Nota necesaria: El 9 de enero de 1964 cambiò la historia de Panamà y fue el iniciò de unas negociaciones de 13 años que cumlminaron el 7 de septiembre de 1977 con la firma de los Tratados Torrijos Carter, que permitieron el traspaso de la vìa interoceànica a Panamà. La Gesta del 9 de enero, donde murieron 22 jòvenes panameños y queradon más de 500 heridos, obligò a Panamà moralmente a romper relaciones diplomàticas con Estados Unidos. La humillaciòn de la bandera pan ameña en el Balboa Hihg School, autorizazada a ser izada por el propio gobierno norteamericano. Fue el principio del fin del sistema colonial impuesto por Washington en la ex Zona del Canal. 1.432 kilomètros cuadrados del territorio que dividìa a Panamà en dos estaba en manos de 14 bases militares que ejercìa un Estado dentro de otro Estado, con un Gobernador propio, las Leyes del estado de Loussianna, correos, policìas, cèrceles y leyes estadounidenses en Panamà.
Recuerdos de Balboa High School
Todo lo que sé de la Zona y los zoneítas lo aprendí en Balboa High School, y no es un recuerdo bonito
Nota de la editora: Este artículo se publicó el 23 de mayo de 1999. Repetimos una versión reducida a petición de algunos lectores y en conmemoración del 9 de enero.
Betty Brannan Jaén WASHINGTON, D.C.
-En la última graduación de Balboa High School [en 1999], mi nombre estuvo incluido en una lista de graduados que se leyó en voz alta. No sé con qué criterio escogieron los nombres en la lista -si por notables o notorios-, pero me molestó que la escuela usara mi nombre de esa manera, porque no tengo buenos recuerdos de Balboa High School.
Estudié allí de 1961 a 1965, cuando me gradué. Aunque mi papá trabajaba como ingeniero para el Ejército estadounidense -lo que le daba derecho a vivienda en la Zona- nosotros vivíamos en Bella Vista, hecho que yo siempre interpreté como un claro rechazo a la vida y mentalidad zoneíta. Todos los días íbamos y veníamos de la escuela en unas chivas destartaladas que transportaban a un pequeño grupo de estudiantes panameños. Los maestros Herbert y Mary Knapp, autores de Red, White, and Blue Paradise: The American Canal Zone in Panama escriben que el 50% de los estudiantes en Balboa High School era hijos de militares estadounidenses y el 34% era hijos de empleados en la Panama Canal Company. Del 16% restante, la gran mayoría estaba formada por hijos de diplomáticos y hombres de negocios estadounidenses en Panamá. Los estudiantes panameños eran poquísimos; los estudiantes como yo -de familia binacional, con ''derechos'' en la Zona, pero que preferían vivir en Panamá- eran aún menos.
Debo señalar que los estudiantes panameños estábamos fuera de la vida social de Balboa High School; nosotros no íbamos a las fiestas y casas de nuestros compañeros de clase zoneítas y ellos no venían a las nuestras. Al mismo tiempo, esos años en Balboa High School fueron una etapa en que yo luchaba por definir mi identidad política y cultural. Hija de padre estadounidense y madre panameña, criada en casa panameña pero educada en escuelas estadounidenses, me preguntaba constantemente qué era yo, ¿panameña o gringa? En las diferencias políticas entre Panamá y Estados Unidos, yo trataba de definir dónde debían estar mis lealtades; y en las diferencias culturales, trataba de decidir cuáles costumbres me parecían las más apropiadas. Ahora comprendo, de adulta, que este conflicto interno le ocurre a toda persona de herencia mixta.
En mi caso, sin embargo, la historia se encargó de presentarme con lo que los sicólogos gringos llamarían un defining moment: los disturbios de 1964, que se iniciaron precisamente en Balboa High School.
En enero de 1964, yo tenía 16 años acabaditos de cumplir. Frente a Balboa High School había una bandera estadounidense que se había izado todas las mañanas durante décadas, pero se dispuso que para no tener que ondear también la bandera panameña, sería preferible eliminar la bandera del todo. Pero cuando llegó el día de bajar la bandera estadounidense, por última vez, algunos estudiantes zoneítas dispusieron ''protegerla''. El director de la escuela no hizo nada. Estos estudiantes formaron un comité para quedarse toda la noche ''protegiendo'' la bandera, y el director de la escuela no hizo nada. A la mañana siguiente, los estudiantes protectores no entraron a clases, sino que se quedaron afuera todo el día. El director de la escuela no hizo nada.
No presencié la confrontación final con los estudiantes del Instituto, pero el desenlace lo sabemos todos. En lo personal, el incidente tuvo el beneficio de aclararme la identidad; me puse totalmente del lado de Panamá.
A los 10 días regresamos a la escuela y había tensión entre los pocos panameños y los muchos zoneítas. Yo estaba en una clase de inglés en la que la maestra solía poner un dicho en el tablero y darnos 45 minutos para escribir un ensayo espontáneo. Pues bien, un día la maestra puso en el tablero una cita de Ralph Waldo Emerson que decía algo así como ''la prueba de una nación está en la clase de hombre que produce''. Aquí me lanzo, pensé, y escribí que si la prueba de Estados Unidos era el zoneíta, el Imperio iba por mal camino. El zoneíta era una persona racista, conformista, xenofóbica, y de mentalidad cerrada, escribí, haciendo algunas generalizaciones excesivamente amplias. Ahora veo, como adulta, que aunque ciertamente había muchos zoneítas con ese perfil, era injusto de mi parte decir que todos eran así. Pero a nadie sorprenderá que al día siguiente la maestra me dijera que mi ensayo le había causado mucho disgusto. Aunque no me había dado una ''F'', ella había destruido el escrito ''para tu protección'', me dijo. Luego sospeché que esa maestra fue clave en negar que me graduara con los honores que mis notas merecían y quizás hasta saboteó mi oportunidad de ser aceptada en las mejores universidades a las que apliqué.
Ya no importa, porque la vida me ha brindado muchas oportunidades. Pero todo lo que sé de la Zona y los zoneítas lo aprendí en Balboa High School, y no es un recuerdo bonito. Ahora leo, con incredulidad, que cientos de viejos regresaron a Balboa para la última graduación y lloraron el cierre de su querida ''alma mater''. Ni muerta me hubieran encontrado en ese grupo, porque sobre el cierre de Balboa High School (y la eliminación de la Zona del Canal), lo que quiero decir es Good riddance! ("¡ya era hora de que se fuera!").
La autora es corresponsal de La Prensa
Estudié allí de 1961 a 1965, cuando me gradué. Aunque mi papá trabajaba como ingeniero para el Ejército estadounidense -lo que le daba derecho a vivienda en la Zona- nosotros vivíamos en Bella Vista, hecho que yo siempre interpreté como un claro rechazo a la vida y mentalidad zoneíta. Todos los días íbamos y veníamos de la escuela en unas chivas destartaladas que transportaban a un pequeño grupo de estudiantes panameños. Los maestros Herbert y Mary Knapp, autores de Red, White, and Blue Paradise: The American Canal Zone in Panama escriben que el 50% de los estudiantes en Balboa High School era hijos de militares estadounidenses y el 34% era hijos de empleados en la Panama Canal Company. Del 16% restante, la gran mayoría estaba formada por hijos de diplomáticos y hombres de negocios estadounidenses en Panamá. Los estudiantes panameños eran poquísimos; los estudiantes como yo -de familia binacional, con ''derechos'' en la Zona, pero que preferían vivir en Panamá- eran aún menos.
Debo señalar que los estudiantes panameños estábamos fuera de la vida social de Balboa High School; nosotros no íbamos a las fiestas y casas de nuestros compañeros de clase zoneítas y ellos no venían a las nuestras. Al mismo tiempo, esos años en Balboa High School fueron una etapa en que yo luchaba por definir mi identidad política y cultural. Hija de padre estadounidense y madre panameña, criada en casa panameña pero educada en escuelas estadounidenses, me preguntaba constantemente qué era yo, ¿panameña o gringa? En las diferencias políticas entre Panamá y Estados Unidos, yo trataba de definir dónde debían estar mis lealtades; y en las diferencias culturales, trataba de decidir cuáles costumbres me parecían las más apropiadas. Ahora comprendo, de adulta, que este conflicto interno le ocurre a toda persona de herencia mixta.
En mi caso, sin embargo, la historia se encargó de presentarme con lo que los sicólogos gringos llamarían un defining moment: los disturbios de 1964, que se iniciaron precisamente en Balboa High School.
En enero de 1964, yo tenía 16 años acabaditos de cumplir. Frente a Balboa High School había una bandera estadounidense que se había izado todas las mañanas durante décadas, pero se dispuso que para no tener que ondear también la bandera panameña, sería preferible eliminar la bandera del todo. Pero cuando llegó el día de bajar la bandera estadounidense, por última vez, algunos estudiantes zoneítas dispusieron ''protegerla''. El director de la escuela no hizo nada. Estos estudiantes formaron un comité para quedarse toda la noche ''protegiendo'' la bandera, y el director de la escuela no hizo nada. A la mañana siguiente, los estudiantes protectores no entraron a clases, sino que se quedaron afuera todo el día. El director de la escuela no hizo nada.
No presencié la confrontación final con los estudiantes del Instituto, pero el desenlace lo sabemos todos. En lo personal, el incidente tuvo el beneficio de aclararme la identidad; me puse totalmente del lado de Panamá.
A los 10 días regresamos a la escuela y había tensión entre los pocos panameños y los muchos zoneítas. Yo estaba en una clase de inglés en la que la maestra solía poner un dicho en el tablero y darnos 45 minutos para escribir un ensayo espontáneo. Pues bien, un día la maestra puso en el tablero una cita de Ralph Waldo Emerson que decía algo así como ''la prueba de una nación está en la clase de hombre que produce''. Aquí me lanzo, pensé, y escribí que si la prueba de Estados Unidos era el zoneíta, el Imperio iba por mal camino. El zoneíta era una persona racista, conformista, xenofóbica, y de mentalidad cerrada, escribí, haciendo algunas generalizaciones excesivamente amplias. Ahora veo, como adulta, que aunque ciertamente había muchos zoneítas con ese perfil, era injusto de mi parte decir que todos eran así. Pero a nadie sorprenderá que al día siguiente la maestra me dijera que mi ensayo le había causado mucho disgusto. Aunque no me había dado una ''F'', ella había destruido el escrito ''para tu protección'', me dijo. Luego sospeché que esa maestra fue clave en negar que me graduara con los honores que mis notas merecían y quizás hasta saboteó mi oportunidad de ser aceptada en las mejores universidades a las que apliqué.
Ya no importa, porque la vida me ha brindado muchas oportunidades. Pero todo lo que sé de la Zona y los zoneítas lo aprendí en Balboa High School, y no es un recuerdo bonito. Ahora leo, con incredulidad, que cientos de viejos regresaron a Balboa para la última graduación y lloraron el cierre de su querida ''alma mater''. Ni muerta me hubieran encontrado en ese grupo, porque sobre el cierre de Balboa High School (y la eliminación de la Zona del Canal), lo que quiero decir es Good riddance! ("¡ya era hora de que se fuera!").
La autora es corresponsal de La Prensa
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