Lo primero que hacen los vivos es olvidar a su muertos. Cierran la tapa, guardan las cenizas, sellan la lápida. Borran finalmente un capítulo. Los lloran, gritan y también recuerdan. Son el duelo perfecto de la noche. Los muertos también desparecen físicamente cuando son asesinados en dictadura. La muerte es tan peligrosa, que aún cuando muere quita el sueño a los vivos. Creen borrarlos de la vida y de la realidad. Nunca existieron. La idea de los desaparecidos es que nunca murieron, porque para morir debieron nacer y dónde están. Patio 29 es ese lugar donde los muertos desaparecidos se volvieron a perder. Los restos de quienes pasaron a ser desconocidos y fueron identificados posteriormente, han vuelto a ser desconocidos, porque 48 de ellos fueron confundidos por los expertos en su fallido reconocimiento. La muerte ha visitado dos veces a sus familiares y ha llenado de vergüenza a Chile o a lo que de ella queda. El largo cadáver de Chile está en Patio 29, descrito como un lugar desolado de desolación. La muerte no se arrodilla, sigue su camino.
PATIO 29
¿Los muertos que nombres tenían
cuándo entraron a Patio 29?
¿Los muertos tienen el nombre
de los muertos o de los antiguos vivos?
¿Son del Patio 29,
quién los vio entrar?
¿Fue de noche, fue de día,
fue la muerte fue,
un lugar sin nombre?
¿Un patio
es un recinto privado,
dónde la luz acaba
siendo un misterio?
¿Un patio
es la última infancia,
castigo o felicidad?
¿El silencio
es más absoluto
que la muerte?
Los muertos no lloran,
los muertos no guardan luto,
sino su cuerpo,
sus huesos, cenizas,
escombros,
sus inútiles herramientas
para caminar,
abrazar, amar.
Es hora de poner orden
y dejar de marchar.
Rolando Gabrielli©2006
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