La red es el espacio -tierra de nadie- diálogos babélicos que alguien puede recoger, retransmitir, adecuar, trabajar en el inter texto, copiar sin dios ni ley, reescribir, maquillar, traducir e instalar en el lugar que le parezca para asombro de muchos internautas lectores entre la inocencia y el asombro. Pareciera válido este hecho, porque la originalidad en este ambiente, ámbito, sitio, corre por cuenta del más audaz.
¿Es un balar de ovejas en un mismo rebaño/a un precipicio desconocido/con anuencia de suicida? ¿Esto produce escalofrío/querido internauta/o tú y yo/seremos olvido?
Para un autor profesional, con unas cuantas ideas, es un riesgo, una aventura entre el abismo, anarqui-caos, y el vértigo de la voz común somos todos. Un autor necesita identidad propia, un sello personal, autoría en una palabra para reafirmar su palabra.
No es lo mismo nadar entre un mar de fetos, que dentro del vientre de la madre.
La literatura, el arte es otra cosa, no todos cazamos la misma presa o volamos tras una sola mosca. ¿A río revuelto, ganancia de plagiador?
Es interesante esto que definen como escritura actual, algunos especialistas como Fabio Tarasow de la FLACSO, quien sostiene que “escribir en el mundo digital significa utilizar una batería de lenguajes y recursos. Escribir es graficar, publicar, remixar, contar, difundir, transformar, seleccionar, archivar, clasificar...”. Hasta ahí todo pareciera inofensivo, un mundo nuevo por explorar desde la investigación de este ser llamado internauta.
Tarasow , sin embargo, advierte que “las redes no son espacios democráticos ni democratizadores per se”: todo está sujeto a como el usuario utiliza estas herramientas. Y la pregunta fue válida del experto ante la 39 Feria del Libro Internacional de Argentina: ¿Quién va a ser el propietario de lo que yo produje?
En esta cadena de verbos, fotos, inter textos, condición de la palabra en una misma pecera, acondicionada por todos estos soportes, hay un producto posiblemente colectivo, una manera de comunicarnos en el siglo XXI. ¿Esto es lo que no pertenece a nadie?
La poesía, aún sin privilegiar un yo, lo tiene, tan invisible como real, porque su palabra no es un producto de la orfandad. Su raíz es tan íntima como los clavos de los cristos más pobres. El poema no tiene piedad, sólo palabras, carece de otra singularidad que no sea de sí mismo. Nace de la esperma de un cuarto solitario y vive en altares que el silencio de un lector erige en algún lugar no imaginado más que en su palabra.
Las Ferias Internacionales de Libros son para hablar y actualizar las últimas mesas redondas con palabras que buscan cuadrar el círculo. Copiar, pegar y reescribir, parece ser una filosofía, de este proceso de multimedia que se toma la red con sus peces incluidos. Es un fenómeno, al parecer, imparable donde la técnica se sobrepone al conocimiento per se, al humanismo, a la ineludible ética si deseamos ser veraces, objetivos, no, nunca nadie lo fue.
Este pastel se está cocinando en el horno. Hablar de que vamos al abismo, a perder la capacidad de lectura, a decir que todo va a seguir igual, que la red es la gran pomada de la comunicación informada, libre, independiente, es creer en los libros de autoayuda o los manuales de buenas costumbres.
Sin una educación, formación adecuada de niños y jóvenes sobre las ventajas y riesgos de estas nuevas herramientas, entonces se crearàn usuarios: Yo Tarzàn, Tú Jane.
Rolando Gabrielli©2013