Mis infieles lectores,
¿quièn de ustedes, hipòcritas,
lanzò la primera piedra
y escondiò la cybermano?
Hay ecos que le roban
el encanto a la piedra,
sueños bastardos
que merecen ser borrados
de la memoria.
No tengo palabras
para arrojarlas al vacìo,
mis queridas hienas,
a sus fauces
que desayunan mis dìas.
No me lean,
ni escriban,
provoquen a sus tìas
con sus cirios derretidos.
Yo prefiero a mis amigas
que huelen a mandarinas
cuando viajan en bicicletas
y no ignoran la luz dorada,
ni mis palabras.
Un verbo no se tranza,
ni subasta,
comulga con tu espíritu,
mi Musa,
mi còmplice.
Rolando Gabrielli©2008
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