Ahora sí André usted es el padre del surrealismo.
Debían sacarlo a subasta para que se encontrara
con la palabra mierda y la infinita dulzura
de una historia apátrida, sin fronteras,
loca, loca, monsieur, de guillotina.
Obra desnuda en pleno siglo XXI,
de león descabezado, y alguien la acumula
para este viento ocasional de primavera,
máscaras, civilizaciones, la petite histoire.
Qué ironía, Picasso
prohibido
en las Naciones Unidas.
Mundo global, la sombra de mi mano
esconde unas cicatrices
y estas muñecas rusas no encuentran
el origen de su especie, ni la madre de sus hijos.
Tasan su obra acumulada en la calle Fontaine,
como si la poesía Noé la hubiese hundido en el diluvio
para salvar la especie y no la palabra.
Qué pobre destino puede tener la muerte
cuando no es auténtica.
A usted ya lo manosea la historia,
es un escombro hablar de poesía.
Michaux, Freud, Trostky, Dalí, Apollinaire,
Rimbaud, Lautréamont, De Chirico,
todos parecen cruzarse de brazos a un mismo tiempo
y forman parte del misterio, el gran collage
del marketing francés.
Tasadores del arte de la impunidad,
que a destajo tasan el misterio inefable
del gran guardián del cadáver exquisito,
la palabra Breton que una bailarina andaluza
deja caer entre las piernas dibujadas por Magritte.
¿Qué importancia tiene el Surrealismo
ante este Manifiesto abandono de su obra
en el quirófano de la prosa doméstica
más surrealista que el Surrealismo?
Mejor muerto que ahora volando
sobre las terrazas de París,
hacia donde la indiferencia mueve
su verso alado como pez,
que teje un mar y otro mar,
la red en su principio y fin,
el inacabado hilo
de un sueño
que se frota ante un espejo de luz,
y voilá la poesía.
Rolando Gabrielli 2025
Auctioning Surrealism
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Now, André, you are truly the father of surrealism.
They should put it up for auction so it could meet
the word shit and the infinite sweetness
of a stateless, borderless story,
mad, mad, monsieur, with a guillotine.
A naked work in the 21st century,
a headless lion, and someone hoards it
for this occasional spring wind —
masks, civilizations, la petite histoire.
What irony, Picasso
banned from the United Nations.
A global world, the shadow of my hand
hides some scars,
and these Russian dolls cannot find
the origin of their kind, nor the mother of their children.
They value his amassed work on Fontaine Street,
as if Noah’s poetry had sunk in the flood
to save the species but not the word.
What a poor fate death must have
when it lacks authenticity.
History already gropes at you,
it is rubble to speak of poetry.
Michaux, Freud, Trotsky, Dalí, Apollinaire,
Rimbaud, Lautréamont, De Chirico —
they all seem to cross their arms at once
and become part of the mystery, the great collage
of French marketing.
Appraisers of the art of impunity,
they relentlessly price the ineffable mystery
of the great guardian of the exquisite corpse,
the word Breton — which an Andalusian dancer
lets fall between the legs drawn by Magritte.
What significance does Surrealism have
in the face of this Manifest abandonment of its work
in the operating room of domestic prose
more surrealist than Surrealism itself?
Better dead than now soaring
over the rooftops of Paris,
where indifference moves
its winged verse like a fish,
weaving one sea and another,
the net in its beginning and end,
the unfinished thread of a dream
rubbing itself against a mirror of light —
and voilà, poetry.
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