lunes, septiembre 03, 2012

LA PALABRA COPULA EN EL CÁLIDO LECHO DEL POEMA

             
LA PALABRA COPULA EN EL CÁLIDO LECHO DEL POEMA
Rolando Gabrielli
 
Presentar la obra de un poeta a través de la reflexión de un sólo poema, es

a todas luces un acto deliberadamente arbitrario, aunque legítimo como toda

crítica u opinión que se funda en el gusto y placer del texto. Hacerlo con

la poética de Oscar Hahn, no es recomendable por la complejidad, calidad,

riqueza y originalidad de su obra. Detrás del lenguaje de Hahn, como el

espejo de Alicia, encontramos no pocas sorpresas, y sobre todo, un trabajo

rigurosamente personal, donde la palabra vive en verdadera y permanente

fiesta. Nace y renace, el verbo muere y resucita en sus propias cenizas: La

palabra es como el calamar en su tinta, en manos del llamado "vero artista

de la palabra", como le calificara Enrique Lihn.

Hahn es aprendiz y maestro de su propia palabra, un eximio organizador de

formas, discípulos de escuelas y maestro de la propia, ejerce el oficio para

desmantelar, instalar, expandir, restaurar, recrear, hacer, fundar, con

viejos materiales, reencantar el pasado que es siempre presente en el poeta,

y algo del viajero inmóvil dentro del lenguaje y su geografía fructuosa.

¿Por qué escribe usted?, se pregunta en un poema del mismo nombre de su

libro "Estrella fijas en un cielo blanco". Una vieja interrogante de todo

poeta que se estime. Porque escribí, estoy vivo o viva, coincidieron,

palabras más o menos Lihn y la Mistral en las antípodas de la poesía

chilena. Las explicaciones, reflexiones y justificaciones son múltiples,

verdaderas confesiones, que sólo cobran fuerza con el peso de la obra en el

tiempo. Hay quienes escriben por placer. Es un acto tan personal, como

múltiples las motivaciones de su realización.

Hahn nos responde a su manera: porque el fantasma porque ayer porque

hoy:/porque mañana porque sí porque no./ Porque el principio porque la

bestia porque el fin:/porque la bomba porque el medio porque el jardín.

En su segundo cuarteto sigue respondiendo la pregunta que se hace desde el

principio de la escritura el hombre y se pregunta aun hoy el público, y

desde luego, el poeta.

Porque Góngora porque la tierra porque el sol:/ porque San Juan porque la

luna porque Rimbaud/Porque el claro porque la sangre porque el papel: porque

la carne porque la tinta porque la piel.

Hahn es doctor en literatura, un conocedor de ella, sin duda, lector

apasionado y aprovechado en el buen sentido de la palabra. Sus recursos son

vastos, como la historia misma de la poesía y no escatima enganches con el

pasado, lo barroco, clásico, popular, medieval, y el atroz presente que

enarbola su arte como conciencia colectiva.

En estas respuestas está su visión poética y de qué materiales está hecha su

poesía. Escribimos por muchas razones, una y todas, hasta porque sí, ya que

la poesía es vida y nosotros parte de ella, y la poesía un recurso para

develar las cosas y la existencia.

En lo que debemos de ir poniéndonos de acuerdo, es que Hahn busca un camino

propio, en un arte de lo suyo archi manoseado, donde lo sublime y ridículo,

como lo retórico sin una pizca de búsqueda personal, abundan como mala yerba

y suele sentarse en primera fila en el pobre escenario literario.

Y vienen los tercetos: Porque la noche porque me odio porque la luz: /porque

el infierno porque el cielo porque tú/Porque casi porque nada porque la sed:

Porque el amor porque el grito porque no sé/Porque la muerte porque apenas

porque más: porque algún día porque todos porque quizás.

Están casi todas las respuestas al por qué de la escritura y oficio.

El poeta-profesor conoce no sólo de escuelas, sino de reglas, de los

esguinces del idioma, del lenguaje, y nos da la impresión que su vicio es

copular con las formas y las palabras, y vaciar el contenido en el cálido

lecho del poema.

Veamos en "La expulsión del paraíso". Tu lecho es el jardín de las

delicias//encarnas en tu cuerpo a las tres gracias/con tus flores y frutas

me acaricias/y de mi ser más íntimo me vacias. Después cuando mis ramas

quedan lacias/en otros ritos del placer me inicias: con tus lenguas de fuego

me suplicias/y somos el jardin de las desgracias. Rodamos por oscuros

precipicios/y oficiamos diabólicos oficios/en dormitorios de incendiadas

camas/Y cuando huimos de esos maleficios/nos espera el la puerta de los

vicios/un ser alado con un lirios en llama.

Oscar Hahn pareciera decir que en el amor como en la poesía no todo está

escrito, ni dicho, afortunadamente. Aunque esta afirmación parezca un

cumplido o cliché, es preferirle hacerla que callarla, en justicia con el

poeta, su obra y la poesía.

Su poética pareciera responder a un movimiento perpetuo, honrando un propio

texto intitulado de igual manera: Al son de un suave y blando

movimiento/arroyos vas pisando de dulzura/Tus pasos pisan pasan por la

oscura/región de mi memoria: ya no siento/ ni el ruido de la puerta ni el

lamento/ del lecho al irte:pasa tu hermosura/se pierde en el umbral: tu mano

pura/cerró el vestido./Piénsanme dormido/tus pasos pisan pasan por mi

mente/igual que ayer: mi  pobre pensamiento/que sólo está que sólo estoy

tendido/mirándore partir perpetuamente/al son de un suave y blando

movimiento.

 LA LENGUA ADOBADA EN SAL

En Hahn la palabra muda, transmuta, es alquimia de su propio verbo y crece a

despecho de su uso siempre peculiar, innovador, de búsqueda y transgresión.

Lenguaje que se sirve asimismo, y no sirviente de ninguna causa.

Reconocidos escritores han dicho cosas rotundas sobre la poesía de Hahn,

poco habituales en el gremio. Mario Vargas Llosa, el novelista peruano

nacionalizado español, dijo: "La obra poética de Oscar Hahn es magnífica y

verdaderamente original y es lo más personal que he leído en poesía de

nuestra lengua en mucho tiempo". Jorge Edwards, narrador chileno y

recientemente premiado con el Cervantes, sostuvo: "Oscar Hahn es uno de los

muy pocos poetas vivos de nuestra lengua que tiene un verdadero pensamiento

poético".

Waldo Rojas, poeta y un estudioso de la poesía chilena, profesor en París,

sostiene que el libro "Mal de amor" de Hahn es "poesía de amor, sin lugar a

dudas, y en la mejor tradición de algunos libros fundadores de un género que

en Chile inauguran los inevitablemente célebres" Veinte poemas de Amor y una

canción desesperada" de Pablo Neruda. Poesía que admite sin mayor remilgo,

agrega Rojas, una lectura que se deslice por la sola superficie exterior de

los textos. Como en el caso de los Veinte poemas nerudianos, hay en efecto

una "historia" subyacente susceptible de reconstruir fragmentariamente, y

ella se estampa y encaja en el molde de algún arquetipo. El poeta cumplido y

justamente reconocido que es Oscar Hahn ha puesto algo de su arte de afinada

maestría en hacer posible tal lectura", concluye Waldo Rojas.

Enrique Lihn, poeta, narrador, ensayista y un lúcido estudioso de la poesía

chilena nos entrega no pocas luces acerca de la poética de Hahn, sus

antecedentes, que no parecen fijos como una pieza de trofeo muerta y

embalsamada. Hay lecturas y lecturas asimiladas y reencauchadas, sobre

Villon, Jorge Manrique, un Rimbaud que no es dice Lihn, el apropiado por los

surrealistas, sino por Neruda "inmediato y directo", Góngora, Garcilaso de

la Vega. En Chile, Lihn, emparenta al "atípico Hahn", digo yo, con Armando

Uribe Arce y Alberto Rubio, dos formidables poetas chilenos, aunque Rubio

escribió un solo libro: "La greda vasija", que 30 años después transformó en

un segundo con Trances.

Volvamos a la poesía de Hahn con un poema peculiarísmo, donde el poeta le

entra a fuetes al propio lenguaje. "Invocación al lenguaje" Con vos quería

hablar, hijo de la grandísima/Ya me tienes cansado/de tanta esquividad y

apartamiento.

Increpa al lenguaje, lo llama tal por cual, porque sabe de cuan difícil es

encontrar la palabra exacta y poner andar el reloj de la poesía en el poema.

El poeta está cansado en este intento, reconoce, y lo califica de àspero,

huraño, desdeñoso.

Con tus significantes y significados, en suma, está harto de los signos

linguísticos, de la propia materia prima con la que trabaja el poeta. Y tu

látigo húmedo/para tiranizar mi pensamiento. Un poco de sado masoquismo,

pero de mucho gozo, en este acto reproductor de la palabra. Ahora te quiero

ver, hijo de la grandísima,/porque me marcho al tiro (de inmediato en

chileno) al país de los mudos/y de los sordos y sordomudos. El poeta ironiza

su oficio, y quiere estar donde el lenguaje no es necesario y no tenga

utilidad, ni significado alguno, al menos el verbal de viva voz, aunque los

sordomudos pueden leer. Allí van a arrancarme la lengua de cuajo: y sus

rojas raíces colgantes/serán expuestas adobadas en sal/al azote furibundo

del sol. Una autoflagelación del propio verbo. Con vos quería hablar, hijo

de la grandísima, vuelve a increpar al lenguaje, con lo que le queda de voz

al poeta y permite el poema.

 
LOS FRUTOS MADUROS DE LA POESIA DE OSCAR HAHN
 
Rolando Gabrielli
Exorcisemos el año con poesía, pero aquella que se inscribe más allá de la 
superflua retórica que todo poema bueno o malo tiene en la íntima raiz de su 
permanencia u olvido. La poesía está en la sombra del reflejo de las cosas o 
en ese rayo de luz que recogen y amasan las palabras, las que no se lleva el 
viento. La poesía no lo ha hecho, ni lo hará, tapar el sol con las palabras 
o algunos versos más o menos bien hilvanados, escritos con la imprudencia de 
los sueños o la certeza de los malos días o de ese caballo que no cesa de 
galopar hacia el futuro. Desde luego, la poesía no arrastrará a las grandes 
mayorías o masas, a restablecer ningún orden o desorden, en la conciencia de 
las gentes. Por favor, optimistas, pero no ridículos, pesimistas, pero no 
fantasmas de nuestras propias pobres sombras.
Ella, convidada de piedra, permanece en la cantera de las palabras.
La poesía no es la varita mágica del convulsionado, díscolo y ciego siglo 
XXI, que decidió precipitarse de las más altas torres, y bajar sin freno la 
montaña rusa, que despojarse la burka instalada en el vértigo globalizador y 
de la desesperanza acuñada en la casa matriz de la usura.
La poesía hoy, en este mundo que clona ovejas descarriadas, es una joven 
provinciana que no ha superado la taquigrafía en materia de posmodernidad, y 
que alucina cuando se encuentra con la leyenda de la dueña de Harry Potter, 
el pequeño mago del marketing.
Prefiere, la poesía, sentarse frente al balcón de su inédito paisaje, y 
soñar con el eco de la luz del Big Ban, que ver pasar el cadáver de su 
enemigo o buscar esa aguja en el pajar, que podría resultar ser la viga en 
el propio ojo.
Exorcisemos este año y siglo, donde la usura echa a rodar las monedas 
fenicias de nuestro porvenir en una esquina cualquiera, y nos pide la vida, 
a cambio de la bolsa.
Por eso, estas notas las comienzo a escribir instalado en el lobby de un 
banco, el sitio perfecto para perder e intentar recobrar el alma en la 
silenciosa bóveda, donde por osmosis se multiplican los billetes e 
intereses, y uno amanece cada día más desnudo de pobreza absoluta, esa que 
los indicadores internacionales recogen como burbujas bursátiles sobre el 
polvo que vuela y no regresa.
La poesía es vida, lenguaje todo terreno, y su tema es cuanto ocurre en el 
camino de la vida, alrededor de ella, y sucede al hombre. El amor, la muerte 
y la política, son tres grandes asuntos clásicos y universales. Sobre esa 
cantera temática, el poeta decanta la palabra que trabaja sobre la pétrea 
piedra del inagotable lenguaje. La página le devuelve con igual dureza y 
rigor, los resultados que sólo obtendrá, si logra trabajar la palabra con la 
solidez de la piedra y la permanencia de la cantera.
Allí cava la vida y la muerte, el amor, sobre la fosa común de la palabra, 
hueso a hueso, sitio donde el poeta chileno Oscar Hahn erige su escenario de 
preguntas y respuestas sobre el amor, y en 25 versos resuelve, a su manera, 
ese acertijo.
"Elevación de la Amada" es el título del poema escogido para estos 
comentarios del libro Arte de Morir, (1977), que contiene otros 41 textos, y 
que respiran la temática haniana desde su primer poemario "Esta Rosa Negra.
Oscar Hahn es uno de los poetas chilenos vivo más originales del habla 
castellana. Hace 40 años editó su primer libro, Esta rosa negra", y no ha 
dejado ser fiel a su peculiarísima escritura, que parte de escuelas clásicas 
y no pertenece más que a su propia palabra. Es autor de un puñado de libros 
(Agua final, Mal de amor, Flor de enamorados, Estrellas fijas en un cielo 
blanco) que entraron por la puerta ancha de la poesía universal y de algunos 
sonetos perfectos. Poeta inclasificable, no pertenece a escuela chilena 
alguna, ni a grupos y no ha dejado de caminar con la original suela de sus 
precocez 17 años, cuando se inició en el género de la poesía. Poeta 
esencialmente chileno, no escatima en buscar la apalabra exacta, la 
atmósfera única y reveladora del poema, que se rehace desde adentro como si 
mudara su propia piel. Hahn nació en Iquique, norte de Chile, luego de 
recorrer la geografía chilena se instaló como catedrático universitario en 
Estados Unidos, como exiliado pos golpe de estado del 11 de septiembre de 
1973. Primero estuvo en Maryland y luego en Iowa, donde ejerce el magisterio 
y ha confesado sentirse en casa. El poeta define su obra como una summa, "es 
todas las voces pero ninguna. Es ninguna, aunque parezca paradójico, es mi 
voz". El trabajo poético de Hahn ha sido silencioso, aparentemente lento, 
pero seguro. En 1967, dijo al diario El Siglo de Chile, citado en la 
antología de la Poesía chilena contemporánea, por Alfonso Calderón: 
Generalmente me demoro mucho en terminar un poema. Si no tengo nada, 
simplemente me callo. Por eso escribo muy poco. Qué podemos decir, la poesía 
de Hahn apela al lenguaje, a la vida, principalmente, convierte la escoria 
en una nueva retórica, al igual que trabaja con el pasado y los nuevos giros 
coloquiales del idioma de hoy, porque si no reciclamos las palabras, 
terminaremos por oxidarnos junto a un presente vuelto chatarra y nos 
paralizaremos definitivamente. Se declara afin, devoto, de la música de los 
Rollings Stones y reconoce sus influencias. En la actualidad se confiesa 
fanático de Miles Davis como de Duke Ellington. Anuncia un nuevo libro de 
poesía en España y quizas ya se haya editado: "Apariciones profanas". Está 
por editar un texto de ensayos bajo el título "Magias de la escritura."
 
 ELEVACIÓN DE LA AMADA
Cuatro interrogantes abren el poema "Elevación de la amada". Es un intento 
desde un inicio por restar aparente importancia y minimizar, o desalentar 
posiciones existencialistas a cerca del hombre, la muerte, los dioses y el 
amor. Alejarnos y aproximarnos al mismo tiempo, en la profundidad del 
cuestionamiento. Las preguntas cavan aun más profundo sobre esas obsesiones 
humanas desde tiempos inmemoriales, y que son como pasajeros detenidos 
siempre en una misma estación. ¿Qué es el hombre para que de el tengáis 
memoria?, nos pregunta, se interroga Oscar Hanh. Y la duda queda en el aire 
y se va reforzando con otras para ir adquiriendo los contextos necesarios. 
Para que de ella tengáis olvido ¿Qué es la muerte? ¿Los dioses qué son para 
que de ellos tengáis angustias? ¿Qué es la amada para que de ella tengáis 
insomnios?. El hombre y su existencia, la muerte, la religión y el amor. 
Cuatro trazos señalados de la especie. Como una res el hierro marca la 
conciencia humana.
Hahn vuelve a interrogarnos en el primer verso de su segunda estrofa, 
cuarteto: ¿Cuál silencio puede ser más hondo? ¿El que brilla en las llagas 
de la nada o el que fulge después de tus sollozos/como una lámpara 
invisible?. Sencillos y hermosos versos, aleccionadores en la textura de su 
contenido, y todo pareciera girar entorno al tema del amor, a una manera 
particular de iluminarnos con lo que se ve y no se ve. Silencio que brilla 
en las llagas de la nada o el que resplandece después de tus sollozos. Ambos 
son fruto del sufrimiento.
El poeta retorna en sus cinco versos siguientes en su tercera estrofa, a la 
amada, y luego de un enunciado genérico: Dulce es la aurora de las 
madreselvas/, reconoce en ella que Dulce es el beso de la amada/dulce es, 
reitera, Cuan dulce eres tú oh hurtadora de mi agónico sueño.
Pareciera una contradicción con la interrogante del primer cuarteto, cuando 
se pregunta ¿Qué es la amada para que tengáis insomnios?. Pero no, va más 
lejos, porque el insomnio es intranquilidad, desasosiego, perturbación del 
sueño. Mientras que el acto ilícito de la amada, de hurtar, se produce en la 
agonía del inconsciente que es el sueño. Dramático, desde luego, robar ese 
gozo íntimo, personal, único en cada ser humano, como son los sueños. Llegar 
hasta ahí, sólo puede hacerlo el verdadero amor, ese que no habita 
precisamente en el rencor, ni en la solapa de algún traje gris o en el 
patètico egoìsmo del yo-yo.
Todos los adioses están escritos en el viento, subraya Hahn, y no deja de 
tener razón, porque son partida veloz, pequeñas e intensas fuerzas 
inasibles, raudos movimientos de pañuelos, que sólo saben desprenderse y 
enfatizar en la pérdida.
De alguna manera y sentido, responde a las cuatro interrogantes primarias 
del texto "Elevación de la amada", porque hay un vacío casi irreparable, que 
viene de unos dudosos orígenes de la importancia de la existencia y de los 
mitos que perduran sobre la vida humana cotidiana hasta nuestros días, y que 
suelen ser el pan diario de miles de millones de personas.
Reitera en el verso siguiente: todas las palomas llevan adioses en las 
alas/todos los ojos guardan un llanto no vertido/y he aquí las palabras que 
no te he dicho. Comienza a resolverse el poema, a tomar sentido tras un mar 
de interrogantes y aparentes vacilaciones, dudas, incógnitas.
El amor rompe leyes, afirma rotundo Hahn/nada contra corrientes y sus ojos 
escuchan. Es la innegable fuerza de todo verdadero amor y la fuerza misma 
del amor. Sin embargo, advierte: De rebeliones y quebrantos está hecho el 
amor.
Las afirmaciones y explicaciones no terminan allí, continúan, en el terceto 
que cierra el poema junto con un verso final: Hacia lo alto van los frutos 
maduros/hacia la tierra el vuelo de los pájaros/pero su condición no 
piérdese.
El verso concluyente es una coda iluminante, revela todo, explica, otorga 
sentido al viaje poético, arriba como un golpe de conejo: De nosotros dos 
está hecho el amor.

 

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