miércoles, febrero 08, 2006

¿EL ULTIMO MENSAJE DEL PARAÍSO?
















¿EL ULTIMO MENSAJE DEL PARAÍSO?

Oh, Paraíso,
qué perdidos estamos,
¿si nos fuimos o nos echaron?
Una pregunta sin sentido.
Qué serpiente este mundo,
¿quién aprende por víbora ajena?
¿manzana o cascabel?
Todo lo destruido corre
por nuestra cuenta..
(R.G.)


En el país del tsunami, donde se borró la mano de Dios, todo es posible. Hasta encontrar el Edén o Paraíso, tantas veces perdido, olvidado y destruido. Un grupo de científicos norteamericanos, indonesios y australianos, han descubierto nuevas especies de animales, aves e insectos, en un lugar donde el hombre no había dejado huella. Es una ínfima pieza del gran mosaico planetario y aún así asombra al hombre, un depredador nato, el ser más fantasioso al mismo tiempo, de la tierra. La piedra en el camino que estorba a la que está al lado o la hace rodar hacia el despeñadero. Sé de qué hablan y por qué se asombran aún. Vivo al lado de la selva en plena ciudad, una urbe que quiere competir con el cielo, porque Manhattan ya existe.
Panamá en sus 75 mil kilómetros cuadrados, tiene más flora y fauna que Estados Unidos y Canadá juntos. Cada mañana me revolotean las mariposas amarillas de Aracataca de Gabriel García Márquez y en invierno veo llover a Isabel en Macondo. En un día se reunieron más aves en Panamá que en cualquier sitio del mundo.
Lo afortunado de este hallazgo, además de las maravillosas especies únicas encontradas, es que no se detectaron hallazgos de civilización humana. Sucede en tiempos en que las especies de animales y plantas se pierden por segundos en la tierra. Un hongo que ya ha atacado especies de batracios en Costa Rica, eliminándolas, se extiende por Panamá, poniendo en riesgo la encantadora, hermosa Rana Dorada, símbolo de la nacionalidad istmeña. Las ranas se resisten a morir, siguen respirando, como sapos, en fin, aunque algunas sean tan apreciadas para la cocina por sus ancas. Cuando llegué a Panamá, ya hace algún tiempo en el tiempo, me instalé en un barro residencial por casi una década, aún virgen, en pleno corazón de la húmeda, bullente, pequeña, colorida, marítima ciudad. Cada noche al ingresar al edificio, al abrir el portero eléctrico, me encontraba con un gran sapo o rana, saltando o destripado. El país de las ranas, me dije, y efectivamente así es. Existen de muchos colores y son muy codiciadas por los turistas.
En la montaña de Papua, al norte de Indonesia, los científicos conservacionistas (Conservación Internacional), hallaron una rana de menos de 14 milímetros, y tal vez la que algún día se convertirá en príncipe o princesa. La naturaleza son unos miles de millones de centímetros cuadrados, no infinitos. A ellos debemos restar todo lo construido por el hombre, sepultado, destruido, volado, dinamitado, herido de muerte. ¿Si el hombre no se conserva así mismo, podrá hacerlo con las demás especies?
Los medios internacionales han destacado las nuevas especies con júbilo, aves del paraíso, puerco espines y el canguro arbóreo, que es una de las estrellas de este hallazgo. Los botánicos del mundo están de fiesta, han surgido nuevas variedades de palmas, mariposas, plantas, aun por clasificar. Un regalo de la naturaleza en tiempos en que la tierra se queja por todas partes y ha comenzado a estallar como en Indonesia o la isla Sandwuich de Argentina.
Uno de los jefes del equipo, Bruce Beehler, reveló que descubrieron un pájaro que se alimenta de miel con una mancha naranja en la cara y lo más asombroso, ha sido la docilidad de las aves y animales frente a la presencia humana. ¿Una lección de comportamiento y confianza en su propio hábitat.? No ha sido un viaje a Marte o Júpiter, sino aquí, ante nuestras narices, en la tierra.
Rolando Gabrielli©2006

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