La fiesta de Nicanor
Oye, se le acabó la cuerda
a Nicanor Parra,
el Pope irreverente
de La Reina y Las Cruces.
¿Ni un orgasmo más
de la antipoesía
en la noche diluviana
de la costa chilena?
Yo estoy fuera del cuadrilátero,
solo hago sombra con mi sombra
que ignora mis movimientos
cuando el sol atraviesa
toda su oscuridad.
Aun así la palabra
confía en nosotros
para designar las cosas
embelesados por el sonido del mar
y el color de dos o tres rosas.
No te distraigas, Nicanor,
ni estés lejos de las palabras,
el primer día de clases
permanece eterno en la memoria.
Escribe sobre el mar azul
y desconfía de sus frías aguas,
lee en la memoria del viento
tus últimas palabras,
como en un principio el Verbo
No creas en las estrellas
si no iluminan la casa de la antipoesía.
Ninguna distracción,
todos los relojes de arena
son un mero pasatiempo
para viejos y recién nacidos.
El poema respira
por sus propias agallas
y aun por la herida
Es mejor en vida
llamar a las cosas
por su nombre
y dejar que el fondo del pozo
refleje nuestros rostros.
No tentemos a los dioses
con más falsas profecías
Si no hay nada detrás del muro,
tu jardín lo conocieron mis manos
El poema no es la rosa,
sino las manos de la mujer
que la ha sembrado.
Rolando Gabrielli©