jueves, octubre 27, 2016

¿Vuelve Bolaño o nunca se fue?

 
 

El título refleja a su autor, le retrata de pie a cabeza: su espíritu, la ciencia y ficción de sus intuiciones primarias. Roberto Bolaño, el narrador de los poetas, se sigue despidiendo y la editorial Alfaguara, cosechando estos primeros frutos de un autor que  partió en su tardía gloria, haciéndonos  señas desde su última nave vikinga en el Mediterráneo. Palabras y cenizas, la mar, la mar, retorna en cuerpo y alma el autor de Los Detectives salvajes con los antecedentes de su más representativa obra, según anuncia la editorial que le promueve. (El libro del mundo iniciático  de poetas que convierten la vida en arte y viceversa, en un  México relatado  extraordinariamente). Un universo vital que han vivido muchos poetas  jóvenes en distintas latitudes, cofradías, clubes, universidades, talleres, parques, barrios, ciudades, buhardillas, sótanos, casas, sociedades secretas que enfrentan el mundo con las armas de su poesía, su palabra maldita, que intenta hacer estallar el establecimiento, la cultura oficial,  porque la poesía nace de una espiga oscura que el trigo convierte en poema.  (¿Asaltantes de la realidad oficial?)

  • Un autor vital

Quizás sea el autor con una mayor obra póstuma de todos los tiempos y  nos da la impresión que su historia literaria no tuviera fin. Se reproduce literalmente hablando  como un conejo en el sombrero de   un mago.

Bolaño, siempre vivió a contrapelo de  su propia existencia, en la precariedad económica y tuvo que recurrir a un negocito de bisutería, a la venta de estas joyitas "de mentira", fantasía pura, que permiten  nada más que la sobrevivencia y también se ganó la vida como cuidador de un parque  y esos concursos providenciales de las provincias españolas. Todo este arte de birlibirloque contribuyó a su mito posteriormente, el Bolaño al borde  del precipicio, pero lo que le distinguió, como a Borges, Neruda, Vallejo, García Márquez, fue su  propio mundo literario, su obsesión, tenacidad, certeza de lo que estaba escribiendo y hacia donde iba  su mundo literario. Esa fue su mayor arma.

Todos vamos en nuestro propio laberinto, sus no certezas, tanteos de ciego  fueron una boutade tras boutade,  y me refiero a Borges,  uno de sus maestros,  un gran constructor de mitos.

Lo importante es que supo mezclar  su mundo vital con las lecturas e imaginación, ingredientes claves para hacer una literatura "trascendente", interesante, original, personal y que sea interpretada y aceptada  por un público universal. El novelista se vio en la realidad y la realidad en el espejo de muchos.
 
  • Visagra de dos siglos, puente hacia el futuro

Hoy, la gloria de Bolaño es para su literatura y sus  herederos, para fortuna de sus nuevos lectores, sobre todo los jóvenes que quieren iniciarse en este  inefable mundo de la escritura y la palabra.

Por comentarios  publicitarios, de solapa, comerciales, sabemos que es El espíritu de la ciencia ficción, es  una  obra anclada  en su trama de los 70, una especie de adolescencia de Los Detectives  salvajes, un punto de partida que pondría su pie en  el acelerador y ventilador de la nueva narrativa Latinoamérica, la novela que cerró y abrió el siglo XXI, tendió un verdadero puente hacia el futuro. Bolaño  daba la impresión  de agobio, exigencia, y urgencia  notoria de concluir  la obra  y subir un escalón  que solo el destino había registrado en su bitácora, pero que él intuía con una gran claridad. Descubrir el mundo de la escritura e irrumpir en la inocencia de una virginidad ya perdida. 

 Esta novela, El espíritu de la ciencia ficción,  comenzó a escribirla a inicios de los 80 y todo indica que la cerró el 84. ¿Autobiográfica? ¿Iniciática? ¿Un acto de fidelidad con el oficio visceral de la literatura? Poesía, amistad, vida, obsesiones, el pulso de un escritor que sudaba literatura. Bolaño  monologaba con la noche y las palabras, Borges con  las sombras de una oscuridad insalvable, pero sobre todo con Bioy Casares, un ficcionador como él.

No por nada, sostenía en una de sus cartas al novelista Porta, "aunque en el pulso se me rompan los tendones", en clara advertencia que  ponía su hígado en el proceso literario  de turno y en especial esta novela que le quitaba el sueño, al parecer, por esos  días iniciáticos.  Así fue con su vida, que le acompañó hasta los 50 años, implacable, no se dio tregua, y quería tal vez saltar un muro de silencio casi insalvable.
 
  • ¿Enfermo de las palabras, la vivencia extrema?
Ante su devastadora enfermedad, nunca  detuvo su escritura, no dejó de sumergirse en sus personajes, escenarios, obsesiones definitivamente, todo aquello que hace a un escritor vivir  sus tantas realidades bajo su propio caleidoscopio e intuiciones.

Un mensaje para los futuros escritores digitales, a los que les pica la mano por publicar lo primero que les viene a la cabeza, la genialidad del instante esa que viaja en la red, diría Manrique, que es el morir.

Lo que no sabemos, es que  si Bolaño viviera  hubiese publicado este primer espíritu ficcionador, porque definitivamente congeló ese proyecto y privilegió otros. Sin duda, su edición, es una manera de seguir y trazar su itinerario completo de escritor, descubrir sus costuras, desvelos, acentos y tensiones. Era un hombre riguroso, detallista, obsesivo con su obra. Tal vez la guardaba como un ejercicio  necesario, un antecedente virtuoso, esa antesala de una gran obra que está en mente. La literatura no deja de ser un ejercicio, búsqueda, inagotable sed en pleno ajetreo literario. Ahora sabemos, que la cerró  como un capítulo importante de lo que vendría a entregarnos como sus obras maestras, su impronta definitiva.

Vuelve, entonces, el post  Bolaño en una de sus tantas versiones. No dejará de ser, en nuestra opinión, un escritor importante,  como bisagra y tránsito de la literatura de habla hispana del siglo XX al XXI. Es, además, un personaje fuera y dentro de su obra y no necesita ni a la ciencia  ni a la ficción, sino a su presencia real, porque está en cuerpo y espíritu en cada uno de sus textos.

Hay que ir a la obra para indagar sobre los pasos de estos jóvenes adolescentes, detectives salvajes, enterarnos de sus peripecias, en suma, de sus vidas y complicidades en el DF, el territorio urbano de sus hazañas, sueños y vidas.
 

¿Un autor que ha sabido permanecer  en un estado de eterna juventud? Son tantas las interrogantes en un escritor de la complejidad de Bolaño, que disparar una pregunta es una manera de cuestionarnos su obra de a alguna manera. Así se nos presentó desde el fondo de su ordenador y ahora en un manuscrito como éste, pequeña caja de Pandora.

  •  Bolaño en el quirófano

Solo queda disfrutarlo o indagar su obra como un verdadero detective, pensando que tiene inevitablemente un caso  de la vida personal de  un escritor convertido en literatura en vida y muerte. Los mitos  terminan siendo diseccionados en el quirófano de los críticos, lectores y otros autores. Esta caso no es diferente: examinar al propio detective, descubrir sus huellas, todas las pistas posibles para convertirlo en un verdadero caso.

En la arena de lo nuevo, su espiral ascendente no se detiene. En un grupo de 50 escritores contemporáneos, 2666 se ubica como la obra prima, no solo de Bolaño, sino la mejor del idioma español en los últimos 25 años.

Un reconocimiento a la altura de una leyenda que se mueve  por el DF, Sinaloa, Blanes,  Europa, el Sur de Chile  y su región central, y  además rejuvenecido  por las aguas del Mediterráneo, que lo recibió como un hijo meritorio del Mapocho.

Los Detectives Salvajes ocupan un glorioso tercer lugar en esta lista, donde aparecen autores como Vargas Llosa, Javier María, Vila Mata, Javier Cerca, José Saer, Fernando Vallejo, Diamela Eltit , entre otros autores contemporáneos.

Bolaño murió con las botas puestas revisando  hasta el fin de sus días su monumental obra, una herencia para sus hijos, pensaba e ingresaba a la historia de la literatura universal. Se fue con su acento español, vivencias mexicanas, pero nunca dejó de ser, aunque no se diera cuenta el mismo, chileno, un inconfundible chileno con su humor, ironía, tragedia, precariedad, insomnio y el ataúd viviente de su larga, angosta y loca geografía que le vio nacer entre terremotos y paisajes deslumbrantes de otros planetas. Y finalmente lo expulsó por su propio desencanto.

La  isla de Los Detectives salvajes

Estas  encuestas arbitrarias, verdaderas carreras hípicas, tienen la validez de un ejercicio especializado, pero lo recomendable es leer sin el peso de la crítica, la  obra de un autor que sabía lo que estaba haciendo y en homenaje a sus desvelos, debemos leerlo con pasión, sin más distracción que la propia historia que nos relata. Así lo leía  una mujer en una isla, absorta, detenida en su palabra, fugada de cualquier otra realidad que no fueran  esas páginas, en espera de un avioneta que la trasladaría lejos de sí misma. La isla mecía sus páginas en el interior de su imaginación, las manos que las sostenían, como le hubiese gustado a Bolaño, pensé días después. Allí, anclada con sus largas piernas, en un murito de la terminal aérea, sin estar más que dentro de esas páginas con sus cinco sentidos, la tarde  era de una lenta espera.

Lo relato y describo como si hubiese visto esa escena,  ensimismada subrayando cada página en coautoría con el mismo Bolaño, con quien dialogaba  y la suave brisa de la isla cumplía con el mayor de los silencios nunca escuchado.

Lo real es que Bolaño pareciera seguir escribiendo desde el más allá: 8 títulos nuevos después  que bajó el telón definitivamente hace 13 años. Poeta anarquista, novelista imaginativo, curioso, inconformista, polemista incómodo, vivió una suerte de orfandad patria, como diversos escritores chilenos y latinoamericanos, convertidos en diáspora.
Hizo su historia en el DF y Blanes, una zona costera, la entrada de la Costa Brava española. Se fue a vivir frente al mar, como Neruda, Huidobro y  Parra, tres de los más reconocidos e influyentes poetas chilenos.

  • Tan chileno como el cochayuyo

Polemizaba con sus pares  chilenos  casi como un acto de reflejo y no dejó de hacer sombra con la larga  y angosta faja de tierra, que fue su patria de origen, más no de afectos, aunque  en su imaginario real la poética chilena no dejó de zumbar en sus  oídos y conciencia de poeta hasta el final de sus días. Le quedó difícil la poesía, en un país de grandes poetas. Lihn en un principio  lo rechazó y después  recapacitó,  pero aún así, la poesía chilena no tiene las  fronteras de Bolaño.

Nadie puede negar -ni el mismo Bolaño- que poéticamente hablando, forma parte de la tradición chilena y es  de donde viene inevitablemente, este insaciable lector borgeano. Chile fue "la bestia negra", que duplicaba sus contradicciones, desafectos y defectos, sus sueños  ocultos y anarquía visceral. Pocos escritores chilenos le defendieron, en medio de sus continuas polémicas con sus pares.  no estaba destinado a solo  mirar o ver pasar el paisaje delante de sus ojos. Su rebeldía superó sus años mozos y la mostró hasta el final de sus días.

 La influencia de sus lecturas,  los años vividos, las experiencias  que pasan a ser parte esencial de  la literatura, su correspondencia  con escritores chilenos, motivaciones, su innegable y legítima obsesión por Chile, apuntan a una cierta oculta evidencia de su chilenidad.  El golpe de Estado, como a tantos chilenos, lo marcó, más allá  de esa visión mítica que depositaron sobre sus hombros quienes le vinculan con un personaje que se salvó de milagro tras esos eventos indignos de la historia de Chile. Allí  comenzó a rodar el mito Bolaño, cuando a Chile le sobraban los héroes y las tragedias. Supo construir su propia historia en paralelo con su escritura, lo único que  termina sirviéndole a un autor.  Muchos critican el Yo inmenso de Neruda, pero los narradores suelen ocultarlo aparentemente transformándose ellos mismos en personajes de sus novelas. La novela está totalmente contaminada de prosa, poesía, realidad- ficción, de sí misma en un constante contrapunto que la navega en su eterna sobrevivencia y camaleoneo. 

La patria son mis  hijos, dijo alguna vez, aunque puso atención a los poetas chilenos-Parra, Lihn, Teillier, entre otros, a la dictadura chilena y se obsesionó un tanto con Neruda, como con sus maestros: Borges y el anti poeta, al que Bolaño resucitó con "su creciente fama española", cuando disfrutaba de sus cuarteles de invierno. Parra reconoció el gesto, lo calificó de príncipe  cuando murió y lo despidió con versos de Shakespeare alusivos a Hamlet.

  • Del Mapocho al Mediterráneo

Vivió, sobrevivió a una gloria pasajera, pero alcanzó a sentir el viento tenaz y el olor inconfundible de la popularidad entre sus pares y seguidores. Había ganado también dos prestigiosos premios, sepultando su dilatado pasado marginal y le ponía cara al gran movimiento literario latinoamericano llamado boom. Abandonó  Sevilla, en su última presentación internacional, como un general romano victorioso, con la  desbordante gloria alcanzada a pulso en sus eternas batallas.

Bolaño había hecho un corte a partir de Los Detectives  salvajes, el boom y él no congeniaron, a pesar de  su admiración por Cortázar, pero siempre  devoto de Borges y otros argentinos, no puede desconocer influencias y tampoco podemos  olvidar que fue un rupturista y aperturista generacional.

Encaró la vida y la muerte, más allá de todo  oficio o manera de ser e instalarse en este mundo. Este último manuscrito, muestra el andamiaje de su escritura, el alpinismo verbal de su palabra, el idioma que  oculta desvelos y las noches que arrastran sueños inconfesables.

Alguien teclea, pulsa vocales y consonantes, donde ya no llegan nuestras palabras dormidas en algún último amanecer. Es un rumor extraño, el cuerpo de la amante inexistente o a punto de partir como si nunca hubiese querido llegar. Así las palabras sorprenden con su amanecer tibio, nuevo, inevitable.

Bolaño poco antes  de viajar por el Mediterráneo dijo, premonitoriamente sin saberlo quizás: “El mundo está vivo y nada vivo tiene remedio. Esa es nuestra suerte”. Neruda, el poeta que le fascinó con  su lectura de Residencia en la Tierra y que un psico mago años más tarde  le convenció en México, que el gran poeta era Nicanor Parra, vaticinó  palabras  de vidente para  Bolaño: me seguiré viviendo.

 
 

 
Rolando Gabrielli©2016


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