la aguja en su hilo.
No tiene manos, ojos,
el tiempo no se detendrá
en tus pasos
que la ciudad me regresa
y yo camino.
La navaja le sonríe
a la herida,
el perro de la noche aúlla,
un mundo inútil
a pesar de nosotros
rueda detrás del muro
y sonríe con su flor desdentada.
No me describan el nudo
sobre el cuello del ahorcado.
Sus pies, el aire,
el rostro frío,
la memoria del cordero
que alguna vez fuimos.
Amor,
desde este lado de las cosas,
una orilla busca su orilla,
luz que la ciudad filtra,
un cuarto retrotrae
el verano, sol descabezado.
La historia es en otro lugar.
Rolando Gabrielli©2006
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