lunes, mayo 29, 2006

EL PAPA LE PREGUNTÓ A DIOS EN ALEMÁN...


Se ha inventariado tanto el horror, que da miedo que siga siendo el mismo horror de ayer y de hoy y de mañana y de siempre. Nunca no es nunca, esto fue hace más de sesenta años, durante la Segunda Guerra Mundial, y el mundo ocupado en la conflagración, hizo la vista gorda durante el Holocausto. Las dos palabras: solución final, no fueron una solución, ni el final. Dijeron que no se escribiría más poesía después de Auschwitz. El horror se pasea en pleno siglo XXI por el mundo, como si nadie lo reconociera, en su perfomance de cristal en la hiel, y tiene ciudadanía global.
Benedicto XVI, el Papa alemán acaba de visitar Auschwitz- Birkeanu, en Polonia, uno de los campos malditos que los nazis utilizaron para exterminar a los judíos y a otras razas indeseables y a comunistas. 6 millones de judíos perecieron en el Holocausto, 960 mil en Auschwitz y 20 millones de rusos en la Segunda Guerra Mundial. ¿Por qué? ¿Por qué tú no dijiste nada?, le preguntó en alemán a Dios, Joseph Ratzinger, en Auschwitz. ¿Cómo pudiste tolerar tanta destrucción? ¿ Le ruegoa Dios que una cosa similar no vuelva a suceder? Muchos se preguntan qué dijo o no dijo la Iglesia Católica en ese momento. Tal vez Dios se haga esa pregunta. El silencio no es la palabra definitiva en ningún lugar de la Historia. Ni antes, ni después. Los millones de millones de negros esclavos muertos y vejad0s aún ahora, los cientos de miles de indígenas guatemaltecos muertos, los desaparecidos de Argentina y Chile, los muertos de Paraguay, Brasil, Colombia, El Salvador, Nicaragua, Honduras, las mujeres de Juárez, Viet nam, Irak, Afganistán, suman muchos más y son más recientes. No son los números, sino la repetición una y otra vez del mismo acto. Sí, Dios, lo que quiero decirte es que el mismo acto similar vuelve a repetirse siempre.
Rolando Gabrielli©2006


AG, AG, AUSCHWITZ
Silba, silba el tren,
viene mañana.
Qué nombre impronunciable tuvo la muerte
y detrás del pitazo sigue silbando.
Ag, ag, llega la carne con sus dos zapatos rojos.
Infierno este es el humo de tus llamas,
baja sus maletas el invierno entre el bosque,
los rieles polacos seguirán nevados,
judíos, gitanos, soviéticos, homosexuales,
discapacitados en el horror del humo,
sin dientes ni muelas,
una camita para aferrarse a la muerte.
La muerte es un viaje,
no se cruza dos veces un mismo destino.
Un cabello, un botón, un par de muletas,
las uñas levitando,
¿es lo que veo en un guante negro
o el futuro que nos vuelve a dar la mano?
Rolando Gabrielli

Los Barberos de Mengele(al futuro)

1
Nuevos ángeles trajo el demonio,
clavaron sus alfileres
en las pequeñas almohadillas,
afeitaron el rostro de los niños
sobre un sol húmedo de gases
y dejaron que el escombro fuera la ruina,
la nueva vida en Jenin,
y Dios que se ha quedado sin Dios,
(estos ángeles del demonio)
en sus propios olivos ya cosechan su sangre,

el rojo mar de aquellos días,
el bíblico desierto que clama
el silencio muerto de esta ciudad.
La vida es un hilo que crece,
a orillas del Nilo,
que viaja y cruza todas las vidas.
2
Yo no disparo a un hermano,

ni dejo que mí mano golpee su otra mejilla,
ni alzo la quijada de un burro,
en esta historia
donde un ángel
vuelve a cabalgar con la muerte.
3
Un muro que se lamenta,
no es un muro,
debe contener este río de sangre.
¿Es el Nilo o el Mar rojo
este hilo de vida que adelgaza y va quedando?
4
(Dios) no permitas este paréntesis
en tu nombre,
terminarás cayéndote del cielo,
tú en tu trono donde los hombres te pusieron.
Este paraíso ya está perdido
en la cruz nos clavaste el destino,
un algodón humedecido en vinagre,
la señal que espera otra señal.

5
Yo te encontraré quizás
tendido en una hamaca en este trópico
distraído en tu luz,
las abejas sin panal,
a lomo de mula calza el paso la distancia
hacia la montaña,
cuyas ruinas no cesan de crecer
y sólo a ti te buscan.
6
La tragedia es un camello
en la aguja de estos ángeles
que la atraviesan hacia el infierno
doblados en cruz,
por ese ojo gusano del desierto,
la quimera, el espejismo
que no es el agua,
ni es tregua a la sed.
Rolando Gabrielli



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