domingo, abril 27, 2008

¿La tonada chilena de Bolaño en Buenos Aires?




Así se reiría Roberto Bolaño, como en la fotografía si leyera el poco afortunado y mal intencionado comentario que hace en el blog de la 34a Feria del Libro de Argentina, el diario Clarín de Buenos Aires y que a continuación reproduzo textualmente:
"El chileno Roberto Bolaño, quien murió en el 2003 con 50 años, ha tenido un éxito póstumo extraordinario. Es el novelista del momento. En los Estados Unidos es el autor que hay que leer. Los snobs literarios esperan ansiosamente la traducción de 2666 tras la exitosa edición de Los detectives salvajes.
Estuvo presente, también, en la Feria, pero sin mucho éxito. Al “Homenaje a Roberto Bolaño” apenas asistió un puñado de personas, y la mayoría –por la tonada– eran chilenos.
En el video, uno de los presentadores se niega a explicar la razón que justifica el gran boom de popularidad de su compatriota novelista".
Roberto Bolaño se consagró con sendos premios (Herralde) en 1998 y 1999 (Rómulo Gallegos) por su novela Los Detectives Salvajes, aunque su obra supera con creces los lauros que recibió en vida. No estamos ante un escritor postmorten que comienza a reconocerse, ya era un hecho conocido que es el eslabón entre el viejo boom latinoamericano y la actual generación.
Isabel Allende lleva décadas en Estados Unidos, es una best seller a nivel mundial, Piglia es novelista y vive hace muchos años en ese país del Norte como Tomás Eloy Martínez, y otros tantos escritores, pero ninguno ha entrado con la fuerza de Bolaño, el reconocimiento a su obra, como lo ha comentado el New York Times y otras revistas norteamericanas prestigiosas. La notícula citada, habla de los snobs norteamericanos que esperan ansiosamente la traducción de 2666, novela postuma de Bolaño. Los Detectives salvajes fueron traducidos por sugerencia, antes de morir, de Susan Sontag, una de las mentes más lúcidas y brillantes de Estados Unidos durante el siglo XX.
Cuando menos, muy despectivo para Bolaño y Chile, el comentario de marras, para la propia novela latinoamericana, que no termina de acomodarse desde la muerte de Bolaño. Bolaño es un lector más para argentinos, acostumbrados a Borges, Cortázar, que para norteamericanos. El autor de Rayuela, mentor del boom latinoamericano, hubiese disfrutado y aplaudido la narrativa de Bolaño, porque se reflejaría en sus páginas su propio mundo y porque Cortázar tenía un olfato de sabueso además de la grandeza de su espíritu. Vivir fuera de la patria, de las faldas de la madre, enseña a morir más intensamente, como frente a un precipicio, pero sin caerse, cada día yu cuando uno está en la orilla siempre alguien te da la mano, aunque sea la otra tuya. Cuando "el monstruo barroco caribeño", el poeta José Lezama Lima, estaba abandonado a su propia suerte, como una gran ballena varada en las playas de Varadero, Cuba, fue Cortázar quien sacó a la luz y reconoció la novela Paradiso. El porteño de Banfield no tenía complejos.
Tengo entendido que algunos escritores chilenos debatieron sobre la novelística de Bolaño en el marco de la Feria y ese es el tema del que debiera ocuparse el diario. En el video relámpago mostrado por Clarín, el chileno que habla, dice que la obra crece sola, con una sonrisa muy andina, sin mayor gesto, com ocerrada en sí misma.
Tom Wolfe, novelista y periodista norteamericano, invitado estrella a la Feria, llegó precedido de declaraciones imflamatorias y apocalípticas sobre la novela anunciando su fin. No soy novelista, pero pienso que la novela es un género camaleónico, crece en la diversidad, cambia, muta, y alguien da en el blanco de tiepo en tiempo, por encima de los éxitos. Bolaño se encargó de ese otro espacio, el del novelista a hierro y fuego.
Estuve en la Feria del libro de Panamá con un invitado estrella, best seller, conversamos en varias ocasiones, nunca compré su libro, ni mientras lo firmaba ante un público que se notaba con mente de telenovela. Cuando intentamos hablar de literatura, me dijo que no leia. No tengo tiempo. Después la TV española se dio un banquete con el libro y el tema. En la Feria de Colombia del pasado año, pasé tres o cuatro veces por un mismo stand, y vi como se vaciaba de la novela del japonés Haruki Murakami. Me refiero a Kafka en la orilla. No estaba el novelista y su obra volaba entre las manos del público y los vendedores no suelen ser grandes conocedores de la obra para impulsarla. Las Ferias son una caja de Pandora, ocurren muchas cosas y en especial están montadas para el marketing. No siempre llega y se lee lo mejor.
Volviendo a Bolaño, era como Borges, todo remitía a la literatura, él mismo formaba parte de sus personajes. Nos hereda ese oficio implacable que es más bien un vicio, como su compromiso y coraje. Mucho se habla de sus dos grandes novelas, pero es un cuentista notable. En ese noveleta El Nocturno de Chile, pone en descubierto un gran tema de nuestro y otros tiempos, el poder y la literatura amén de otras bellezas de la dictadura chilena. Hay que ler a Bolaño, antes de feriarlo.
Rolando Gabrielli©2008
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Fue algo grande mi hijo". Encuentro con León Bolaño, padre de Roberto
por Andrés Gómez BravoLa Tercera, 07.10.2006
Ex boxeador y camionero, León Bolaño es el padre del autor de Los Detectives Salvajes. Desde México, donde se radicó en 1968, habla por primera vez en forma pública de su primogénito: narra el reencuentro en Madrid en 2001, tras dos décadas sin verse ni hablar, y asegura que le heredó "la firmeza" de carácter.
Útimos Atardeceres sobre la Tierra se titula el cuento y es de los mejores de Roberto Bolaño. Parte así: "B y el padre de B salen de vacaciones a Acapulco (...). El coche del padre de B es un Ford Mustang del 70. A las seis y media de la mañana suben al coche y comienzan a salir de la ciudad. La ciudad es México Distrito Federal, y el año en que B y su padre abandonan el DF por unas cortas vacaciones es el año de 1975". El cuento narra las últimas vacaciones que B y su padre pasaron juntos. Y -como toda la obra de Bolaño- es una mezcla de memoria y ficción.
Dos años después de ese viaje, Bolaño -o B- partió a Europa. Recorrió Francia y el norte de África. Se radicó en España y se convirtió en escritor. Veinte años más tarde recibió un telegrama desde México. "Comunícate urgente", decía, y llevaba un número telefónico. B temió lo peor. Era de noche cuando marcó. "Bueeeno", respondieron del otro lado. "¡Papá! -exclamó-. Pensé que te habías muerto".
No es ficción: durante dos décadas Roberto Bolaño y su padre, León, no se vieron. Tampoco se hablaron. Bolaño publicó sus primeros libros, ganó premios, se hizo conocido en el continente..., y su padre no tenía idea. "La distancia y el trabajo lo absorben a uno", explica hoy León Bolaño. Ex boxeador y camionero, el padre de B reside en Querétaro, donde dirige la empresa de transportes El Chileno. "No me enteré de sus libros hasta que unos parientes me dijeron y mi hijo León Enrique comenzó a sacar datos de internet", cuenta a través del teléfono.
León Enrique es el mayor de los hijos del segundo matrimonio del señor Bolaño y, a diferencia de Roberto, se dedica a la política (fue secretario del Ayuntamiento de Querétaro por el PAN, el partido de Vicente Fox y Felipe Calderón, Presidente electo de México).
"León Enrique se puso en comunicación con Roberto. Me alegró mucho. Estuvimos conversando horas. Allá (en España) eran como las dos de la mañana", recuerda el patriarca del clan.
Su hijo León Enrique consiguió los libros de Roberto. Y don León empezó a leerlos. Y entre las páginas de Putas Asesinas encontró el cuento de sus últimas vacaciones juntos. "Imagínate, paisano, me emocioné mucho, mucho. Fue así, igualito como él lo cuenta".En la carreteraLeón Bolaño nació en Los Ángeles, Chile, hace 8o años. Entró a la marina, pero no era un tipo para seguir órdenes: "No me gustaba que me mandaran. Y me retiré". De todos modos, su paso por los grumetes no fue en vano: aprendió a boxear y fue campeón peso pesado en el sur. Después conoció a la profesora Victoria Ávalos y se casó. En 1953 nació Roberto y un año después su hermana María Salomé. "Dejé el boxeo, compré un camión y nos fuimos a Valparaíso", relata.
Vivieron en Viña y Quilpué, donde el niño Bolaño jugaba a los vaqueros. Tenía un caballo, el Zafarrancho, que luego recordaría en el cuento Últimos Atardeceres... "Era un caballo que traje de Magallanes -dice don León-. Fue una odisea, imagínate, paisano. En Ouilpué teníamos una quinta y a Roberto le gustaba montar. El caballo era su regalón".
Por entonces el futuro novelista empezaba ya su vida aventurera, en el camión del papá. "Una vez íbamos de Valparaíso a La Serena y pasadito Calera se me reventó la bomba inyectora. Quedamos en medio de la nada. Era el año '62 y el tránsito era muy difícil. Pero ahí las barajamos". El camión cargaba sacos de harina y, según don León, consiguieron que les hicieran pan en una casa del sector. "Sobrevivimos cuatro días hasta que llegó el mecánico".
La familia regresó a Los Angeles y Roberto comenzó a revelar su carácter, atestigua el papá. "Era de los que contradecían a los maestros. Lo tenían entre ceja y ceja, jajaja. A veces íbamos a comprar víveres y él me decía 'papá, mientras tú compras yo voy a ver libros'. Leía tanto... siempre fue así".
La pasión por la lectura, testimonia, era herencia Avalos: "Su mamá era muy lectora, de ahí yo creo que le venía. Yo no, yo soy un hombre de acción". Y como tal, dice, le heredó otra cosa: "La firmeza. Mi hijo no se dejaba dominar por nadie".
En 1968 el clan partió a México. En el D.F. el matrimonio Bolaño Ávalos se separó y en 1973 Roberto viajó a Chile entusiasmado con la Unidad Popular. Pero llegó cuando el golpe era inminente. Fue detenido en Concepción y salió gracias a dos ex compañeros de liceo.Mal de amorDe vuelta en México, Bolaño se dedicó de lleno a la literatura. "Llegaba de reuniones con amigos y empezaba a escribir, escribir y fumar", dice don León. A mediados de los 70, la familia se separó para siempre: Victoria Ávalos y María Salomé viajaron a España.Por entonces Roberto estaba de novio con Lisa Johnson, una joven poeta norteamericana. "Vivieron juntos, pero la madre de ella los separó. 'Qué ganas con un escritor que no tiene nada', le decía. Quedó muy mal. No dormía, estaba muy enamorado y pensó matarse. Lo convencí de que matarse por una mujer es una pendejada".Bolaño se marchó a Europa. Y el padre formó otra familia.Llamadas telefónicasAl principio, Roberto escribía a su papá, dice el hermanastro León Enrique. A veces, en el tiempo de mayor pobreza, le pedía dinero. "Pero una vez le pidió una cantidad fuerte y le dijo 'como adelanto de mi herencia'. Y eso indignó a mi papá. 'Este cabrón piensa que ya me voy a morir', le dijo a mi mamá. Le mandó el dinero, pero nunca más le habló".Y así pasaron 22 años. Hasta que León Enrique envió el cable a Blanes, el año 2000, y Roberto llamó a México. "Y toda la bronca quedó en el olvido". Al año siguiente, Bolaño y su padre se reunieron en Madrid. Fue un encuentro lindo, recuerda don León. "Pero lo hallé demacrado. Se tomó como 20 pastillas en la comida. Quedó de venir a México, pero quería terminar la novela".
Por entonces Roberto trabajaba en 2666 y ya padecía la insuficiencia hepática que le produjo la muerte. León Enrique siguió en contacto con él por mail. "Yo le decía 'por qué no vienes a ver a mi papá, quién sabe cuánto va a vivir', y él me decía que tenía un viaje pendiente y que lo tenía suspendido por una cuestión de salud. Yo pensaba 'no mames, cabrón, yo haría el viaje igual'. Nunca me platicó lo grave que estaba".
Su muerte los tomó por sorpresa: se enteraron por casualidad dos días después. Don León llamó a Blanes y Carolina López -la viuda- le dio la mala nueva. "Ay, este muchacho", dice hoy el padre. "Se mató por esa novela. Casi no dormía, era una obsesión. Me apena acordarme, paisano".
Pese a los años de separación, don León dice que Roberto era su orgullo. "Fue algo grande mi hijo. Lástima que la vida se le truncó tan pronto".

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