domingo, febrero 04, 2007

Aniversario de dos iconos mexicanos




Aniversario de vida y muerte para esta pareja de iconos mexicanos, que crecen con el tiempo en la memoria real del pueblo y de las artes genuinas. Frida desplaza de alguna manera a su famoso marido pintor, muralista clásico, Diego Rivera, con el fetiche de su accidentada, aguerrida y electrizante vida. El 2007 es un año espléndido para conmemorar a ambos, recordarlos, indagar en su obra y rendir tributo a su arte mexicano. Rivera forma parte de la historia mexicana, aunque él la registró en los murales con la vitalidad de su colorido, movimiento, rigor, genialidad. Seis mil obras de caballete y medio centenar de murales, reflejan la vitalidad y presencia de Rivera en el Arte mexicano del pasado siglo XX. Frida, con quien Rivera se casó dos veces, ha sido Re- descubierta en las últimas décadas y su obra trasciende fronteras, como su pasión por la vida y México, un compromiso que compartió con quienes amaba. A un siglo de su nacimiento este año, la Kalho rompe los convencionalismos que la ataban al sentir de algunos, por su vida política y social afiliada a la izquierda. El arte cuando es verdaderamente arte, carece de etiquetas, apellidos y se eleva por sobre la suprema mediocridad y los intereses de una crítica involucrada en otros fines. La Kalho es una marca registrada, y quienes la explotan como muñeca y otros objetos, ven en ella también el alma de México.
México y el mundo ya están conmemorando por anticipado las fechas: 50 años de la muerte de Diego Rivera y el centenario del nacimiento de la Kalho. Diego y Frida armaron y desarmaron el tiempo a su manera, fueron lejos, intensamente, le pusieron color a sus vidas y compartieron el tiempo a su tiempo, como debe ser, sin concesiones y en tiempo real. Se dieron tiempo para hacer y rehacer y volver hacer, en el gran ovillo de la vida.
En los museos, en los murales, colecciones privadas, están la Kalho y Rivera, sin duda, pero más vivos en el alma de los mexicanos, y uno lo nota al recorrer algunos sitios, porque están incorporados al paisaje de las vivencias diarias, a esa respiración que uno observa en lo que se quiere y ama.


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