martes, septiembre 30, 2014

MAFALDA, 50 años después, eterna


¿Los poderes fácticos le dan más sopa al mundo que antes? ¿El mundo es más impresentable que el de los años 60 y 70?  ¿Vivimos más de lo mismo? ¿Los medios cuentan las mismas noticias? ¿Las guerras cambian de paisaje? ¿Los problemas se alimentan de las mismas  causas? ¿Hace 50 años éramos los mismos con diferente piel? ¿Formábamos parte de la tira cómica mundial y que ahora nos hace falta? ¿Se hace difícil o imposible comentar hoy la realidad? ¿La ficción está en la calle? ¿Las mentiras superan a la realidad? ¿La realidad es realmente una ficción edulcorada? ¿En quién debemos confiar: en el lobo o Caperucita?
¿Cuántos espejos utilizaba Mafalda para ver el mundo? ¿A cuántos centímetros quedó el planeta del precipicio con los conflictos nucleares latentes? ¿La Tierra se enfrió o calentó más con la Guerra Fría en tiempos de Mafalda?
En la época de Mafalda existía un solo muro en el mundo, se llamaba el Muro de Berlín, y dividía a las dos alemanias. Mafalda no llegó a enterarse que ese muro que no dejaba entrar ni salir a los alemanes de un lado al otro, fue derribado en 1989. Pero el ingenio humano supera  el del hombre que tropieza con la misma piedra y construyó un muro más grande, cuya extensión se comparará en un futuro cercano con la Gran Muralla china. Ese muro se levantó en la frontera de Estados Unidos y México en 1994. Israel también construyó su muro a partir del siglo XXI y tendrá más de 700 kms. de longitud. El más humilde e inocente de los muros es el español en Melilla, 1998, fronterizo con Marruecos, África del Norte. Todos erigidos para detener inmigrantes, la libre circulación, lo mismo que el viejo Muro de Berlín que tanto irritaba a las naciones libres. Esta imagen es solo uno de los agujeros negros de la democracia, ese boomeran que va y viene según  convenga al lanzador.
MAFALDA, una niña argentina, de clase media de los sesenta, muy despierta, atenta y comprometida con el mundo y sus alrededores, nos contó, describió, se interrogó y criticó el planeta Tierra donde vivía de la mano de su autor, Quino, sin otra pretensión que hacernos pensar, tomar el pulso al globo terráqueo sobre los verdaderos valores humanos, con la sensibilidad de la inocencia. Tiene un domicilio conocido, ubicado  en la calle Chile esquina de  Defensa en el barrio  antiguo y diminuto de San Telmo, en Buenos Aires. Una residencia muy porteña, como su alma en un mundo que no termina de convencerla  ni vencerla, al cual le da un tirón de orejas si es necesario o le hace un guiño a la música de los Beatles.
Mafalda pinchaba el mundo cada día como si fuera una  burbuja la maravillosa esfera azul  saturada de  bípedos, seres agresivos que no respetan ni a los animales con los que comparte la Tierra y la cena cada día. El establecimiento le sabía a la sopa  que no quería tragar y pensar que en la actualidad  millones viven hipnotizados con las tecnologías de la desinformación y entretenimiento per se, comiendo comida chatarra, saturando de grasas sus arterias  y  de automóviles las  calles y avenidas de las ciudades.
A Quino le han preguntado una y otra vez por qué  apagó el interruptor, cortó la historieta o abandonó la tira cómica que puso a pensar a toda una generación o a no tragarse una rueda de carreta. Las preguntas han llovido desde el Mar del Plata al Mar de la Tranquilidad en esas galaxias con que el hombre sueña y se sabe
un enano, ni siquiera polvo de estrella como algunos le atribuyen al origen de la especie.
Ahora, en la nebulosa camina el hombrecito contemporáneo, goloso, depredador, banal, arbitrario, corrupto, cegado por la ambición y el consumo. Troglodita, sería  un irrespeto a sus ignorantes antepasados. Vivían en cavernas  porque detestaba el gypsum, un aceptaba el vinilio y qué decir del inapropiado, innecesario, aire acondicionado, entre otros avances tecnológicos que presentan los modernas apartamentos como una caja de cristal o una pecera donde sus habitantes quisieran volver a nadar en el líquido amniótico.
A los 50 años de Mafalda, el mundo  no es color de rosa. Mafalda y Quino lo saben, afortunadamente, aunque  parecieran soñar en un mar de margaritas. Disfrutaron y también nosotros con ellos, desde los años  sesenta hasta los primeros 30 meses  de los setenta. Suficiente para saber que el mundo es una pelota  que iría de tumbo en tumbo, por más buenas intenciones  y promesas que se hicieran los llamados seres humanos. Quino, su autor, decidió cortar la tira cómica, como se ha reiterado, porque  no había un  encuadre posible. El mundo se hizo más y más estúpido, creo interpretar  a Quino y eso ya no da risa, sino preocupación. Realmente Quino zanjó las dudas con un trazo fenomenal en una de sus entrevistas: “La principal preocupación de Mafalda hoy sería la estupidez humana.”
Lo que no sabía, ni esperaba y lo ha confesado, es que  se iba a seguir encontrando con sus lectores, los conocería verdaderamente de manera personal, porque Mafalda se ha reproducido por medio de todas las tecnologías del siglo XXI y por  la veracidad, vigencia, profundo humanismo, trascendencia de su simple mensaje y sagacidad de su autor. Por una fidelidad  de generación tras generación, la complicidad que produce ella, su entorno familiar y de amistades, el barrio, la vida, el pulso de sus contradicciones, la libertad, felicidad, esos temas que solo la estupidez puede soslayar, Mafalda se instaló en el inconsciente colectivo de la gente pensante, que ama la vida simplemente y que desea un mejor mundo. 
Maestro le han dicho a Quino,
ESTA HISTORIA CONTINÚA.....
 

1 comentario:

Anónimo dijo...

La realidad no apetece de ser contada,

nos hemos llenado de tanta ficción que algunos soñamos despiertos para sobrevivir, otros ya no diferencian la realidad de la ficción

Tener una actitud crítica es casi un pecado en nuestros tiempos, me pregunto de qué manera Mafalta sobreviviría en este escenario...

El humor actual ya no se desarrolla desde la intelectualidad, ahora se reproduce en la estupidez




K