Los diarios buscan primicias de personajes célebres o acontecimientos estrellas que dejan buenas y malas huellas. Esta vez el diario La Jornada de Mèxico obtuvo la suya con unas simples gráficas del hijo ilustre de Aracataca, inventor de Macondo, el autor de Cien años de Soledad, Gabriel García Márquez, quien cumple hoy sus 85 años, pero los conmemoró en México, el pasado domingo en la llamada Fiesta de los piscianos, junto a cinco amigos nacidos bajo el mismo signo zodiacal. Las fotos son de Bruno Newman y dan la vuelta del mundo. Los conmemora con la aparicíón flamante en E- Book de Cien años de Soledad, con su primera portada histórica, iniciática del mundo macondiano, un galeón azul en la selva colombiana.
El viejo galeón garciamarquiano nació en 1967 en la soledad porteña de Buenos Aires, Editorial Sudamericana, bajo el olfato de Francisco Paco Porrúa. Una nave de viejas conquistas para un subcontinente navegado por la magia, la violencia, los dolores de un parto que aún no cuaja del todo. La novela seguiría viajando en todos los idiomas posibles, incluido el chino, pero no iría a la pantalla cinematográfica por expresa disposición de su autor. Cien años de Soledad nacería en Mèxico y adquiriría forma de libro en Argentina, dos extremos para una diosa de las letras: la novela màs citada quizás en el idioma español después del Quijote.
Algunos detractores de GGM , autor del emblemático El Coronel no tiene quien le escriba, dijeron hace un tiempo, que sufría del mal de Alzheimer, lo que podría ser debido a sus años, pero las fotos desmienten la buena forma en que se encuentra el padre del Realismo Mágico. Se le ve sonriente, feliz frente a su pastel con las tradicionales mariposas amarillas, que le revolotean la imaginación desde su cuarto de la infancia en Aracataca, un pueblito colombiano bananero sumido en el polvo y soledad ancestral de sus calles. Recuerdo cuando lo divisé de paso en mis tiempos de funcionario internacional. No había nada màs que la memoria de la memoria de sus distraìdos habitantes que entran y salen de las novelas y relatos sin màs permiso que la realidad y la ficciòn de los lectores que vuelven a recrearlos cada vez que abren la gran novela latinoamericana. Cien Años de Soledad avanzaba con su galeón empujado e iluminado por la luz de sus personajes. La selva no siempre devuelve a sus hijos, pero los alimenta de una esperanza que devora cualquier duda ante la aventura màs descomunal de la supervivencia. Algunos aún divisan el Galeòn macondiano esperando una ayuda casi màgica a sus ancestrales necesidades. Hay quienes aún desconocen el hielo.
Cien años de Soledad, Rayuela, Pedro Páramo, La vida Breve, Los pasos perdidos, El Aleph, La Región más transparente, La ciudad y los perros, El obsceno pájaro de la noche, Los Detectives salvajes, encabezan una lista más larga de autores latinoamericanos màs allà y acá del boom. Cabe señalar que Borges nunca escribiò una novela de acuerdo con los parámetros que el mismo autor rompe, me parece en El Aleph. La lista es arbitraria, breve, inobjetable quizás, ni eso, tal vez. Un vistazo a la narrativa mayor. Usted, amigo lector, resuelva y comience a leer, buscar, a armar su propio recorrido prosaico. La narrativa del peruano Arguedas, los chilenos Donoso y la Bombal, el cubano Lezama Lima, el paraguayo Augusto Roa Bastos o el brasileño Jorge Amado, no pueden quedar por fuera. Están en carrera y desde luego hay màs autores. De antes y después del mencionado boom que marginó a algunos, como ocurre durante estos caprichosos destellos edito-comerciales. Y siempre ha sido así, aún ahora que se confeccionan nuevas listas de los que encabezarán algún día los nuevos grandes narradores del habla española, donde están las grandes editoriales y promotores. El mercado os necesita hijos. Se habla y teoriza sobre escritores urbanos que tienen por patria el mundo, cosmopolitas y marcianos, sin raìces atados a una laptop y a un mundo circular, sin memoria, historia, lugar aparentemente, que no tiene cola y se recicla en su propia ubicuidad. Aire de los que viven de allà para acà o de aquí para no se donde. Viajan, carroñean paisajes, foros, sitios, ferias, gentes, se alimentan de un espacio total, asisten a mesas redondas y contratan agentes.
García Màrquez, escribiò su grandes obras, toda su obra caribe teniendo como telòn de fondo Cartagena de Indias y Barranquilla. Desde luego, viajó por el mundo y ya se había documentado de la vida con su abuelo. Fue a parar con su obsesión cinéfila a Roma, a la meca del cine italiano, Cinecittá, donde el argentino Birri le enseñò algunos secretos sobre el séptimo arte y la llamada dotoressa Rosado, el arte de conocer la magia de la moviola para hacer el montaje de las películas y ajustar los guiones, según cuenta Dasso Saldívar en El viaje a la semilla.
Pero lo que quiero decir es que García Màrquez escribió Cien Años de Soledad en Mèxico; El Coronel no tiene quien le escriba en París y El Otoño del Patriarca en Barcelona. ¿Cuàl es lo nuevo del cosmopolitismo? Muchos cuentos son reales, tomados de personajes existentes y que descubriò en sus viajes a Europa. La literatura está en todas partes y en ninguna. Detrás de todo, existen muchas lecturas y autores, la memoria de su legendaria madre y algunas visitas al lugar mítico de sus sueños y el chispazo providencial de su viaje a Acapulco que le pasó como en una pantalla cinematográfica la gran novela del Macondo universal, un fenomenal viaje a la soledad de todos como puede expresarlo un gran poema total. Un escritor que recurre a la historia, a expedientes, archivos y consulta a expertos. La novela en general, tiene màs de gato encerrado, de lo que parece a simple vista y es un largo viaje de no pocos sacrificios personales. A los parias de paìses, editoriales, ausentes de recursos econòmicos, entorno cultural apropiado, les ha tocado subir a este ascensor sin paradero que es Internet, y muchas veces escribir sobre la marcha del ordenador para salir a flote y volver a sumergirse en la nada.
Mario Vargas Llosa, en su lúcido ensayo Historia de un deicidio, escudriña el esqueleto, corazón, la voz, la historia, la(s) vida(s) de una estirpe que se transforma en razòn y mito de un mundo total que es la novela. Es uno de los grandes y primeros homenajes, reconocimiento que recibiò la obra en su cuna.
Ya no debiera de escribir sobre estas cosas tan repetidas y menos importarme. Paralelo escribo, no sè si para salvarme o hundirme en el abismo, un gènero ya casi desconocido, con fecha de cumpleaños, manoseado hasta la saciedad de la rima infame, pero tambièn prosa para irme al otro lado del infierno. La empresa de una novela bíblica como la emprendida por Gabriel García Màrquez, 100 años de S, requiere de un soporte titánico, personal, primero, de la familia, y de un pequeño ejèrcito de amigos investigadores de la talla como los tuvo esta diosa de las letras en que se ha erigido los 100 años de S. Amèn de una secretaria lista y con cara de palo, inmutable, tecleando como si estuviera viviendo los enormes aguaceros de la soledad, verdadero torrente sanguíneo del trópico. Esas Olivetti, Remington, Royal, Underwood, que encallecían la yema de los dedos y hacían sonar un inocente rodillo por el infernal teclado cuando uno se equivocaba y arrancaba la desamparada hoja en blanco.
El autor, ni corto ni perezoso, enviò ademàs algunas copias sagradas, originales, a unos amigos indispensables para conocer su opiniòn. Y al final del final, llenò las galeras con miles de correcciones que nunca terminan de ser finales. Dicen que tiene influencias de Sóflocles, la Odisea, Cervantes, Faulkner, Kafka, Joyce, Rulfo, Hemingway, Virginia Woolf, Camus, Defoe, Carpentier y quizàs cuantas lecturas màs. Detràs de todo està el oficio de escritor, el dia a dìa en las redacciones de provincia, la brutal página diaria. La soledad viciosa con la màquina de escribir en la madrugada màs oscura y perfecta de la juventud. Quien no haya experimentado esa atmósfera, como la de Macondo, no podrà respirar todo el oxígeno y la asfixia de la novela. Puede caer fulminado antes de presentarse al pelotón de fusilamiento.
Lo que eliminò de la hechura de la novela, como cuando un sastre no dice donde van los alfileres de un traje, ni que tela hay que cortar y por donde, sólo lo sabe el autor y probablemente la cómplice de su mujer, para así dejar a 100 años de S, como una pieza dotada de la perfecta imperfecciòn. Una gran lecciòn es lo que hay detràs de la novela, en el camerino y en el cuarto de utilerìa. Siguió los consejos de un librero catalàn que aparece en dos de sus novelas.
GGM dijo que viviò para contarla. Ya es un clichè de su largo anecdotario. No creo que la haya contado toda. Viajo en su laberinto, don Gabo. Alguna vez leí, y no sè si creerle o no a mi memoria- nunca cotizé en la bolsa para tener un fondo memorioso- que tiene un libro escrito sobre Cuba y que se editará cuando usted o Fidel ya no estén para seguir contándola. No sé, repito, si he caìdo en mi propia ficciòn atrapado por estos personajes enigmáticos, macondianos, del hijo de Aracataca. Es probable. Su anecdotario debe ser como el de Las Mil y una noches, libro que sin duda le influyò en su manera de narrar, contar y secretear la oreja del lector. Pero su oreja desde tiempos de la infancia resultò prodigiosa en relatar cuentos, relatos, subir a la memoria del futuro escritor personajes y paisajes que entraron por la puerta grande de su narrativa.
Yo, no conozco al personaje, a pesar que visitò muchas veces pública y secretamente el paìs. Mi anonimato superaba cualquier sombra por oscura o transparente que fuera. Hace unos años, supe que estuvo en el hotel en que suele quedarse. Al que una vez recorrí para hacer una extensa nota publicitaria. Aquí se aloja GGM, fue lo primero que me dijeron, y puse atención en los acabados, el peculiar reposo del hotel, los pasos que resonaban pura memoria caribe de un escritor puro caribe, que en las noches mexicanas siente retumbar los tambores desde Brasil al Misisipi. Mucha madera, en pleno corazón de la ciudad. Me refiero a El Bristol. Muy a mano de farmacias, comercio, restaurantes, màs hoteles y una librería que se dejaba colgar como una curiosidad por sus callejuelas. La librería ya no está y la ciudad tampoco. Ahora solo crecen rascacielos que siguen estirándose como chicle en las noches tropicales con la lluvia diluviana, humedad y el sol canicular. Todo crece hacia arriba, como si alguien del cielo nos quisiera ver de màs cerca para aconsejarnos pisar tierra. GGB caminò esa mañana a la librería, como un viejo rito de cualquier escritor. Entró al Hombre de La Mancha, que por esos tiempos manejaba una publicidad sobre el autor de 100 años de S, del tamaño natural del escritor. Uno entraba y parecìa que GGM te iba hablar. Lleguè a preguntarme si ese tipo no trabaja allì. La librería, es una cadena que tiene un surtido del autor de Relato de un náufrago. Saludò, buscó, revisó, seguramente se detuvo en algunas portadas de sus libros, habló con la gente, los vendedores y se marchò. Un sitio bastante estrecho con un alto y una cafeterìa casi de juguete. ¿La cultura no tiene espacio.? Nadie se dio cuenta que el visitante era Gabriel García Màrquez. Ni le sintieron el olor a guayaba. Al día siguiente, la dueña pasó la cuenta a sus vendedores, a los que ya estaban condenados a siglos de soledad. A mí me parece que es tal el respeto por la privacidad, que la gente simplemente trata a todos con la misma indiferencia, sin deferencia.
Carlos Fuentes cuenta que al principio de su estadìa mexicana, se veìa obligado por cuestiones de estatus migratorio, viajar dos veces al año por vapor a Panamà. Algo kafkiano, agrega, desconociendo, sin duda, lo que son actualmente aùn algunos servicios migratorios en Amèrica latina y el mundo. De ello puedo ahondar como en un pozo sin fin. GGM habla de sus días cuando era feliz e indocumentado. Fue en Venezuela, donde naciò la idea de El Otoño del Patriarca. En el mismo orden de los comentarios que superan la realidad, un Director de periódico, al que nunca vi escribir una nota, me comentò la poca calidad periodística de GGM. No tuve palabras para festejar su estupidez, que se hizo parte de mi memoria.
Fue el periodismo el que lo llevò a la literatura, ese ejercicio tenaz, reflejado en las fotos de madrugada con los pies sobre el escritorio y todo el tiempo vacío para encontrarse con la historia. Tuvo suerte contar con tanta historia a su alrededor, amigos, escribir sin pausa y con Colombia, donde la realidad desconoce a la fantasía como propietaria de cualquier historia real.
El periodismo en ocasiones también mata al escritor, quien para ganarse la vida se transforma en un escritor fantasma. No sé si le ocurriò ocasionalmente, pero yo puedo firmar como Freelance en tierra de nadie, Escritor fantasma de todas las escrituras, Periodista a cuatro manos sin papeles por años, Publirrelacionista de mi propio silencio, Decorador de interiores de un verbo anónimo, ajeno, insustancial, ocasionalmente, Cronista habitual sin salario, Autista por derecho propio, que todo esto me transformò en un gran long best seller inédito por dècadas ¿Què significa ese aprendizaje? Ganarse la vida puede ser la soledad màs grande de la vida. Pero la vida te empuja sutilmente a estos protagonismos del desamparo personal, tiempos de la intemperie. Al menos Kafka le rendìa homenaje a la sombra que èl producìa para ganar confianza en sí mismo.
García Màrquez también es la historia latinoamericana narrada en el siglo XX, desde adentro, nosotros mismos, y él fue un protagonista de excepción de la política regional, embajador del Caribe íntimo en ejercicio durante una época llena de acontecimientos en el avispero de nuestra América. Un best seller que trajinó los circuitos del poder, a veces mensajero de noticias, propuestas, también actor y moderador, hombre de consensos, una especie de puente inmerso en la geografía polìtica subterránea, silenciosa, discreta. Iba y venía por el Istmo de Panamà, por ejemplo, hacia Colombia y otros puntos cardinales donde fuera necesario. Un bypass cardio vascular en las saturadas arterias de la polìtica confrontacional en la región. La Habana -Madrid, fue uno de sus constantes periplos polìticos para aproximar al viejo continente con las causas de América latina. Puso su prestigio literario y publicitario para poner fin a la dictadura de Pinochet: "no escribo màs hasta que caiga Pinochet". Fue un mensaje potente, aunque tuvo que seguir escribiendo, porque el dictador chileno había echado raìces, momificado en un lugar sin tiempo humano, la nada, quizás, donde se llega solo con los propios huesos afilados por el tiempo. El mèrito de ese destino, son las cenizas.
Vargas Llosa, con quien mantiene un distanciamiento de cordial admiración, ha asumido un papel del escritor famoso en la polìtica internacional desde la óptica neoliberal, pero sin participar de los grandes escenarios en los que vivió inmerso García Màrquez, porque estos son otros tiempos, y el narrador hispano-peruano es màs de las academias, círculos restringidos y de los foros de derecha. Eso de estrechar candidatos neoliberales, empujarlos a un nuevo abismo esperanzador. Un banquero de la palabra, en una bolsa muerta de valores. La atmósfera y la intensidad política que viviò el autor del Amor en los tiempos del cólera, tiene otras dimensiones y características. Es irrepetible. Los escritores hoy no se asolean con la realidad nacional ni internacional. Fueron absorbidos por el desorden digital, en parte, la frivolidad, banalidad, el comercio, los eslogan publicitarios que acuñan los publicistas de los polìticos para un público ausente y entretenido al mismo tiempo.
En el Chile idílico, provincial, democrático, de los sesenta y tantos, leía Isabel viendo llover en Macondo, un relato asombroso, donde la lluvia tropical se nos pegaba a los ojos como si fuéramos un parabrisas y el agua caía a cántaros en alguna provincia y caminos del sur. Èramos la piel hùmeda y pegajosa que despuès viviríamos en el trópico, para conocer esa realidad. La realidad de un sueño, la ficción cotidiana, mágica. Recordé esas lecturas de juventud, como Los funerales de la Mama Grande y La Hojarasca, un dia frente a un balcón del trópico panameño, en el mes de noviembre, cuando el cielo abandona casi todas sus aguas en el istmo. Nunca creí que las nubes podían llorar tanto y todas a un mismo tiempo diluviano. El istmo alguna vez formó parte de los sueños del libertador Simón Bolívar, un brazo entre Colombia y Costa Rica, y su clima, humedad, mares, su Caribe, es el mismo de Colombia y sin ninguna confusión los sueños y temores atraviesan un destino casi parecido, tarde o temprano. Entrábamos en el largo monólogo del exilio voluntario, forzado por las circunstancias. No existía, no había tiempo mejor dicho, para la somnolencia de las lluvias macondianas de Isabel, y su inmensa soledad ya estaba imprimiéndose en la mente de Gabriel García Márquez en su galeón mágico entrando a la manigua colombiana con su cargamento de historias y secretos. Los sueños de Isabel son la realidad tropical colombiana y los muertos que flotan en medio del diluvio, la soledad de nuestra memoria, que puede ser un presente perpetuo. Un siglo de soledad y muerte, quizás la historia arrastra màs cadáveres que agua, matanzas feroces que intentan borrar la memoria, crímenes con dios y ley. García Máquez ha sido testigo y cronista de su tiempo y otros, ficcionador de la realidad. La palabra masacre como un masaje de la muerte a todo lo que se mueve y tiene dos pies. Horror no mires/de reojo el ojo mortal/ de los muertos/ es memoria imborrable/Estoy de paso/no voy por tu mismo camino/Mírame ciego/ que voy caminando con tus dos cojos pies /por una pequeña rendija/ Oh historia/ la orilla de una orilla/ mañana.
A mediados de los sesenta, leíamos a García Màrquez, Cortázar, Rulfo, y recuerdo que un compañero de curso, Eduardo Marín Gaviria, del Quindìo, zona cafetalera, en un gran mapa de Colombia, claveteado en la pared de una pensiòn, ponía en un círculo rojo los frentes de las FARC y fue a través de él que escuché por primera vez el nombre de Tiro Fijo, el legendario jefe de la guerrilla que se dio por muerto tantas veces hasta que la muerte lo recibió con los brazos abierto cumplido los 80 años en medio de la manigua colombiana. Nadie puede durar inmune 100 años de S, pienso ahora. Nos asombraba la geografía exuberante y temida de Colombia, la violencia, confrontación entre las clases gobernantes y todo un mundo reflejado en el telón de fondo del realismo mágico garcíamarquiano. (¿Nosotros vivíamos en un parque de entretenciones en ese tiempo? ) Tanta realidad de Colombia, que nos suspendía en el asombro y ya sabíamos que todo era posible en la ficciòn literaria o en la realidad que no dejaba respirar a la ficciòn por cuenta propia. Después supimos que en algún lugar de Colombia había acribillados, ajusticiados, masacrados, secuestrados, torturados, desaparecidos, mutilados, olvidados, empujados fuera de sus linderos por la intolerancia, desgraciados de por vida con su familia y descendientes. La historia como una bala loca que atraviesa todos los cuerpos posibles de la infinita historia de la violencia colombiana. Alguien le daba cuerda a la muerte. Las historias se reconocìan entre ellas, su propia originalidad. No competían, se dejaban contar con la esperanza incierta de algún día quedar sin màs historias.
García Márquez un viejo Corresponsal de Prensa Latina, en Caracas, Bogotá y finalmente Nueva York, sobreviviría y se iría a vivir definitivamente a México, donde sus comienzos fueron como todo exiliado, difíciles, pero contaba con talento y amigos. Solo volvería a Colombia por temporadas, a ver a su familia, amigos, Cartagena de Indias, de intermediario de algún entuerto político, a recibir un homenaje, pero no regresaría a la macondiana Aracataca por superstición. Su nave navegaba por la tupida y erizada selva de palabras latinoamericanas solo en su memoria y la de sus lectores. Estuvo a punto de quedarse. Habìa comprado un departamento en Bogotà. La toma del Palacio de Justicia de Colombia y la masacre con la intervenciòn de tanques y fuerzas militares, le hizo volver a poner reversa y se fue a Parìs. Lo cuenta Gerald Martin, en Una Vida, una biografìa de màs de 700 páginas. Allì relata tambièn una escena totalmente macondiana, protagonizada por su agente Carmen Balcells, quien, dice, que llorò dos dìas sin parar cuando leyò el original Del amor en los tiempos del cólera, novela que el propio García Màrquez cuenta que dejò sus tripas. Pienso que junto con El coronel no tiene quien le escriba, es la triologìa del universo literario del premio Nobel colombiano.
Cada personaje de Cien años de soledad puede ser imaginado a su manera por el lector. Son vitales dentro de la historia y la novela. La narración es asombrosa desde el primer párrafo que cautivó a su editor argentino Paco Porrúa cuando la tuvo en sus manos..."Muchos años después. frente al pelotón de fusilamiento, el Coronel Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo."
El viejo galeón garciamarquiano nació en 1967 en la soledad porteña de Buenos Aires, Editorial Sudamericana, bajo el olfato de Francisco Paco Porrúa. Una nave de viejas conquistas para un subcontinente navegado por la magia, la violencia, los dolores de un parto que aún no cuaja del todo. La novela seguiría viajando en todos los idiomas posibles, incluido el chino, pero no iría a la pantalla cinematográfica por expresa disposición de su autor. Cien años de Soledad nacería en Mèxico y adquiriría forma de libro en Argentina, dos extremos para una diosa de las letras: la novela màs citada quizás en el idioma español después del Quijote.
Algunos detractores de GGM , autor del emblemático El Coronel no tiene quien le escriba, dijeron hace un tiempo, que sufría del mal de Alzheimer, lo que podría ser debido a sus años, pero las fotos desmienten la buena forma en que se encuentra el padre del Realismo Mágico. Se le ve sonriente, feliz frente a su pastel con las tradicionales mariposas amarillas, que le revolotean la imaginación desde su cuarto de la infancia en Aracataca, un pueblito colombiano bananero sumido en el polvo y soledad ancestral de sus calles. Recuerdo cuando lo divisé de paso en mis tiempos de funcionario internacional. No había nada màs que la memoria de la memoria de sus distraìdos habitantes que entran y salen de las novelas y relatos sin màs permiso que la realidad y la ficciòn de los lectores que vuelven a recrearlos cada vez que abren la gran novela latinoamericana. Cien Años de Soledad avanzaba con su galeón empujado e iluminado por la luz de sus personajes. La selva no siempre devuelve a sus hijos, pero los alimenta de una esperanza que devora cualquier duda ante la aventura màs descomunal de la supervivencia. Algunos aún divisan el Galeòn macondiano esperando una ayuda casi màgica a sus ancestrales necesidades. Hay quienes aún desconocen el hielo.
Cien años de Soledad, Rayuela, Pedro Páramo, La vida Breve, Los pasos perdidos, El Aleph, La Región más transparente, La ciudad y los perros, El obsceno pájaro de la noche, Los Detectives salvajes, encabezan una lista más larga de autores latinoamericanos màs allà y acá del boom. Cabe señalar que Borges nunca escribiò una novela de acuerdo con los parámetros que el mismo autor rompe, me parece en El Aleph. La lista es arbitraria, breve, inobjetable quizás, ni eso, tal vez. Un vistazo a la narrativa mayor. Usted, amigo lector, resuelva y comience a leer, buscar, a armar su propio recorrido prosaico. La narrativa del peruano Arguedas, los chilenos Donoso y la Bombal, el cubano Lezama Lima, el paraguayo Augusto Roa Bastos o el brasileño Jorge Amado, no pueden quedar por fuera. Están en carrera y desde luego hay màs autores. De antes y después del mencionado boom que marginó a algunos, como ocurre durante estos caprichosos destellos edito-comerciales. Y siempre ha sido así, aún ahora que se confeccionan nuevas listas de los que encabezarán algún día los nuevos grandes narradores del habla española, donde están las grandes editoriales y promotores. El mercado os necesita hijos. Se habla y teoriza sobre escritores urbanos que tienen por patria el mundo, cosmopolitas y marcianos, sin raìces atados a una laptop y a un mundo circular, sin memoria, historia, lugar aparentemente, que no tiene cola y se recicla en su propia ubicuidad. Aire de los que viven de allà para acà o de aquí para no se donde. Viajan, carroñean paisajes, foros, sitios, ferias, gentes, se alimentan de un espacio total, asisten a mesas redondas y contratan agentes.
García Màrquez, escribiò su grandes obras, toda su obra caribe teniendo como telòn de fondo Cartagena de Indias y Barranquilla. Desde luego, viajó por el mundo y ya se había documentado de la vida con su abuelo. Fue a parar con su obsesión cinéfila a Roma, a la meca del cine italiano, Cinecittá, donde el argentino Birri le enseñò algunos secretos sobre el séptimo arte y la llamada dotoressa Rosado, el arte de conocer la magia de la moviola para hacer el montaje de las películas y ajustar los guiones, según cuenta Dasso Saldívar en El viaje a la semilla.
Pero lo que quiero decir es que García Màrquez escribió Cien Años de Soledad en Mèxico; El Coronel no tiene quien le escriba en París y El Otoño del Patriarca en Barcelona. ¿Cuàl es lo nuevo del cosmopolitismo? Muchos cuentos son reales, tomados de personajes existentes y que descubriò en sus viajes a Europa. La literatura está en todas partes y en ninguna. Detrás de todo, existen muchas lecturas y autores, la memoria de su legendaria madre y algunas visitas al lugar mítico de sus sueños y el chispazo providencial de su viaje a Acapulco que le pasó como en una pantalla cinematográfica la gran novela del Macondo universal, un fenomenal viaje a la soledad de todos como puede expresarlo un gran poema total. Un escritor que recurre a la historia, a expedientes, archivos y consulta a expertos. La novela en general, tiene màs de gato encerrado, de lo que parece a simple vista y es un largo viaje de no pocos sacrificios personales. A los parias de paìses, editoriales, ausentes de recursos econòmicos, entorno cultural apropiado, les ha tocado subir a este ascensor sin paradero que es Internet, y muchas veces escribir sobre la marcha del ordenador para salir a flote y volver a sumergirse en la nada.
Mario Vargas Llosa, en su lúcido ensayo Historia de un deicidio, escudriña el esqueleto, corazón, la voz, la historia, la(s) vida(s) de una estirpe que se transforma en razòn y mito de un mundo total que es la novela. Es uno de los grandes y primeros homenajes, reconocimiento que recibiò la obra en su cuna.
Ya no debiera de escribir sobre estas cosas tan repetidas y menos importarme. Paralelo escribo, no sè si para salvarme o hundirme en el abismo, un gènero ya casi desconocido, con fecha de cumpleaños, manoseado hasta la saciedad de la rima infame, pero tambièn prosa para irme al otro lado del infierno. La empresa de una novela bíblica como la emprendida por Gabriel García Màrquez, 100 años de S, requiere de un soporte titánico, personal, primero, de la familia, y de un pequeño ejèrcito de amigos investigadores de la talla como los tuvo esta diosa de las letras en que se ha erigido los 100 años de S. Amèn de una secretaria lista y con cara de palo, inmutable, tecleando como si estuviera viviendo los enormes aguaceros de la soledad, verdadero torrente sanguíneo del trópico. Esas Olivetti, Remington, Royal, Underwood, que encallecían la yema de los dedos y hacían sonar un inocente rodillo por el infernal teclado cuando uno se equivocaba y arrancaba la desamparada hoja en blanco.
El autor, ni corto ni perezoso, enviò ademàs algunas copias sagradas, originales, a unos amigos indispensables para conocer su opiniòn. Y al final del final, llenò las galeras con miles de correcciones que nunca terminan de ser finales. Dicen que tiene influencias de Sóflocles, la Odisea, Cervantes, Faulkner, Kafka, Joyce, Rulfo, Hemingway, Virginia Woolf, Camus, Defoe, Carpentier y quizàs cuantas lecturas màs. Detràs de todo està el oficio de escritor, el dia a dìa en las redacciones de provincia, la brutal página diaria. La soledad viciosa con la màquina de escribir en la madrugada màs oscura y perfecta de la juventud. Quien no haya experimentado esa atmósfera, como la de Macondo, no podrà respirar todo el oxígeno y la asfixia de la novela. Puede caer fulminado antes de presentarse al pelotón de fusilamiento.
Lo que eliminò de la hechura de la novela, como cuando un sastre no dice donde van los alfileres de un traje, ni que tela hay que cortar y por donde, sólo lo sabe el autor y probablemente la cómplice de su mujer, para así dejar a 100 años de S, como una pieza dotada de la perfecta imperfecciòn. Una gran lecciòn es lo que hay detràs de la novela, en el camerino y en el cuarto de utilerìa. Siguió los consejos de un librero catalàn que aparece en dos de sus novelas.
GGM dijo que viviò para contarla. Ya es un clichè de su largo anecdotario. No creo que la haya contado toda. Viajo en su laberinto, don Gabo. Alguna vez leí, y no sè si creerle o no a mi memoria- nunca cotizé en la bolsa para tener un fondo memorioso- que tiene un libro escrito sobre Cuba y que se editará cuando usted o Fidel ya no estén para seguir contándola. No sé, repito, si he caìdo en mi propia ficciòn atrapado por estos personajes enigmáticos, macondianos, del hijo de Aracataca. Es probable. Su anecdotario debe ser como el de Las Mil y una noches, libro que sin duda le influyò en su manera de narrar, contar y secretear la oreja del lector. Pero su oreja desde tiempos de la infancia resultò prodigiosa en relatar cuentos, relatos, subir a la memoria del futuro escritor personajes y paisajes que entraron por la puerta grande de su narrativa.
Yo, no conozco al personaje, a pesar que visitò muchas veces pública y secretamente el paìs. Mi anonimato superaba cualquier sombra por oscura o transparente que fuera. Hace unos años, supe que estuvo en el hotel en que suele quedarse. Al que una vez recorrí para hacer una extensa nota publicitaria. Aquí se aloja GGM, fue lo primero que me dijeron, y puse atención en los acabados, el peculiar reposo del hotel, los pasos que resonaban pura memoria caribe de un escritor puro caribe, que en las noches mexicanas siente retumbar los tambores desde Brasil al Misisipi. Mucha madera, en pleno corazón de la ciudad. Me refiero a El Bristol. Muy a mano de farmacias, comercio, restaurantes, màs hoteles y una librería que se dejaba colgar como una curiosidad por sus callejuelas. La librería ya no está y la ciudad tampoco. Ahora solo crecen rascacielos que siguen estirándose como chicle en las noches tropicales con la lluvia diluviana, humedad y el sol canicular. Todo crece hacia arriba, como si alguien del cielo nos quisiera ver de màs cerca para aconsejarnos pisar tierra. GGB caminò esa mañana a la librería, como un viejo rito de cualquier escritor. Entró al Hombre de La Mancha, que por esos tiempos manejaba una publicidad sobre el autor de 100 años de S, del tamaño natural del escritor. Uno entraba y parecìa que GGM te iba hablar. Lleguè a preguntarme si ese tipo no trabaja allì. La librería, es una cadena que tiene un surtido del autor de Relato de un náufrago. Saludò, buscó, revisó, seguramente se detuvo en algunas portadas de sus libros, habló con la gente, los vendedores y se marchò. Un sitio bastante estrecho con un alto y una cafeterìa casi de juguete. ¿La cultura no tiene espacio.? Nadie se dio cuenta que el visitante era Gabriel García Màrquez. Ni le sintieron el olor a guayaba. Al día siguiente, la dueña pasó la cuenta a sus vendedores, a los que ya estaban condenados a siglos de soledad. A mí me parece que es tal el respeto por la privacidad, que la gente simplemente trata a todos con la misma indiferencia, sin deferencia.
Carlos Fuentes cuenta que al principio de su estadìa mexicana, se veìa obligado por cuestiones de estatus migratorio, viajar dos veces al año por vapor a Panamà. Algo kafkiano, agrega, desconociendo, sin duda, lo que son actualmente aùn algunos servicios migratorios en Amèrica latina y el mundo. De ello puedo ahondar como en un pozo sin fin. GGM habla de sus días cuando era feliz e indocumentado. Fue en Venezuela, donde naciò la idea de El Otoño del Patriarca. En el mismo orden de los comentarios que superan la realidad, un Director de periódico, al que nunca vi escribir una nota, me comentò la poca calidad periodística de GGM. No tuve palabras para festejar su estupidez, que se hizo parte de mi memoria.
Fue el periodismo el que lo llevò a la literatura, ese ejercicio tenaz, reflejado en las fotos de madrugada con los pies sobre el escritorio y todo el tiempo vacío para encontrarse con la historia. Tuvo suerte contar con tanta historia a su alrededor, amigos, escribir sin pausa y con Colombia, donde la realidad desconoce a la fantasía como propietaria de cualquier historia real.
El periodismo en ocasiones también mata al escritor, quien para ganarse la vida se transforma en un escritor fantasma. No sé si le ocurriò ocasionalmente, pero yo puedo firmar como Freelance en tierra de nadie, Escritor fantasma de todas las escrituras, Periodista a cuatro manos sin papeles por años, Publirrelacionista de mi propio silencio, Decorador de interiores de un verbo anónimo, ajeno, insustancial, ocasionalmente, Cronista habitual sin salario, Autista por derecho propio, que todo esto me transformò en un gran long best seller inédito por dècadas ¿Què significa ese aprendizaje? Ganarse la vida puede ser la soledad màs grande de la vida. Pero la vida te empuja sutilmente a estos protagonismos del desamparo personal, tiempos de la intemperie. Al menos Kafka le rendìa homenaje a la sombra que èl producìa para ganar confianza en sí mismo.
García Màrquez también es la historia latinoamericana narrada en el siglo XX, desde adentro, nosotros mismos, y él fue un protagonista de excepción de la política regional, embajador del Caribe íntimo en ejercicio durante una época llena de acontecimientos en el avispero de nuestra América. Un best seller que trajinó los circuitos del poder, a veces mensajero de noticias, propuestas, también actor y moderador, hombre de consensos, una especie de puente inmerso en la geografía polìtica subterránea, silenciosa, discreta. Iba y venía por el Istmo de Panamà, por ejemplo, hacia Colombia y otros puntos cardinales donde fuera necesario. Un bypass cardio vascular en las saturadas arterias de la polìtica confrontacional en la región. La Habana -Madrid, fue uno de sus constantes periplos polìticos para aproximar al viejo continente con las causas de América latina. Puso su prestigio literario y publicitario para poner fin a la dictadura de Pinochet: "no escribo màs hasta que caiga Pinochet". Fue un mensaje potente, aunque tuvo que seguir escribiendo, porque el dictador chileno había echado raìces, momificado en un lugar sin tiempo humano, la nada, quizás, donde se llega solo con los propios huesos afilados por el tiempo. El mèrito de ese destino, son las cenizas.
Vargas Llosa, con quien mantiene un distanciamiento de cordial admiración, ha asumido un papel del escritor famoso en la polìtica internacional desde la óptica neoliberal, pero sin participar de los grandes escenarios en los que vivió inmerso García Màrquez, porque estos son otros tiempos, y el narrador hispano-peruano es màs de las academias, círculos restringidos y de los foros de derecha. Eso de estrechar candidatos neoliberales, empujarlos a un nuevo abismo esperanzador. Un banquero de la palabra, en una bolsa muerta de valores. La atmósfera y la intensidad política que viviò el autor del Amor en los tiempos del cólera, tiene otras dimensiones y características. Es irrepetible. Los escritores hoy no se asolean con la realidad nacional ni internacional. Fueron absorbidos por el desorden digital, en parte, la frivolidad, banalidad, el comercio, los eslogan publicitarios que acuñan los publicistas de los polìticos para un público ausente y entretenido al mismo tiempo.
En el Chile idílico, provincial, democrático, de los sesenta y tantos, leía Isabel viendo llover en Macondo, un relato asombroso, donde la lluvia tropical se nos pegaba a los ojos como si fuéramos un parabrisas y el agua caía a cántaros en alguna provincia y caminos del sur. Èramos la piel hùmeda y pegajosa que despuès viviríamos en el trópico, para conocer esa realidad. La realidad de un sueño, la ficción cotidiana, mágica. Recordé esas lecturas de juventud, como Los funerales de la Mama Grande y La Hojarasca, un dia frente a un balcón del trópico panameño, en el mes de noviembre, cuando el cielo abandona casi todas sus aguas en el istmo. Nunca creí que las nubes podían llorar tanto y todas a un mismo tiempo diluviano. El istmo alguna vez formó parte de los sueños del libertador Simón Bolívar, un brazo entre Colombia y Costa Rica, y su clima, humedad, mares, su Caribe, es el mismo de Colombia y sin ninguna confusión los sueños y temores atraviesan un destino casi parecido, tarde o temprano. Entrábamos en el largo monólogo del exilio voluntario, forzado por las circunstancias. No existía, no había tiempo mejor dicho, para la somnolencia de las lluvias macondianas de Isabel, y su inmensa soledad ya estaba imprimiéndose en la mente de Gabriel García Márquez en su galeón mágico entrando a la manigua colombiana con su cargamento de historias y secretos. Los sueños de Isabel son la realidad tropical colombiana y los muertos que flotan en medio del diluvio, la soledad de nuestra memoria, que puede ser un presente perpetuo. Un siglo de soledad y muerte, quizás la historia arrastra màs cadáveres que agua, matanzas feroces que intentan borrar la memoria, crímenes con dios y ley. García Máquez ha sido testigo y cronista de su tiempo y otros, ficcionador de la realidad. La palabra masacre como un masaje de la muerte a todo lo que se mueve y tiene dos pies. Horror no mires/de reojo el ojo mortal/ de los muertos/ es memoria imborrable/Estoy de paso/no voy por tu mismo camino/Mírame ciego/ que voy caminando con tus dos cojos pies /por una pequeña rendija/ Oh historia/ la orilla de una orilla/ mañana.
A mediados de los sesenta, leíamos a García Màrquez, Cortázar, Rulfo, y recuerdo que un compañero de curso, Eduardo Marín Gaviria, del Quindìo, zona cafetalera, en un gran mapa de Colombia, claveteado en la pared de una pensiòn, ponía en un círculo rojo los frentes de las FARC y fue a través de él que escuché por primera vez el nombre de Tiro Fijo, el legendario jefe de la guerrilla que se dio por muerto tantas veces hasta que la muerte lo recibió con los brazos abierto cumplido los 80 años en medio de la manigua colombiana. Nadie puede durar inmune 100 años de S, pienso ahora. Nos asombraba la geografía exuberante y temida de Colombia, la violencia, confrontación entre las clases gobernantes y todo un mundo reflejado en el telón de fondo del realismo mágico garcíamarquiano. (¿Nosotros vivíamos en un parque de entretenciones en ese tiempo? ) Tanta realidad de Colombia, que nos suspendía en el asombro y ya sabíamos que todo era posible en la ficciòn literaria o en la realidad que no dejaba respirar a la ficciòn por cuenta propia. Después supimos que en algún lugar de Colombia había acribillados, ajusticiados, masacrados, secuestrados, torturados, desaparecidos, mutilados, olvidados, empujados fuera de sus linderos por la intolerancia, desgraciados de por vida con su familia y descendientes. La historia como una bala loca que atraviesa todos los cuerpos posibles de la infinita historia de la violencia colombiana. Alguien le daba cuerda a la muerte. Las historias se reconocìan entre ellas, su propia originalidad. No competían, se dejaban contar con la esperanza incierta de algún día quedar sin màs historias.
García Márquez un viejo Corresponsal de Prensa Latina, en Caracas, Bogotá y finalmente Nueva York, sobreviviría y se iría a vivir definitivamente a México, donde sus comienzos fueron como todo exiliado, difíciles, pero contaba con talento y amigos. Solo volvería a Colombia por temporadas, a ver a su familia, amigos, Cartagena de Indias, de intermediario de algún entuerto político, a recibir un homenaje, pero no regresaría a la macondiana Aracataca por superstición. Su nave navegaba por la tupida y erizada selva de palabras latinoamericanas solo en su memoria y la de sus lectores. Estuvo a punto de quedarse. Habìa comprado un departamento en Bogotà. La toma del Palacio de Justicia de Colombia y la masacre con la intervenciòn de tanques y fuerzas militares, le hizo volver a poner reversa y se fue a Parìs. Lo cuenta Gerald Martin, en Una Vida, una biografìa de màs de 700 páginas. Allì relata tambièn una escena totalmente macondiana, protagonizada por su agente Carmen Balcells, quien, dice, que llorò dos dìas sin parar cuando leyò el original Del amor en los tiempos del cólera, novela que el propio García Màrquez cuenta que dejò sus tripas. Pienso que junto con El coronel no tiene quien le escriba, es la triologìa del universo literario del premio Nobel colombiano.
Cada personaje de Cien años de soledad puede ser imaginado a su manera por el lector. Son vitales dentro de la historia y la novela. La narración es asombrosa desde el primer párrafo que cautivó a su editor argentino Paco Porrúa cuando la tuvo en sus manos..."Muchos años después. frente al pelotón de fusilamiento, el Coronel Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo."
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PD: Soy un pisciano al que olvidan su cumpleaño
Màs allà del macondiano cumpleaños, la novela y la literatura tienen un reto. El mercado ya sabemos cual es: vender. Algunos hablan de la herencia de Bolaño, del fin del realismo màgico y, de la contaminaciòn cosmopolita del hìbrido gènero novelìstico, un dragòn de mùltiples cabezas y fuegos. El debate està abierto hace mucho, se hacen lista, hay algo asì como 12 nuevos apóstoles en una reciente cena, que no serà la última. Siempre està el inquietante folletìn de la novela en mano de los expertos del mercado. Su abierta indefiniciòn, clara cronicanonizaciòn, camaleonismo per se, es parte de la novela de la novela que se seguirà escribiendo, de ida y vuelta. La lìnea cosmopolita està en el lenguaje, no en los viajes, El Aleph borgeano no saliò de un sótano, ni de las bibliotecas, enciclopedias. ¿Què digo? No hablo de los antecedentes de ese libro, sino que no tuvo necesidad el autor de cosmopolitarse. Borges alguna vez dijo que no leyò Cien años de soledad. No sè si es una arbitrariedad màs de su genial impostura. Ricardo Piglia ha dicho que en Amèrica latina estamos màs cerca de Borges que de García Màrquez como vertiente literaria. Bolaño es un ejemplo potente, sin duda. En ese corte transversal de la novela, estàn Cortàzar y Onetti, tan olvidado. Estamos en manos de alguien que no fue novelista, detestaba la novela y posiblemente compartìa la frase de Jorge Teillier: la novela es la poesìa de los tontos. No caigamos en estos abismos, me digo, que hay muchas piedras en el camino.
Siempre hay moros en la costa y esta vez no sabemos de donde vienen, ni cuando apareceràn y que traen:¿ incienso, mirra o simples palabras.?
El hombre seguirà novelando su existencia. Tiene mucho que contar y este es un recurso que naciò para follitenear la vida, existencia humana, entretener, relatar aventuras y aventurarse en un gènero que tiene mil caras. No le echen la culpa a la novela de las malas historias y de los best seller engañosos, empalagosos, mentirosos. Rulfo, Borges, Cortàzar, García Màrquez, Onetti, Carpentier, Vargas Llosa, Bolaño, seguiràn siendo clàsicos. Y la novela vuelve a mostrar su vitalidad en el idioma español con la presentaciòn de casi 800 ejemplares a un concurso y tambièn la preferencia de no pocos escritores de rifàrsela en un premio continental y salir de pobres. Y no se alargue màs esta historia y festejos, que son tambièn de la palabra.
PD: Soy un pisciano al que olvidan su cumpleaño
Màs allà del macondiano cumpleaños, la novela y la literatura tienen un reto. El mercado ya sabemos cual es: vender. Algunos hablan de la herencia de Bolaño, del fin del realismo màgico y, de la contaminaciòn cosmopolita del hìbrido gènero novelìstico, un dragòn de mùltiples cabezas y fuegos. El debate està abierto hace mucho, se hacen lista, hay algo asì como 12 nuevos apóstoles en una reciente cena, que no serà la última. Siempre està el inquietante folletìn de la novela en mano de los expertos del mercado. Su abierta indefiniciòn, clara cronicanonizaciòn, camaleonismo per se, es parte de la novela de la novela que se seguirà escribiendo, de ida y vuelta. La lìnea cosmopolita està en el lenguaje, no en los viajes, El Aleph borgeano no saliò de un sótano, ni de las bibliotecas, enciclopedias. ¿Què digo? No hablo de los antecedentes de ese libro, sino que no tuvo necesidad el autor de cosmopolitarse. Borges alguna vez dijo que no leyò Cien años de soledad. No sè si es una arbitrariedad màs de su genial impostura. Ricardo Piglia ha dicho que en Amèrica latina estamos màs cerca de Borges que de García Màrquez como vertiente literaria. Bolaño es un ejemplo potente, sin duda. En ese corte transversal de la novela, estàn Cortàzar y Onetti, tan olvidado. Estamos en manos de alguien que no fue novelista, detestaba la novela y posiblemente compartìa la frase de Jorge Teillier: la novela es la poesìa de los tontos. No caigamos en estos abismos, me digo, que hay muchas piedras en el camino.
Siempre hay moros en la costa y esta vez no sabemos de donde vienen, ni cuando apareceràn y que traen:¿ incienso, mirra o simples palabras.?
El hombre seguirà novelando su existencia. Tiene mucho que contar y este es un recurso que naciò para follitenear la vida, existencia humana, entretener, relatar aventuras y aventurarse en un gènero que tiene mil caras. No le echen la culpa a la novela de las malas historias y de los best seller engañosos, empalagosos, mentirosos. Rulfo, Borges, Cortàzar, García Màrquez, Onetti, Carpentier, Vargas Llosa, Bolaño, seguiràn siendo clàsicos. Y la novela vuelve a mostrar su vitalidad en el idioma español con la presentaciòn de casi 800 ejemplares a un concurso y tambièn la preferencia de no pocos escritores de rifàrsela en un premio continental y salir de pobres. Y no se alargue màs esta historia y festejos, que son tambièn de la palabra.
5 comentarios:
Se merecìa Garcìa Màrquez con sus 85 años un texto!!!! Anoche justo vì algo sobre èl, y luego un bocado de cardenale para finalizar el dìa, un placer al pensamiento, un filòsofo Tournier habla sobre el libro "Crìtica a la Modernidad", me pareciò un anàlisis de cirugìa fina, espectacular, en tanto la incorporaciòn de la subjetividad en la modernidad, ( el llanto entra con la novela ( dice)), se corre el eje del pensamiento cartesiano, la razòn pura, para combinar la subjetividad, la modernidad las enfrenta sin embargo el desafìo es la combinaciòn, expresado en el terreno de lo microsocial como la convivencia con las minorìas, la multuculturalidad. Freudiano ademàs, una civilizaciòn que està en el umbral de la racionalidad y en el umbral de la irracionalidad, y esa es la tensiòn y el Malestar de la cultura.
La problemàtica de la alteridad, el otro es aquèl que vive otra vida a la de uno. Opuesto a la generaciòn de los totalitarismos. Combinaciòn e integraciòn pareciò ser la palabra y el desafìo.
Un lenguaje, una claridad conceptual que me eclipsò, me quedè hasta las dos de la mañana, es tan importante que al desorden del mundo el pensamiento le de una significaciòn .
Quièn dijo que las palabras perdieron su efecto?
Es un artículo- me refiero a El niño que eclipsó el sol en Macondo-, de tu autoría, donde hay un relato desde la cocina màs ìntima, como la previa, cuestiones que sòlo quienes siguieron de cerca el viaje garcìa màrquez conocen. El lector simple se ha quedado con 100 años de soledad, y esto aporta otra mirada. Yo lo he leìdo hace tiempo....y he pensado que luego de la Odisea, donde se habla de "la familia", Garcìa Màrquez es otro que toma la "novela familiar" como anclaje , los personajes estàn hipervinculados, y son sumamente subjetivos, cada cuàl es un mundo!!! tiene algo en comùn pero se diferencian, por eso se podrìa hablar de la modernidad de garcìa màrquez, relacionado con el artìculo que te mencionaba antes, si la modernidad tiene que ver con la incorporaciòn de lo subjetivo, este autor es un autor moderno, casi post moderno, porque hay una suerte de realismo màgico, de " hiperrealidad" que no cae en el ridìculo sino en el desarrollo de personajes bordes, psicològicos, con una adpataciòn endeble, llenos de afectividad.
Muy bueno. Sin duda Cien años de soledad hizo una marca , con ese Macondo que fue imaginado por una y varias generaciones. Es algo inexplicable ese fenòmeno, esa magia de que una novela trascienda, que el lector se identifique, se apropie y que otras, incluso del mismo autor pasen como si nada. Es algo que sucede desde el inconsciente del escritor al inconsciente del lector, una complicidad, una afinidad.
Ganarse la vida puede ser la soledad mas grande de la vida..."
Un tema existencial...cuanto tiempo de nuestra existencia dedicamos a ganarnos la vida en relacion al corto tiempo que vivimos...la necesidad de los creadores...artistas...de llevar a cabo su quehacer en este mundo de acuerdo a sus dones, sueños...
Bueno...sabiduria ...Kafka siempre Kafka
TEXTO POLÈMICO EL DE GARCÌA MARQUEZ????? DEBO RELEERLO CON TIEMPO.
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