Ernesto Cardenal es un ìcono de la poesía latinoamericana, uno de los poetas màs consagrados con el oficio de la poesía, incansable antisomocista, un hombre comprometido con los pobres y su magisterio. A mediados de los sesenta, en plenos estudios universitarios, la voz de Cardenal nos acompañaba desde su isla mágica y paradisìaca, Solentiname y recorrìa nuestros santuarios de aprendices de poetas en Santiago de Chile. Lo leìamos con pasión, mìstica, subrayábamos sus epigramas y los recitàbamos con verdadera devoción.
Somoza desveliza las estatua de Somoza en el estadio de Somoza, uno de los tìtulos imborrable de uno de sus poemas emblemáticos que caracterizò su posición vertical contra esa dinastìa criminal. Era tan asfixiante la dictadura de Tachito, que Nicaragua no respiraba si no daba la òrden.
Lo conocì en un taller de literatura de la Universidad Catòlica de Chile, que dirigía Enrique Lihn, y años despuès lo entrevistè en Panamà, con motivo de las negociaciones del Canal.
Afable, directo, humilde, con su camisilla blanca, tropical, abierto, valiente, un poeta de su tiempo y de otro.
Escribo estas palabras en momentos difíciles para Ernesto Cardenal, sacerdote, de 94 años, hospitalizado en un hospital de Managua, por una infección renal, que ha puesto en riesgo su vida. Se nos estàyendo el último de los mohicanos de la poesía latinoamericana e y de Hispanoamèrica, en medio de un doloroso parte de la humanidad, que no sabe que rumbos tomarà en estas décadas. Època cuando màs se necesita de poetas visionarios, comprometidos con esta iracunda, torpe, ciega, brillante y oscura, depredadora especie.
En una de las grandes aberraciones papales de Juan Pablo II, que dio la vuelta al mundo: Cardenal arrodillado en el aeropuerto de Managua, increpándole con el dedo índice, excomulgò a este cura bandera insigne de la Teorìa de la Liberaciòn, tan atacada por conservadores y personas alejadas de un verdadero apostolado. Una canal de la televisión panameña pasaba esa imagen como si se tratara de un juego de Atari, cada 5 minutos esa imagen feroz que lo condenaba al infierno.
Felizmente, la Iglesia tiene su contrapeso y personas que interpretan el evangelio màs allà de los catecismos e ideologías. El Papa Francisco, al enterarse de su estado de salud, levantò ese absurdo castigo, a quien nunca, dijo, dejarìa de ser sacerdote. Cardenal afirma hasta hoy dìa que ese perdón no se produjo nunca y que a èl no le hace falta, ni lo necesita. El pasado 17 de febrero, el Papa Francisco en carta dirigida a Ernesto Cardenal en su lecho de enfermo levanta la suspensión a divinis impuesta por Karol Wojtila en 1984.
Ernesto Cardenal lleva dos semanas hospitaliza, pero al parecer, al agravarse su enfermedad, se ha informado su estado a la opinión público, del antiguo ministro de Cultura del Sandinismo.
Hombre y poeta esencial, identificado con los pobres de Amèrica latina y el mundo, ejerció la palabra con belleza, contenido y todas las contradicciones del ser humano aquí en la tierra, aunque su espíritu volaba a otras dimensiones.
Ernesto Cardenal, autor de Càntico Còsmico, llamado por los alemanes la Divina Comedia en español, es uno d elos grandes poetas latinomericanos del siglo XX y de este siglo, y el menos premiado, reconocido del subcontinente, lo que no demerita su influyente y reconocida obra por los poetas de su tiempo y ahora. La poesía no està para àlbumes, salones de la fama, hipódromos, carrera de flacos galgos o concursos de amigos de la palabra.
Obtuvo el Reina Sofìa y el Iberoamericano Pablo Neruda, y es miembro de la Academia de la Lengua de Mèxico.
Cuando me asaltaron en una esquina de Panamà, en medio de la noche tropical y de la crisis de los bandidos, se llevaron un morral donde iba Canto Còsmico y una libreta con poemas inèditos. Quizàs a què basurero de la vida fueron a parar el libro y esos textos que no vieron la luz ni los lectores. Gajes de la vida y del oficio.
Este cura trapense, con su boina, barba blanca, sus suaves gestos de profeta, caminar sereno, enamorò a una generación con su poesía amorosa y sus muchachas reales de su juventud. Claudia fue una de ellas. Te doy, Claudia, estos versos/ porque tù eres su dueña/Los he escrito sencillos para que tù los entiendas…pero si no te interesan/un dìa se divulgarà tal vez por toda Hispanoamèrica. No sabemos si le interesaron, pero aùn se sigue divulgando. Le advierte que de todas las cosas mundanas existentes en la tierra, no quedarà nada, sino los veros de Ernesto Cardenal para Claudia (si acaso). Humor, ironía, de paso se burla de sus rivales, que sòlo serìan rescatados si èl los incluyera en el poema.
Esta es la fuerza de la poesía, reafirmarse en su existencia real, cotidiana, vivencial. Interpreta a los jóvenes idealista esta poesía epigramática, de un hombre que se abre paso por el mundo de manera transparente, abierta, arrojada, confesional: Otros podrán ganar mucho màs dinero/pero yo he sacrificado ese dinero/por escribirte estos cantos a ti…
Està también esta poesía, no hablo de la política, ni filosófica, histórica, sino de sus epigramas, un dejo, la nostalgia de perdido, el recuerdo vivo de lo que fue una posibilidad, esa circunstancia que se transforma en memoria. Al perderte yo a ti tù y yo hemos perdido: yo porque tù eras lo que yo màs amaba y tù porque yo era el te amaba màs./Pero de nosotros dos tu pierdes màs que yo: porque yo podrè amar a otras como yo te amaba a ti/pero a ti no te amaràn como te amaba yo.
El poeta no se paraliza y envía un mensaje a las Muchachas que algún dìa leàis emocionadas estos versos/y soñéis con un poeta: sabed que yo los hice para una como vosotras/ y que fue en vano.
Ni optimista ni pesimista, realista, màs bien, en el amor como en la guerra hay que saber perder, pero la vida continùa y la poesía seguirà viviendo en el poema y en cada lector, nos dice a continuación, de alguna manera.Èsta será mi venganza: Que un dìa llegue a tus manos el libro de un poeta/famoso/y leas estas líneas que el autor escribió para ti/y tù no lo sepas.
Myriam fue otro de su amores, y Cardenal, gran viajero, mensajero de la poesía, estuvo en Nueva York, vivò en Estados Unidos en un monasterio con el también poeta y monje trapense,Thomas Merton, a quien consideraba su padre espiritual. Nueva York le impactò, la gran manzana que devora y es devorada. Allì dedicò su epigrama a otro amor: Si tù estàs en Nueva York/en Nueva York no hay nadie màs/y si no està en Nueva York/en Nueva York no hay nadie.
Cuàntos poetas del amor quisieran escribir como Cardenal, simple y profundo, hasta desconcertante para iniciados.
Su palabra se ha hecho voz común y corriente en Amèrica latina y eso es suficiente para un poeta. El sacerdote del Archipièlago de Solentiname ha cumplido su tiempo en la tierra y con la poesía. Aùn no ha partido, mientras escribimos estas palabras.
Su poema Marilyn Monroe es uno de sus textos màs conmovededores y logrado, un clásico en nuestro idioma, de la poesía iberoamericana. Rescata a la estrella de la miseria donde los hombres la pusieron, los famosos, y nos la presenta tal como es, la huerfanita violada a los 9 años, la empleadita de tienda que se convirtió en estrella. Al Señor le pide que conteste el teléfono, la última llamada que hizo y no se sabe a quièn. Toda una oración por Marilyn Monroe.