domingo, diciembre 11, 2011

El pesado fardo de ser Marilyn

 "Hollywood es un lugar donde te pagan 1.000 dólares por un beso y 50 centavos por tu alma. Lo sé porque rechacé la primera oferta bastante a menudo y cobré siempre los 50 centavos". Lo sé porque rechacé la primera oferta bastante a menudo y cobré siempre los 50 centavos". 
 MY Story, MM   ( editada ahora en España por Global Rhythm )

El mito, el mito no deja de crecer. Tiene combustión propia. Arde en la memoria con el paso del tiempo. Nos mira desde su propia óptica y recuerda  que toda  orfandad corre el riesgo de encontrarse a sí misma. El mito puede llegar a superarse también así mismo. Y permanece allí en la distracción de la propia imagen  casi vencida ante el silencioso heno. Es Norma Jeane Mortenson, convertida en hija de dios como  Norma Jeane Baker y reconocida por el séptimo arte verdaderamente como Marilyn Monroe. Iba a ser una estrella en un mundo de estrellas, la pequeña  huerfanita inundaría con su luz la gran pantalla y las esferas de poder de  Estados Unidos.
La foto es de Milton H. Greene, traída a  colación por el diario El País de España, con una nota sobre la actriz que revolucionó Hollywood, su tiempo e hizo historia hasta nuestros días como un simbolo sexual violado desde la inocencia. Bastaría una chispa para que su vida ardiera como el seco heno de los últimos años de su atribulada vida. En el 54 ya vivia su amor secreto con el famoso escritor Arthur Miller, quien despùés sería su marido por seis años. Los Kennedys, después de su divorcio, se conformarían con las "sobras" que había dejado el emblemático dramaturgo . Una vida agitada por todo lo alto la hija de Gladys Pearl Baker, una cortadora de negativos de una productora de cine.
Impresiona la foto como una vastedad de la derrota en medio de la espiral del triunfo. Algo discutía  en la psiquis de Marilyn Monroe por esos días y no se ponían de acuerdo. Tal vez nunca lo lograría, como en efecto pareció suceder. ¿Como bajar de la cima sin caerse? Arthur Miller, cuentan, le dio estabilidad emocional y posiblemente alas  a su  inquieta imaginación de lectora, pero todo se derrumbó, también dicen, por la personalidad  autodrestructiva de la  Diva.
A mí me sigue impactando su fotografía leyendo Ulises de James Joyce. Sentada con su exótico traje de baño en un  tobogán de  la playa de Long Island, Nueva York, MM, viaja ensimismada por las páginas finales del gran novelista irlandés. Se encuentra absorta en el famoso monólogo de Molly Bloom. El rostro de Marilyn es de incredulidad ante lo que lee en palabras de Joyce. Quizás no entendiò el lenguaje, pero una mujer abandonada por su madre, vuelta a encontrarse en un y otro lugar de la vida, con una confusa  identidad hasta el final de sus días, sabía de la existencia humana, conocía de la riqueza y fracasos del hombre.


  

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