Alguien hablò o hizo silencio por el silencio
de Antonin Artaud, de su lengua,
pero su cuerpo quiso permanecer intacto
en la obra y los escenarios, màs allà del manicomio.
El poeta no evade, ni la sorprendente muerte
esconde e invade, ni canta al oído su vieja
y dulce melodía de
arrepentimiento,
pegajosa como la mosca rondando un pastel.
Es mejor no comer mermelada de noche,
el azúcar es una bomba en la sangre
y quien sabe que otras cosas puedan suceder
dentro del cuerpo sin nuestra autorización.
No me comprometo con los recuerdos de Rodez,
ni otros signos que nos alerten de su locura,
la embriaguez de la
palabra sin sentido
o todos los sentidos en una palabra quizás.
El cuerpo se resiste a
las torturas,
es ombligo de sus propios sueños,
instinto de la
carne y el sol,
es libre ruiseñor.
Rolando Gabrielli©2018