Un himno jamás se apaga
es más grande que el silencio
y si el silencio crece en la memoria,
un himno jamás se apaga,
la memoria no olvida
el canto la borra...
Un himno se agiganta
en la memoria,
un millón de pájaros
crece en el corazón
que los echa a volar
Un himno jamás se apaga
es como una vela
que enciende el viento
y no puede morir
porque tus ojos
la volverá a encender
por tí, por mí...
Rolando Gabrielli©2009
Luego de una larga e indolora agonía, compartida y acompañada por su pueblo en las calles, Mercedes La Negra Sosa, una de las voces más claras, potentes, auténticamente popular, dejó en silencio, humildemente, esta América que ella amó y luchó tanto por su libertad. América latina, Argentina, pierden más que una cantante con una maravillosa voz, a una mujer luchadora incansable por los derechos humanos y los más humildes. No hubo fronteras para su voz, pero fue la voz de los que no tuvieron voz durante la dictadura militar Argentina y tuvo que partir al exilio por cuatro años a España. Alcanzó la cima artística, como el icono popular que fue y seguirá siendo.
Cantó en la Capilla Sixtina del Vaticano (diciembre de 1994), en el Carnegie Hall en Nueva York (febrero de 2002) y en el Coliseo de Roma (mayo de 2002) para pedir por la paz en Medio Oriente junto a Ray Charles. En 1999, llenó La Bombonera, cantando con Pavarotti. América latina fue su casa. Popular, universal, humilde, sensible, defensora de las causas sociales, le cantó toda su vida al pueblo y el pueblo le despidió cantando sus himnos, no sólo en Argentina, sino en distintos países del mundo. La libertad se agradece como el pan, y Mercedes Sosa, le ayudó a ser libre al pueblo sometido de su patria y también a América latina. Es que Mercedes Sosa trajo un pueblo en su voz. Ella vivió el exilio y resume esos años: "hablaba como si fuera un telegrama. No tenía palabras". "El exilio es duro, tanto la vida, como el trabajo", dijo.
Es la cantante argentina y quizás de América latina, con más reconocimientos durante su carrera artística iniciada en Tucumán a los 15 años de edad. Vendrían los Grammys, reconocimientos de la UNESCO, Doctora Honoris causa de la Universidad de Tucumán al Gardel, entre muchos otros de gobiernos, instituciones y por su carrera artística, como canciones, discos y trabajo incansable por una humanidad en paz y solidaria.
Su mensaje era simple y para esta época: soy tan testaruda que quiero cambiar el mundo. Yo sé lo que canto y para qué lo hago, afirmaba.
El destino, la vida, quiso que partiera un 4 de octubre, el día que nació Violeta Parra, cuyas imborrables canciones, Gracias a la Vida y Volver a los 17, ella las interpretó con maestría y divulgó por el mundo entero.