Santiago, mi vieja parroquia.
Oh, señora resuenan pasos
De un valle de olvidados
En la memoria de los caídos
Que partiendo no se han ido.
Mi pastora de ovejas descarriadas
Amaos las unas y las otras
Al precipicio van balando.
Somos el despeñadero
De nuestros propios actos
Y de voces que lo van anunciando
En estas horas muertas
Que sus fantasmas liberan.
Lobos, a fin de cuentas,
Que no cambiarán de piel.
Rolando Gabrielli©2020
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