El anarquista sin límites geográficos y
literarios, como pareció presentarse Roberto Bolaño, hay que verlo también de
otra manera, pero no para cambiar nada. La foto pareciera estar en México, en una ventana de flores marchitas o artificiales, con su mirada de desgracia, cero futuro, quizás emputamiento en el aburrimiento. Pero es Bolaño, el mismo autor de Los Detectives salvajes y que con este rostro nos decía, al parecer, -cuanta especulación-: vean, no tengo nada entre manos. Tan alejado de Chile, aparentemente, el autor de 2666, y sumergido en los infrarrealistas contestatarios, no estaba conforme con su poesía, - aunque escribió poemas de pie, en el aire, sentado, viajando, dormido, en el baño, en la calle o en el café La Habana del DF, - pero por su mente pasaban otros proyectos más prosaicos.
A finales de los 70, como es sabido, un Bolaño atormentado por la pobreza y buscando su aguja en el pajar de la literatura, le escribía al poeta Enrique Lihn sobre sus penurias catalanas, le enviaba poemas y solicitaba opiniones a un autor que se debatía en el Chile de Pinochet entre su Pieza oscura y El Paseo Ahumada. ¿Quién vivía más desamparado, Bolaño, Lihn o la poesía? A Lihn, un poeta que no le dio cuartel a la realidad, le quedaban unos cuantos años de vida. No alcanzaría a terminar la década de los ochenta para ser precisos. Conociendo su generosidad con los jóvenes y ejerciendo a toda intensidad su pasión crítica, Lihn le dijo a los poemas de Bolaño, que no y que sí, al principio. No todo es tan claro como algunas noches de verano. Bolaño estaba angustiado y carecía de rumbo, miraba hacia el sur, desesperadamente intentaba encontrar una voz de aliento y al mismo tiempo tanteaba, al parecer, una beca que le permitiera atender su escritura sin esos sobresaltos de la pobreza.
Lihn nunca fue un modelo de éxito económico y no merodeaba ningún oficialismo, más bien miraba por el rabillo del ojo la realidad personal y social, con la cual tenía bastante para sobrevivir a su manera. En una segunda lectura, de acuerdo con palabras de Lihn dichas en su correspondencia, los poemas (textos les llama Lihn) "son muy buenos".
De estas cartas se infiere un Bolaño preocupado por su edad (casi 30 años) y no arrancar en la literatura, seguramente en medio de algunos poetas chilenos talentosos y precoces : Neruda, Millán, quienes a los 20 años habían escrito una obra original. Así se interroga burlonamente:
"¿Es que seré un Braulio/Anguita (sic) del año 2000? Dios no lo permita". Mezcla a dos poetas chilenos con su destino y posiblemente no sabía que eran amigos de Lihn: Braulio Arenas y Eduardo Anguita. Ambos fueron premios nacionales de literatura durante el gobierno de Pinochet.
Todo es muy anecdótico y estamos con el Bolaño antes del destape de Bolaño, aquel que renegaba de Girona, una ciudad pequeña que la sitúa: "de espaldas al culo del mundo".
Todo es muy anecdótico y estamos con el Bolaño antes del destape de Bolaño, aquel que renegaba de Girona, una ciudad pequeña que la sitúa: "de espaldas al culo del mundo".
Este carteo con Lihn es ya de lo más comentado y de hecho en una nota anterior, lejana, recogía algunas impresiones, que en lo esencial demuestran que las palabras y consejos del autor de Poesía de paso, fueron un verdadero salvavidas para el deprimido Bolaño, que estaba dispuesto a tirar la toalla, quitarse los guantes y bajarse del ring de la literatura.
Estos días, entre gatos, inviernos crudos sin calefacción, pobreza franciscana, amigas y simpatizantes literarias ocasionales, eran parte importante de sus días anteriores y de lo que ansiosamente buscaba el autor del Nocturno de Chile: un hueco, un camino para su literatura. Recurría a uno de los escritores, poeta, más lúcido de la literatura chilena y latinoamericana, además de desprendido y siempre atento a las corrientes jóvenes. Miraba a Chile y ya había pasado por México, escrito un par de libros de poesía, "injuriado" a Octavio Paz, robado libros en el DF y vagado por ese inconmensurable paraíso perdido con los infrarrealistas, devorando libros en medio de tertulias literarias que serían fuente de Los Detectives Salvajes.
Ciertamente Bolaño era chileno, publicaba ocasionalmente en la revista Trilce de poesía, comentaba por esos años que no sabía nada del país, pero frecuentaba poetas chilenos, como ocurrió con Gonzalo Millán y Waldo Rojas, residente en Francia.
Ninguno de los dos poetas chilenos aceptó la propuesta de Bolaño, como él lo sospechaba, de escribir a cuatro manos La literatura nazi en América, ( enciclopedia abreviada de la literatura nazi en América), porque seguramente el autor de Putas asesinas, no tomó en cuenta que ambos son "poetas puros" alejados de la prosa como la mayoría de los poetas chilenos. Es una mera especulación, porque cada autor sabe donde amarrar su caballo y Bolaño andaba en eso en ese tiempo. Y los poetas tienen también sus propios proyectos, como un cineasta, un novelista, pintor. No es tan fácil compartir un mismo lienzo o un conjunto de páginas para una partitura común.
¿Bolaño buscaba su Bioy Casares? La influencia de Borges en Bolaño está a ojos vista, en cómo ver, leer y manejar la literatura. Un ciego aparentemente le abriría en una buena medida con el tiempo los caminos ficcionales que buscaba. Él confesó que releía con ferocidad al mítico autor de Ficciones. Sin duda también a otros escritores argentinos como reconoció: Cortázar, Lamborghini, Antonio Di Benedetto, y otros indispensables como Rulfo. Bolaño fue un devorador de libros, robados, primero y después encargados. Joyce y Bradbury, como Borges, también los devoraron en bibliotecas. Argentina fue "su patria literaria secreta". En derivas de la pesada, Bolaño hace su recuento y análisis de la literatura argentina, y concluye que hay que releer a Borges.
En poesía, su poeta más admirado, fue el chileno Nicanor Parra, quien ejerció una influencia magnética, casi hipnótica hasta el final de sus días y gracias a sus buenos oficios con su amigo el crítico español, Ignacio Echevarría, Nicanor Parra fue re-conocido en España, post mortem Bolaño. Según Bolaño, comentaba en sus cartas a Waldo Rojas, que el panorama de la poesía chilena era "desolador". Esta es una afirmación algo peregrina, porque en el 97, fecha de la carta, en Chile estaba Gonzalo Rojas, Gonzalo Millán, Parra, Zurita, Omar Lara, Manuel Silva, Ángel Cuevas y otros tantos jóvenes sumergidos en las ciudades o bajo el silencio abismal del mundo neoliberal. De paso se refirió despectivamente de Miguel Arteche, que es un poeta consagrado, meritorio y original, desde luego no prosaico.
Lo que ha habido y hay en Chile, es poesía, un viejo truco de la esperanza y del vicio de la palabra escrita. En pobreza la poesía forma parte de la realeza literaria. El mismo Bolaño, sin irnos de tema, lanzó la consigna: escribir hasta morir. Y los poetas chilenos nacen bajo las piedras de Chile, traen el plus de la dura, accidentada y bella geografía chilena. Con el tiempo, Bolaño se aproximó a otros y los ensalzó en el contexto de su visión poética.
Un hecho relevante en esta nota: Los días anteriores de Bolaño, se desprende de una carta a Rojas, autor de El Príncipe de Naipes, y muy amigo de Lihn, donde se nos hace saber que en 1995 le envió el manuscrito de Estrella distante, que al parecer impactó a Rojas, porque Bolaño se sintió "anonadado" por los comentarios que hizo a su libro. Colaboraba además Bolaño con la revista Araucaria, que dirigía en el exilio Volodia Teitelboin, amigo personal y biógrafo de Neruda. Estuvo esos años previo al pre boom Bolaño, en sintonía con los chilenos de adentro y afuera. Su obra no es solo México, ni sus secretas lecturas de madrugada o sus páginas soñadas. Es un escritor de Norte a Sur y viceversa, son los dos puntos cardinales más claros de su geografía poética.
En medio de estas idas y venidas de cartas, cambios de domicilio, trabajos furtivos, cargaba su mochila de materiales, porque escribía para vencer todos los miedos que tenía aparentemente al fracaso, a morir antes de desarrollar su obra. El 93, arroja luces una carta a W. Rojas, su coqueteo con la muerte y le confidencia desde el hospital donde moriría una década después: "Mi doctora favorita dice que aún no moriré. Puedo escribir un par de novelas más". Escribiría no solo mucho más en esos diez años que le quedaban, sino que su obra capital, sin contar sus libros póstumos. Me sorprende que en medio de la larga correspondencia con el poeta Rojas, exiliado en París, en sus 15 años, Bolaño no lo haya citado en sus críticas literarias o biografías de autores a las que era obsesivamente aficionado. Desconozco si eso sucedió en algún momento, pero conociendo a Waldo Rojas, se que le acogió amical y generosamente como suele hacerlo usualmente. ¿El ninguneo fue al revés porque Rojas está más cerca de Mallarmé que Parra? Es una interrogante para algún estudioso o escritor avezado que escriba la novela sobre Bolaño que Bolaño no alcanzó a escribir.
La nota periodística del diario La Tercera de Chile firmada por Roberto Careaga, revela esos pasos anteriores al vendaval Bolaño y cuyo itinerario intimo queda reflejado de manera inequívoca y personal.
Bolaño es de esos escritores-lectores que arrastraba libros propios y ajenos en su memoria y que logró identificar los que le correspondían y llevarlos al papel en vida y muerte. Entre el 93 y el 2000, cuando el siglo agonizaba con Bolaño, él ya había escrito su obra, sus últimos tres años de vida fueron para ordenar y terminar el plazo que le otorgaba el tiempo asignado a su propio paréntesis.
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Epilogando a un post Bolaño
Cuando aún Bolaño nos hacía sus últimas señas desde el Mediterráneo, los homenajes comenzaron a sucederse y la búsqueda de lo que dejó en su disco duro, libretas, apuntes, se hizo incesante y se transformó en material de culto para editoriales y lectores. De la otra esquina saltaron quienes lo atribuyeron a la moda Bolaño y que este acto final del autor le favorecía grandemente, y pasará como el viento la palabra escrita. El mediático mundo de la literatura suele alcanzar ritmos escalofriantes y el caso de este llamado detective salvaje, trascendió como pocos, las fronteras del idioma español. La obra de Bolaño se instaló cómodamente en Estados Unidos y se abrieron las páginas del New York Time. En sus días anteriores, había ordenado su ópera prima (2066) y se editó de manera total, no como había dispuesto su autor por capítulos. Y todo el arsenal de Bolaño comenzó a salir de sus cofres. En sus últimos 13 años, tras el diagnóstico fatal de su enfermedad, escribió como atrapado en la lámpara de Aladino.
- Construyó su propio mito
Bolaño apostó a México y Chile en su obra, a la universalidad de los géneros que empleó y mezcló, a la flexibilidad de su material literario, una vocalización de voces propias en búsqueda de un lector más aguzado. Le fue útil el método borgeano de la lectura y escritura permanente, su condición de exiliado francotirador anarquista, de ser un parriano convencido y parricida al mismo tiempo, de apuntar a Neruda, la "catedral comunista" de la poesía chilena (-así le llamó Parra después del golpe militar-), de narrar a los poetas sus vidas y desventuras, milagros y pellejerías humanas y verbales, describir su mundo poético y denunciar a su propia sombra si fuera posible y necesario. El acto de la escritura: vida, pasión y muerte en un solo Bolaño, como si no pudiera escapar de su laberinto literario.
Le sedujo el Parra que nunca abandonó su contrapunto nerudiano, ni en los más solemnes actos de la muerte del autor del Canto General y en el poema CRISTO DE ELQUI DEPLORA LA MUERTE DE PABLO NERUDA, lo confirma una vez más:
Hombres como Neruda no debieran morir/es lo que yo postulo con este poema/menos aún de cáncer a la próstata/díganme Uds. quién se beneficia/con la muerte de un genio como Neruda, y sigue el poema de Parra publicado por Bruguera en 1983 en Santiago, en pleno florecimiento de la dictadura.
- El poeta de la pobre musiquilla
La historia de Bolaño ha sido mezquina con Enrique Lihn, quien le quitó la soga del cuello en sus momentos más oscuros. Bolaño absorbió mucho de la potente tradición poética chilena, de sus míticos poetas y de aquellos que nunca fueron profeta en su tierra. Juan Villoro cita una frase en coincidencia con Bolaño sobre el valor del texto y la obra: "la única prueba confiable del talento es sentir que el texto ha sido escrito por otro". A Jorge Teillier le escuché a mediados de los sesenta, decir que se dio por enterado que era poeta cuando leyó un poema suyo como si fuera escrito por otro. El autor de El cielo cae con las hojas, estaba convencido que había que leer mucho y publicar poco. Teillier es uno de los poetas citados por Bolaño, que algunos lectores creían que era un invento del autor. Bolaño revindica una y otra vez a los míticos poemas chilenos y no podía olvidar a Neruda, como no lo ha hecho Parra hasta hoy día.
A diez años de su desaparición física, la obra de Bolaño ha crecido como un globo aerostático en movimiento. Traducido al chino, en su tierra natal se conmemoró su prematuro fallecimiento, con un ciclo de conferencias. Otros guiños en México, España y Perú, (10 años sin el detective salvaje) acompañan sus pasos triunfales. Escribió sobre México y Chile, porque decidió arrastrar a esos dos países a Blanes, a 30 metros del mar Mediterráneo, en un autoexilio que su memoria le cobraba palabra por palabra. Dice uno de sus amigos que vivía estoicamente, escribía con guantes cuando el frío le calaba los huesos, y en el mar de sus paradojas, como todo gran escritor que escribe sobre su propia estatura, se presentaba como un Caballo de Troya victorioso dentro de la narrativa chilena.
- Respiró también con el hígado
Respiró en Chile y México, luego España. Los dos primeros, antípodas de América latina, donde vivió con vicio ambas épocas vitales que le marcaron, pero no podemos olvidar que disfrutó a sus anchas del banquete y la atmósfera de la narrativa rioplatense. Se universalizó Bolaño literariamente hablando en la lectura global, la crítica, las traducciones de sus libros, (37 lenguas), revisiones de su obra y una fiebre que no solo está, al parecer, en las sábanas, sino en sus fieles lectores. Fue un autor continental, porque en el trasfondo de nuestra realidad está la larga sombra de Estados Unidos. Las últimas conferencias en su remoto Chile, hablan de un escritor infinito, el hombre que dio un paso al abismo, dicen y digo, sin caerse del todo. Una escritura bárbara y hay quienes llegan a la conclusión a través de las reglas que ordenan el universo narrativo, como advierte Grinor Rojo, que es en Chile donde se juega y pierde la última carta.
Chile, al conmemorar una década de su prematura desaparición física, decidió festejar el "universo Bolaño" a través de 9 conferencias, 27 mesas temáticas y 70 ponencias, cuyos títulos hablan de por sí de una tardía y fervorosa "obsesión bolañística chilensis". Las actividades se realizaron en tres ciudades emblemáticas para el autor: Santiago, lugar de nacimiento, Valparaíso y Viña del Mar, con la participación en la ciudad Jardín de autores de México, Colombia, Brasil, Alemania, Argentina y Chile. Un Bolaño muy festejado por académicos, cuyo discurso no compartía, críticos y amigos. Carla Rippey, quien hizo su primera portada para el libro Reinventar el amor, habló de la amistad con el autor bajo el título: Bolaño intimo. El escritor chileno Roberto Brodsky analizò su obra en su conferencia en Valparaíso: Estrella distante: mil lecturas.
Un reencuentro de la comunidad académica chilena de alto nivel con la obra del irreductible, irreverente e impío Bolaño, la estrella que se hizo distante para descender en Chile un día. Bolaño bajo el bisturí de la crítica docta, que lo disecciona, una década después de su muerte. El tal vez previó ese acto literario y legó sus cenizas al Mar Mediterráneo, para que nadie pudiera tener en sus manos el cuerpo del delito.
Un reencuentro de la comunidad académica chilena de alto nivel con la obra del irreductible, irreverente e impío Bolaño, la estrella que se hizo distante para descender en Chile un día. Bolaño bajo el bisturí de la crítica docta, que lo disecciona, una década después de su muerte. El tal vez previó ese acto literario y legó sus cenizas al Mar Mediterráneo, para que nadie pudiera tener en sus manos el cuerpo del delito.
Un autor no se agota en una nota salpicada de anécdotas, algunas observaciones puntuales, ni aunque dispongamos de las mejores intenciones.
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