I.
Oye,
què dirà el Señor Kafka,
si el viento de la primavera cae
de cùbito dorsal
sobre la Zona Cero
en la bella Manhattan y la
bolsa de WS
se hincha como un gran sapo,
croac, croac, croac.
Este mundo es un pantano
-me dices-
suenan invisibles las doradas monedas
de la prosperidad, esquivas,
con sus dos caras ocultas
que duplican un mismo rostro,
irresistibles ruedan sobre la mano avara
que sabrá multiplicarlas en su altar.
El mundo no está para bromas,
sonríes y crees en un mejor tiempo
en el estricto orden de los días
y ves en los nubarrones que nada
bueno presagian, nada.
II.
Què desastre, què terror
no aprender de las palomas
que cagan y vuelan inocentes
por la ciudad temblando sus alas
como papeles sin aire
y saben ignorar la tentación
de una guerra nuclear.
No esperemos una crisis màs,
vayamos al Oràculo de Delfos
sin tardar,
amor,
alguien debe ver
por nosotros,
el futuro que no nos caerá del cielo,
como si despertáramos una mañana
sin más noticias que ver
pasar falsos titulares,
como un cancionero pasado de moda
que repite en su mantra matinal
un locutor de turno escogido al azar.
III.
Musa, si quieres conocer mi nueva poesía,
las palabras que en tus raíces
nacen y traías, con todo el asombro
de sus verbos, vocales y consonantes,
las que ahora te vuelven a nombrar y convocan,
como lo hicieran tantas veces.
Esta es mi señal aquí y ahora en el poema
que escribes con mis palabras y yo leo
sin saber que el futuro reescribe el pasado
y el presente no lo olvida.
IV.
La primavera está donde tú estás,
ni siquiera lo volveré a preguntar,
aquí la lluvia es la estación
sin tiempo ni lugar,
que tan bien conoces.
Es cierto, el paisaje se distrae,
confunde aún detrás del ventanal,
siento que va en un cortejo
al país de la lluvia.
Rolando Gabrielli 2022
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