Pensé que con este poema bastaba
para
describir el silencio, la impunidad,
toda la
destrucción de sus vidas y casas
las
matanzas despiadadas de gente indefensa,
la burla
al mundo, la impiedad absoluta,
sin agua,
sin luz, sin comida, sin casas,
sin sus
hijos, sin sus mujeres, sin país,
sin sus
únicas vidas por las que nacieron.
¿Te has
preguntado hacia dónde va
el torcido
viento de la historia
cuando los
insepultos muertos duermen
bajo los
escombros esperando la maquinaria
que pasará
por segunda vez sobre sus cadáveres?
Estoy en un
lugar que al parecer la historia,
más que un
acontecimiento a tomar en cuenta
como parte
de una época, quizás la nuestra,
es solo una
fecha circular más del calendario
y el pasado
es lo que es, un tiempo muerto.
Me detengo
a ver una fotografía de un grupo
de hombres
rodeados de escombros
de
una ciudad muerta con muertos bajo
las piedras
que alguna vez levantaron casas,
escuelas,
mezquitas, hospitales, negocios,
tiendas,
donde la gente vivía sus vidas,
respiraba y
soñaban sus propios sueños.
Ya no queda
nada de eso y la muerte sigue
más viva
que nunca acechando.
Estos
comensales parecieran distraídos
de esta
página que escribo también
en su
nombre y de los que ya no están,
no
precisamente porque no salieron
en la foto,
sino por estar muertos.
La muerte
es la protagonista
de estas palabras
casi muertas,
palabras denunciantes
que no los
devolverán.
Estar en
casa acorralado
como un pez
en la pecera,
pájaro en
jaula,
no se puede
volar,
aunque se tengan alas.
Rolando Gabrielli2025
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