James Joyce, un icono inmortal de la novela, vuelve a su viaje por Dublín, un 16 de junio, como si la novela no pasara de moda, ni el tiempo, ni ayer, ni hoy, ni mañana, ya hace 86 años de este experimento que se renueva asimismo. ¿Quién puede negarlo? ¿Quién está dispuesto a emprender el mismo viaje? ¿Un estilo para cada estilo? Sólo el año 2000 fue publicada en su natal Dublín y muchas veces rechazada por las editoriales de Estados Unidos y Europa, antes de ver la luz pública. La novela transcurre hace 103 años y esa es la fiesta del pasado 16 de junio y mi homenaje. J.J. se reescribe en todos nosotros.
Un día sin fin
a SC
Un 16 de junio de 1904, hace cien años
escribimos la misma página de esta historia,
Nora y yo, un verano de calientes gaviotas.
Estamos en la oscura playa de Sandymount,
a las afueras de Dublín,
y ya me muerde el pasado de sus calles, húmeda, invernal
la voz sangrienta, animal de Irlanda,
y tu vagina late a mi lado,
Nora, te prometo un día sin fin,
(mi flor azul oscuro empapada por la lluvia)
sin más exilio el cuerpo atravesado de Irlanda,
huelo querida sus nalgas sucias humilladas,
olor frambuesa, capital exilio,
no saldré de su monólogo ni de tus paredes, amor,
la historia rompe el saco vacío, pide tres deseos,
para mí, una puta con su altar de bellos rojos,
ámame, mientras siento el río Liffey abandonar a su propio llanto
a Irlanda.
¿Para qué nos sirve un río, si sabemos que nunca será nuestro
cuerpo?
Madrastra, envenéname con tu perdón,
úneme a tus vencidas arterias, pequeña Dublín,
te dejo mi lengua rota en los vitrales de tus catedrales,
mojigata, austera, borracha señora, paloma mía
soy tu ciego mensajero y es mejor que me expulses
con mi bragueta abierta a la noche, compartamos el castigo
vieja zorra, hipócrita, perversa, alucinada mía,
niña tramposa soy tu cuero cabelludo, volaré al amanecer.
No prometo más que un sí.
(Rolando Gabrielli ©2005)
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