UN DOODLE PARA GABRIELA
No conoció Internet, era otra época, pero ella fue una mujer adelantada para su tiempo, una poeta que no solo hizo una poesía del dolor, la infancia, su religiosidad, su tierra, la mujer, la patria latinoamericana, la vida, la condición humana, sino que se pronunció sobre las cosas públicas y no "tuvo pelos en la lengua". En un mundo de hombres, alzó su voz libre, potente, progresista, franca, sin fronteras, en un Chile cuyos críticos profesaban una suerte de misogenía provincial.
Hace 126 años nació en Vicuña con el nombre ya dibujado en la memoria de los especialistas: Lucila de María Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga. Una más aparentemente nacida en medio de los cerros de la campiña nortina chilena, en el valle de Elqui, la patria chica que nunca olvidó en su continuo peregrinar por el mundo y la poesía. Nunca salió, nos enteraríamos por su poesía, palabras, un cuando fue más errante que nunca, de su terruño de la niñez: Montegrande.
El mundo y las letras la conocerían y reconocerían como Gabriela Mistral, a la maestra rural que recorrió con alma y cuerpo la accidentada geografía de Chile, país que ha ido reconociendo a cuenta gotas su obra, su condición de mujer pionera y de intelectual universal, comprometida con las causas de los menos afortunados, de su prójimo más olvidado.
Google no ha querido olvidar la fecha incluyéndola como logo y máxima representación gráfica de su empresa global con un Doodle el día de su cumpleaños, el 7 de abril, en algunos países escogidos, como Chile, Argentina, Perú, México, España, Portugal, Grecia, Italia, Bulgaria, Islandia, Corea del Sur y Ucrania. Después de todo, la Mistral, autora de
Desolación, Tala, Lagar, Poema de Chile, es uno de los "motores" de la poesía chilena e hispanoamericana y figura relevante de la educación en América latina, como una ensayista de ideas sociales de vanguardia en su época.
Los críticos de su época vieron su poesía y obra, no todos, como anestesiólogos de la palabra, congelándola en unas cuantas frases clichés, reduciéndola a la infancia y maternidad de unas rondas provinciales archivadas en nuestra memoria infantil y fijando el perímetro mistraliano de su poesía en un puñado de manoseados versos.