Desde hace un tiempo, algunas personas me confiesan su orgullo de no ser lectores. Alguna vez leí en mí juventud hasta los poetas malditos. La vieja hazaña de la palabra aún en la memoria. Ahora, el vasto presente de la imagen, la nota banal cotidiana del diario sobre-vivir.
¿El humanismo ha muerto? Una interrogante tan fatalista que es equivalente a la estupidez de la imagen blanda, azucarada, tenebrosa de la TV. Es otro mundo indudablememente, en una oración rara permanente alejada de la realidad, anestésica de las flotantes neuronas que aún permanecen atentas a algun tipo de conocimiento.
La libertad, la democracia, la civilización, la ética, la solidaridad, el humanismo, son extraños pacientes de un manicomonio, en no pocas ocasiones.
¿Alguien apretó el botón equivocado y nos hizo descender al Infierno? ¿Una época incalificable? Un tiempo quizás golondrina. Tiempos anónimos, inclusive la propia muerte, asistente ad honorem de la Vida.
Difícil pintar el color de esta era, tiempo, ponerle música, someter a algún análisis a un punto de cuatro esquinas rabiosas, delirantes, en ocasiones realmente esquizofrénicas.
Quizás nada nuevo sobre el sol implacable de la realidad, la noche despierta en un taburete en Turquía.
Los astronautas o cosmonautas, surgieron mucho antes que los internautas, la gente viajera del ciberespacio. Dos mundos muy distintos, uno más lejano que otro. La imprenta mucho antes y la palabra no digamos mejor una fecha. Somos calendario Heráclito de un mismo río que navegamos toda nuestra existencia y volvemos a remontar siempre al mismo.
¿La gente escribe más que lee? Los Blog son una muestra del des-alme global. La gente deja hasta sus zapatillas en la Red, se desnuda y envía la ropa por correspondencia. Las Bitácoras del Yo, froidianas sobre el gran diván global. Hay de todo, sin duda, pero la fotografìa interior corre por el ciberespacio como miel sobre hojuelas.
Los ratones tocan la flauta de Hamelín y almuerzan el solitario queso del mediodía. No leen, ni tienen complejos de sabiondos, sólo proyectan su especie como ratas que son, sin tiempo y en todos los espacios posibles.
¿Dónde un alfiler para pinchar el mundo?
No para que explote, sino despierte.
Tú, caro Lector, eres mi aguja en el pajar...
No para que explote, sino despierte.
Tú, caro Lector, eres mi aguja en el pajar...
RG©2005
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