El D.F. es un monstruo que se devora el tiempo, la energía, los pulmones, y sigue creciendo la telaraña que lo comunica y hace vibrar las 24 horas del día y algo más. Nunca se apaga su respiración, porque en algún lado la ciudad sigue teniendo un pulmón, se oxigena y asciende a un sol que oculta el techo de su cielo imaginario. El gran lago de México se hunde bajo la silenciosa pisada de más de 40 millones de pies, de miles de edificaciones, vehículos que atraviesan la noche y el mediodía del DF.
La ciudad crece, respira, boca abajo, boca arriba. Los dioses aztecas están con el DF y la ciudad permanece. El color de las voces mexicanas, la iglesia del verbo, sus palabras, el lenguaje del DF. La poesía de la ciudad está en la estructura frágil de sus sueños, el cristal de sus torres, su ruinoso vivo pasado, la muerte que le acecha y disfruta, todas las máscaras para el DF.
Su paisaje que no es X, Y, ni Z, el enigma de sus calles, un abecedario de Babel, la city con su rostro de azteca. Crece a la medida del tiempo, espacio, del viento que mece sus ruinas, que convoca su pasado, que sólo sabe y apremia por su futuro. Los pasos del DF retumban en mi memoria. La arquitectura del DF, es el águila que la sobrevuela.
Rolando Gabrielli©2006
1 comentario:
DIOS ESTA LOCO POR MI
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