Padre, el que tú mencionas,
no es,
nunca fui hijo de nadie,
mi deseo es la recuperación,
no he perdido ninguna cicatriz,
¿por qué debiera olvidarte?,
detrás de una ventana
dejé mi infancia,
el llavero de mi antigua casa
abrió una nueva cerradura,
las muletas con que daban vueltas
en mi pieza las alas de Kafka,
volaban el miedo dorado,
una ruina de solapas misteriosas.
Padre, no lloraré
la luz cortada por tu espada,
ni cabeza, ni manos, ni piernas,
mi estatua respira por mí,
en Praga.
Rolando Gabrielli©2008
No hay comentarios.:
Publicar un comentario