Paró en el Istmo, pero pasó como el olor de la guayaba. Venía de La Habana envuelto con los laureles de la gloria, que los editores estampaban en España en la portada de Cien años de Soledad. El DF quedaba en medio del invierno, de los mariachis y festejos de su cumpleaños 80.
A las 12.45 del pasado mediodía panameño estuvo en el discreto Hotel Bristol, que carece de piscina, ubicado en el centro capitalino del caliente verano istmeño. Seguramente entró en el lobby con Mercedes y su vieja sonrisa de actor mexicano de los años 50 y se encerró en las cálidas habitaciones enchapadas de madera color caoba. Pudo soñar esa primera noche con sus viejos sueños convocados en el istmo, como cocodrilos en un pantano de rosas y espinas, y los días en que Isabel veía llover en Macondo. (Panamá, abundancia de peces y mariposas).
Sólo me enteré de oídas por alguien que lo vio como una tortuga varada en el desierto, que brillaba como un diamante en el discreto comedor del Bristol. Fue suficiente historia: un Nobel en Panamá, un país invadido por el ejército más poderoso del mundo en 1989, ese diciembre de saqueo generalizado, de turbas incontenibles que trasladaron los almacenes a sus casas, pero no robaron un sólo libro de las librerías. El respeto más absoluto por la palabra impresa, una diosa intocable. La palabra permanecía inédita, al resguardo del olvido. Nunca hubo más libros sagrados que el día de la invasión. Alejandría hubiese salvado aquí todos sus libros y colecciones.
El Nobel estaba solitario frente al Mar del Sur... Y partió escoltado por las sombras de la fama hacia el aeropuerto de Tocumen rumbo a Cartagena de Indias, la Heroica.
En la ciudad de su felicidad, escogida por su alma Caribe, le espera un diluvio de festejos reunidos en la palabra, que su mágica novela convoca al mundo de la Academia de la Lengua Iberoamericana, a personalidades del Arte, la ciencia, arquitectura y literatura.
El IV Congreso de la Lengua analizará en Cartagena del 26 al 29 de marzo, el presente y futuro del español y su función integradora en los países de habla hispana.
La lengua es puro músculo, elasticidad del verbo, porosidad substantiva, carne, hueso, raíz. La lengua está viva, respira, se oxigena en el mantel diario de la palabra. En América latina está el sustrato del castellano. La Lengua se mueve por el mundo hispanohablante y donde uno de los más de 400 millones de personas que la hablen, realicen alguna transacción. Nunca permanece estática, jamás deja de contaminarse, su naturaleza es la renovación constante, enriquecimiento permanente, porque la palabra crece, se alimenta del habla popular y su uso libre, abierto.
Lengua franca fue el latín, francés y ahora el inglés. El castellano está en franca expansión.
PD
La sartén o el sartén por el mango de la palabra
El futuro y la expansión de la Lengua Española sigue estando en América Latina y Estados Unidos. Algunos olvidan aun que Brasil ha adoptado el castellano como segunda lengua y que ese país suramericano tiene 174 millones de habitantes. Después de 10 años de trabajo, consultas, las 22 Academias de la Lengua Española, se reunieron en Medellín para dar un paso trascendental en el futuro del castellano y aprobaron la Nueva Gramática Española, cuya revisión no se hacía desde hace 76 años. La primera Gramática data de hace 515 años.
No sólo de normas vive el idioma, sino también dentro de su más profunda diversidad, porque la palabra no es pájaro de una sola jaula y no hay jaula que le impida volar. Un idioma para el intercambio, sin duda, pero también para compartir los sueños a uno y otro lado de los mares. Trajeron los espejitos y la palabra se sigue multiplicando en América latina y Estados Unidos.
Todo lo nuevo cuenta con su pasado, declinaciones latinas, palabras árabes, arcaísmos, y lo que aportan al idioma los pueblos cotidianamente con su hablar.
La Real Academia enriquece la lengua española cuando bucea en el pozo de Nuestra América y deja que la palabra sea cristal de su propio brillo. Hay varias maneras de decir lo mismo. Uniformar es como hablar de una parada militar del idioma. Atender una diana o la ordenanza de un cuartel.
Kilómetro viene del griego. Abedul es una palabra celta, al igual que páramo. Las palabras árabes parten de abalorio hasta zaguán. La palabra canoa, cuentan, es la primera que se introdujo a la América indígena desde España. Cuate, uan de las palabras más amistosas de México, es de origen nahuatl.
El castellano, que tiene unos mil años de fundación, cuenta con alrededor de 500 mil palabras, de las cuales usamos dos mil, aunque el diccionario contiene 88 mil. Es aun muy raquítico el léxico, para un idioma tan rico y variado.
Los académicos, de uno y otro lado del océano, afortunadamente han tomado el sartén o la sartén por el mango de la palabra viva, esa que se oxigena en la lengua diaria del hablar diario. Se puede decir de las dos manera el sartén (España), la sartén (Argentina). Un árbol tiene muchas ramas. Lo mismo ocurrirá con las palabras radio y mar, y así sucesivamente, no habrá excusas para no entendernos. El idioma es la primera barrera entre los pueblos. En castellano (América latina) no tenemos fronteras. Con el tiempo aprenderemos que los muros no nos separan, sino, nos convierten en fantasmas en un mismo lugar. La Lengua crea nuevos espacios para la convivencia, compartir, enriquecer los sueños y la dimensión del tiempo.
Rolando Gabrielli©2007