Las advertencias son a diario del fin de los diarios impresos. Las letras en papel van a desaparecer. Tiempos apocalìpticos para los medios escritos y de paso el libro. ¿El papel es letra muerta? ¿Las personas leen màs el celular y de paso escriben? ¿Los diarios no cuentan historias interesantes? ¿Los diarios mienten, dicen verdades a media? ¿Los lectores ahora son internautas? ¿La TV reina en el espacio informativo? ¿Existe un pùblico para la imagen y el YouTube?
La crisis econòmica tiene colmillos largos, afilados, y le hinca el diente a la tinta y el papel. Las hojas se vuelan de la imaginaciòn del lector. ¿El papel no tiene respaldo?
Con los diarios, su papel, hacìamos tantas cosas. Envolver desde la caca del gato hasta mitigar el agua empozada de la lluvia en algùn pasillo o hacer barcos de papel que tarde o temprano naufragarìan. Los cadàveres tambièn se solìan tapar en las vìas pùblicas con papel de diario. Como si el muerto se interesara en la informaciòn, cuando èl era la última noticia para sì mismo.
El voceo clàsico del canillita y el domingo un dìa de lectura del diario en cama con un buen desayuno. Un tiempo para el ocio, puzzles y còmicas, las notas del Arte y el vicio de los clasificados. El ejercicio de la costumbre.
Tanto va el càntaro al agua, en materia de noticias dantescas, que por fin llegan sin que muchos las esperaran. The Washington Post, uno de los cinco diarios de mayor circulaciòn e impacto de Estados Unidos, cerrarà a fin de año sus oficinas de Chicago, Nueva York y Los Àngeles. Tras sus pèrdidas cercanas a los 167 millones de dòlares en los primeros nueve meses del año, el diario concentrarà todo su potencial periodìstico en la capital norteamericana: Washington. Los corresponsales de las sedes cerradas se incorporaràn a la plantilla en Washington y seràn cesados tres asistentes de noticias. El recorte incluye tambièn a empleados que laboran en la web. Las ventas han caìdo y los diarios gratuitos han surgido como callampas. Paradojas de los nuevos tiempos.