domingo, febrero 12, 2006

SANTIAGO




Pedro de Valdivia

y sus hombres acamparon en el valle del Mapocho, al pie de un cerro
agreste que los indígenas llamaban Huelén, al que Valdivia nombró Santa Lucía.
En ese lugar, el 12 de febrero de 1541, fundó la ciudad que recibió el nombre de
Santiago de Nuevo Extremo. Luego, el conquistador repartió tierras entre sus
oficiales y soldados. Se construyeron las primeras casas, hechas de madera,
barro y techo de paja. El río Mapocho estaba bien, de caudal moderado y
torrentoso pero sin oro alguno por lo que los conquistadores debieron salir a
explorar. Un 11 de septiembre de 1541, el Cacique mapuche del Mapocho ,
Michimalonco convirtió Santiago en llamas y humo. Un barco que llegó del Perú,
salvaría a los hambrientos conquistadores.

SANTIAGO

Santiago, mi vieja parroquia,
yo no puse tu primera piedra
al pie de algún sendero
en el valle frente a tu hermosa
blanca, sagrada montaña
de los antepasados, eterna.
Mudé, señora,
los pasos de tus calles,
que aún te recuerdan
en las vivas sombras de mi pasado.
Santiago, un río, la alameda, un amor,
hoy todo es vitrina iluminada,
patios olvidados y digo
a quién sirves
pastora de ovejas descarriadas,
en tus malls, iglesias disfrazadas.
Luz, dios del cemento, ilumíname
donde hay exceso de luz.
Sí, yo sembré una parra en tu valle,
diosa de jugosas naranjas,
mi virgen dudosa, inmaculada,
mi fea favorita, dulce vallecito
en el ombligo de tu geografía
enloquecida, querida no tiembles,
mi telúrica paloma, mi dueña,
mi reina,¿sabías?, abrázame ahora
que parto un día, si nunca me fui,
dices bien, dices mal, dices,
siempre dices lo que es
y no es.
Yo, rosa, no te prometo un rosal,
pero ahí estaré en tu noche feroz,
ahondándome más en ti,
dejándome al pozo el río fluir,
como hace un hijo con su madre
al nacer.

Rolando Gabrielli©2006


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