Entró a una
tienda de comestibles,
esas que a
la vera del camino
se ganan la
vida con los viajeros
y desde su
puerta se aprecia al viento
levantar el polvo y no distinguir las huellas.
Se hablaba
otro idioma, la lengua franca,
compró unas
latas, agua, mucha agua,
una brújula
para la suerte y el azar.
Eran rutas desconocidas, interminables,
donde el
desierto es la memoria
del
infinito y más allá.
El tendero,
él y otros compradores sonrieron,
un
encuentro de intercambio placentero
la cortesía
ante todo del lugar,
le pareció ver
en el sueño que estaban filmando,
su primera
película imaginaria del Oeste.
Se despidió
con el mismo gesto de alguien
que no los
volverá a ver
y sintió
caer el telón a sus espaldas,
un
estruendoso aplauso,
era
estreno.
Rolando Gabrielli 2022