengua". Bolaño le da una cachetada a los lectores formales, según Los Ángeles Times. Esa frase le hubiese gustado mucho, pienso, porque es su estilo, filosofía. Gracioso y vago, persuasivo, aterrador, lo llama John Banville The Nation. Esquire no se anduvo por las ramas y se fue al fondo de la temática, a esa interpretación personal, que es lo que importa en estos y otros casos:"Es una novela lujuriosa por sexo o por sí misma y por la palabra escrita." No sé si la palabra, no me convence del todo, sea lujuriosa, pero quiere decir lo que no esconde el lenguaje. La obra maestra de Bolaño se ha traducido al inglés y confirma el estatus de los chilenos de niños terribles de la literatura en Latinoamérica, sostiene Vogue.
Son opiniones, el tiempo siempre tiene la última palabra, aunque no escriba.
PD
El Bolaño más real, dijo algunas, no pocas cosas en su última entrevista, fragmentos con sus respuestas que pido prestadas a Monica Maristain.
¿Qué siente cuando hay críticos como Darío Osses que considera que usted es el escritor latinoamericano con más futuro?–Debe ser una broma. Yo soy el escritor latinoamericano con menos futuro. Eso sí, soy de los que tienen más pasado, que al cabo es lo único que cuenta. esta entrevista se publicó en Página 12 el 23 de julio del 2003, ocho días despùés de su muerte en el Hospital Valle de Hebrón, en Barcelona, después de varios días de agonía por un coma hepático.
¿Con quién le gustaría encontrarse en el más allá?–No creo en el más allá. Si existiera, qué sorpresa. Me matricularía de inmediato en algún curso que estuviera dando Pascal.¿Pensó alguna vez en suicidarse?–Por supuesto. En alguna ocasión sobreviví precisamente porque sabía cómo suicidarme si las cosas empeoraban.¿Creyó en algún momento que se estaba volviendo loco?–Por supuesto, pero me salvó siempre el sentido del humor. Me contaba historias que me volvían loco de risa. O recordaba situaciones que hacían que me tirara al suelo a reírme. La locura, la muerte y el amor, ¿de qué de estas tres cosas ha habido más en su vida?–Espero de todo corazón que haya habido más amor.
Y sigue respondiendo por el presente:
¿No le da miedo que alguien quiera hacer la versión cinematográfica de la novela?–Ay, Mónica, yo les tengo miedo a otras cosas. Digamos: cosas más terroríficas, infinitamente más terroríficas.
Y nos habla de sus fantasmas lierarios, esos perpetuos, los que siempre vivirán bajo nuestra almohada, aquellos que nos inspiraron:
¿"El ojo Silva" es un homenaje a Julio Cortázar?–De ninguna manera.Cuando terminó de escribir "El ojo Silva", ¿no sintió que había escrito un cuento capaz de estar a la altura, por ejemplo, de "Casa tomada"?–Cuando terminé de escribir "El ojo Silva" dejé de llorar o algo parecido. Qué más quisiera yo que se pareciera a uno de Cortázar, aunque "Casa tomada" no es uno de mis favoritos.¿Cuáles son los cinco libros que marcaron su vida?–Mis cinco libros en realidad son cinco mil. Menciono éstos sólo a manera de punta de lanza o embajada aviesa: El Quijote, de Cervantes. Moby Dick, de Melville. La Obra Completa, de Borges. Rayuela, de Cortázar. La conjura de los necios, de Kennedy Toole. Pero también debería citar: Nadja, de Breton. Las cartas de Jacques Vaché. Todo Ubú, de Jarry. La vida, instrucciones de uso, de Perec. El castillo y El proceso, de Kafka. Los aforismos de Lichtenberg. El Tractatus, de Wittgenstein. La invención de Morel, de Bioy Casares. El Satiricón, de Petronio. La Historia de Roma, de Tito Livio. Los Pensamientos, de Pascal.
¿Extraña algo de su vida en México?–Mi juventud y las caminatas interminables con Mario Santiago.
¿El mundo tiene remedio?–El mundo está vivo y nada vivo tiene remedio y ésa es nuestra suerte.¿Usted tiene esperanzas, en qué, en quiénes?–Mi querida Maristain, vuelve usted a empujarme a los potreros de la cursilería, que son mis potreros natales. Yo tengo esperanza en los niños. En los niños y en los guerreros. En los niños que follan como niños y en los guerreros que combaten como valientes. ¿Por qué? Me remito a la lápida de Borges, como diría el ínclito Gervasio Montenegro, de la Academia (como Pérez Reverte, fíjese usted) y no hablemos más de este asunto
¿Cuándo ha sido más feliz?–Yo he sido feliz casi todos los días de mi vida, al menos durante un ratito, incluso en las circunstancias más adversas.¿Qué le hubiera gustado ser si no hubiera sido escritor?–Me hubiera gustado ser detective de homicidios, mucho más que ser escritor. De eso estoy absolutamente seguro. Un tira de homicidios, alguien que puede volver solo, de noche, a la escena del crimen, y no asustarse de los fantasmas. Tal vez entonces sí que me hubiera vuelto loco, pero eso, siendo policía, se soluciona con un tiro en la boca.¿Confiesa que ha vivido?–Bueno, sigo vivo, sigo leyendo, sigo escribiendo y viendo películas, y como les dijo Arturo Prat a los suicidas de la Esmeralda, mientras yo viva, esta bandera no se arriará

domingo, septiembre 21, 2008

El Chico Molina, ese duende silencioso


Al Chico Molina Ventura/
inédito hasta la sepultura/
confesándose en el Vaticano/
de ser autor del Mito de Chile/

Él, más Lobo Estepario
que Herman Hesse.
Del libro Los Poetas de Chile
Rolando Gabrielli
¿Alguien conoce mejor al Chico Molina que las sombras de la noche santiaguina o el silencio de las páginas que nunca escribió? Icono de la bohemia, mito imborrable de nuestros días, caballero-un Dandy- de la poesía. Vaya tiempos a mediados de los sesenta y principio de los setentas, Santiago del Nuevo extremo, caería en su más larga noche. Después supe, que el Chico Molina sobreviviría a esos embates del circo romano y alcanzaría la nada despreciable barrera de los 80. Cuenta la historia escrita en las voces de los bares de Santiago y de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH), recogida recientemente por el escritor y miembro de la Real Academa de la Lengua de Chile, Premio Nacional de Literatura, Alfonso Calderón, que este fabuloso personaje de fábula, escribió solo dos poemas en su vida. Uno sobre la Guerra Civil Española y otro en homenaje al poeta chileno Juvencio Valle.
Calderón hace justicia a este mito de la literaura, fantasìa, de la bohemia, poesía, un juglar de todas las noches erigido en su propio vuelo, caído como un ángel que cada día abría una puerta, una ventana distinta para la imaginería de su palabra. Venturas y desventuras del Chico Molina, es el título que lanzará proximamente Alfonso Calderón, en homenaje a este mago con circo propio. Dice el propio autor, que abre el grifo para que el Chico Molina hable, relate sus venturas y desventuras, como las contaba en tiempo real.
Tuve la suerte de conocer, compartir, escuchar al Chico Molina en su propio escenario real, el mundo de su ficción, con amigos como Jorge Teillier, Rolando Cárdenas, Efraín Barquero, la colorina Stella Díaz Varin y esos personajes que descendían al sótano de la SECH o en los lugares màs inesperados de las tertulias literarias. Ahí dictaba, gesticulaba su inocente, improvisada y profunda cátedra del conocimiento, de las lecturas que devoraba como un condenado a muerte. Siempre impecable, con corbata, su barba cana ordenada, manos de estilista prousiano, calvo, vizco, risueño, misterioso, vivaz, muy vivaz, se relamía los bigotes de nuevas y mágicas palabras. Era un misterio de que vivía, que hacía durante el día y como se las arreglaba para entrar y vivir en la discreta noche santiaguina con una puntualidad británica, arrancada al Big Ben. Muy persuasivo, sabía escuchar y mecerse la barba con maestría whitmaniana.
En su inagotable fantasía, apoyada por sus elctura e indudable cultura literaria, hablaba a diestra y siniestra, con un calculado aire de convicción de los títulos de sus libros en curso o que dejaba como posibles ediciones. De esto nos da cuenta Alfonso Calderón, un estudioso de la "chilenidad".
El sombrero de tutti fruti, Un Gregorio Samsa tecnológico y Manual de comportamiento para el Super-Ego, son los títulos de este maravilloso autor del mito y la conversación, de la palabra en primera y útima, en definitiva instancia. Libros que siempre brillaron por su ausencia. Nunca vi una duda, el más leve gesto de preocupación, el más leve malestar, una palabra de rencor, animosidad de parte del grandioso Chico Molina, que medía muchas menos de 1.60 de estatura, pero que imaginariamente se empinaba sobre la Cordillera de Los Andes, volaba por la geografía del verbo elocuente, discreto, casi el susurro de un dios jamás derrotado.
Calderón se remonta a enero de 1953, el verano caliente y seco de Santiago, cuando conoció en la librería Universitaria, providencialmente al Chico Molina, un duende sin época ni tiempo. Me imagino la escena en el bucólico, provincial Santiago, la que transitaría hasta 1973. Recuerdo los mesones llenos de libros y el rostro de las vendedoras guiando a los compradores. El sábado llegaban algunas escritores, en una cita oficializada por las circunstancias y hojeando páginas se armaban los diálogos, pequeñas conversaciones de pasillos. En distintas ocasiones divisé a Lihn, teillier, Parra, Waldo Rojas, manuel Silva Acevedo, Alfonso Calderón, Omar Lara y pierdo la lista, porque era un lugar "obligado" en la búsqueda de libros. A la salida de la librería Universitaria está Andrés Bello sentado mirando la Alameda. Al atravesar la esquina hacia el norte de la ciudad, uno llegaba a la fuente de soda llamada Indianápolis , donde se bajaban las cervesas en velocidad de pista de carrera. A la derecha de la librería Universiatria, uno dobla en esa esquina y esfila para San Diego, donde se encuentra el paraíso de los libros viejos que regía el apco Rivano y creo que aún permanece.
Cuenta Alfonso Calderón que esa mañana busca La Peste de Alberto Camus, recién editada y que el Chico Molina, a quin no conocía, se le acercó y le preguntó si había leido Periodismo de combate. Así armaron una conversación que duró toda la tarde, atravesando la Alameda, allí en Il Bisco, un ya desparecido restaurante de la bohemia santiaguina, donde nos bajábamos los ásperos vinos chilenos de esa época, que contenía una buena parte de los secretos de la felicidad. Se hicieron amigos, contaría Calderón, poco más de medio siglo después. Il Bosco era un puente en medio la Alameda, varado en la noche de Santiago, punto de encuentro y lugar para alzar la mano entre copas y amigos. recuerdo sus manteles blancos, el amplio salón y su puerta de cristal. Se entraba caminando con algo de gracia y se salía en un zig zag extranjero. Calderón revelaría también una profecía del Chico Molina, anunciada el siglo pasado: "Tú vas a ser el cronista de mi historia". El enigmático personaje acertó medio a medio en el blanco de la futura realidad. Hoy, sus aventuras y desventuras, están impresas y ha corrido la tinta donde debe ser.
Nunca fue un lector silencioso, aunque visitara la Biblioteca Nacional, como relata Calderón, esas mañanas de invierno o en la suspendida primavera, porque recomendaba, guiaba, opinaba, decía, lee a este autor, en un tuteo singular propio de las clase alta chilena. sugería con un inolvidable toque de picardía y sonrisa. Tenía el don de la recomendación, la ubicuidad de las palabras, la gracias de una sencillez tímida.
Venía de la manga de Huidobro, se codeaba en ese entonces con Braulio Arenas, Mariano Latorre y Luis Oyarzún, si, a mediados de los 40. Eran sus tertulias, el Chico Molina vivía sustentado en la precariedad, al parecer, cuenta Calderón, de unos ingresos que le proporcioban el alquiler de un cité en Avenida Matta.
A fines de los 60 visitó Francia como invitado. "Llegó diciendo que había destruido la teoría de los últimos surrealistas y que había conocido a los personajes aún vivos de En busca del tiempo perdido, de Proust", dice Calderón. Envidiable el Chico Molina, sorprendente, como siempre demoledor de cualquier statu quo, dueño absoluto de su tiempo, un hombre absolutamente libre. En la SECH y en casa de un amigo empresario de Barquero, compartimos no pocos vinos. Recuerdo que se ponía rojo y se le encendían los ojos de un brillo con destellos literarios y parecía un relator de cuentos escandinavos, esas leyendas con personajes mitológicos que abundaban en los bosques y desparecían encantados en las noches. En uno de esos viajes de la vida, el tiempo se llevó al Chico Molina. Nos había dejado sus historias, que no es poco decir. Su época final la pasó en el Bar Unión Chica junto a Jorge Teillier, Rolando Cárdenas y sus amigos. El reloj de su historia se paró en 1986.
Al recorrer este fragmento de mi juvetud, conversaciones en bares y sociedades de escritores con el Chico Molina y mis amigos, recuerdo cuando salí de Chile. Estuve en la SECH conversando con Alfonso Calderón, no era Premio Nacional de Literatura ni académicao de la lengua, sí, poeta, cronista y profesor universitario. Y le dije, me voy a Colombia, que libros me recomienda llevarme. Me dijo que la antología que él había escrito sobre los poetas de Chile, que dicho sea de paso es e las más objetivas, profundas, serias, ilustrativas, no pretenciosa, académica y digna de las antologías chilenas. Siempre la he mantenido al alcance de mi mano. (Antología de la Poesía chilena contemporánea. Ed. Universitaria 1970) Otros libros "claves" que me llevé a Colombia me los robó un poeta y decano de Filosofía, el poeta Luque que en paz descanse. La miseria humana existe en todas partes. Rolando Gabrielli©2008